La convocatoria a esta cumbre rebasó todas las expectativas, tanto en número como en contenido, convirtiéndose en un hito histórico en el debate internacional sobre la crisis climática. Ante las maniobras de los gobiernos poderosos en Copenhague, Bolivia convocó a las bases de las sociedades del mundo a manifestar sus posiciones y plantearlas a los gobiernos. Ambas cosas sucedieron en forma contudente. También se afirmaron las redes e interacciones entre los movimientos, con una sana distancia de las propuestas de crear nuevas redes globales, ahora sobre crisis climática. Esto quedó para discutir entre los movimientos: la mayoría no considera que se necesita una nueva estructura, sino más interacción y complementación.
Sí, la cumbre rebasó las expectativas, tal y como se siguen rebasando los límites de lo que se anticipa de las catástrofes ambientales. Véase el derrame actual de petróleo en el Golfo de México, que ya para el 2 de mayo se estimaba del tamaño de la isla de Puerto Rico, y sigue creciendo. El daño no es solo inmedato, en la zona aledaña (aunque no hay tal cosa como zona aledaña en los océanos), ni es de corto plazo el daño. Ya se habla de un desastre sin antecedentes que ha de tener repercusiones regionales, al menos, y de seguro hemisféricas. Son muchos los ecosistemas que se afectan, algunos irremediablemente, y que nos tocan directamente, pues se afectan las cadenas alimenticias que repercuten en los ciclos del consumo económico. Pero de eso no se habla a fondo, pues los medios siguen desplazando las dimensiones de la situación. Hay que tener cuidado con los poderes, no se pueden ofender mucho ni demasiado … Entonces, todo esto se convierte en teatro politico.
¿Dónde están las grandes soluciones técnicas en situaciones de tanto riesgo? La búsqueda y explotación de ese combustible (y de otros similares) ahora es de alto riesgo, de alto costo ambiental y, por lo tanto, de alto costo económico (para nosotros). Se insiste en lo insostenble, sin que importe el riesgo, sin que se midan las consecuencias. Más cotidiano que eso no se puede poner.
A ver si somos capaces de imponer opciones energéticas y de manejo de los recursos que sean compatibles con la subsistencia de las especies (somos especie) y con la existencia del planeta (no somos indispensables para el planeta, pero el planeta es indispensable para nosotros). Pero eso hay que entenderlo como modo de vida, como modos de asociaciones, de participaciones, de prioridades de producciones y de consumos, de educaciones posibles, y de formas y procesos de gobiernos que lo sostengan … Si acaso hay que hablar de tecnologías es en función de las prioridades que las exigen y las permiten, y eso es social, es político. Las tecnologías alternativas existen, pero no se implantan, pues alborotan las jerarquías del lucro, de los beneficios y ganancias de los capitales de la energía. Más cotidiano que eso no se puede poner …
Sí, ya está el planteamiento entre los movimientos sociales del mundo, pero hay que ver qué hacen con eso, hay que ver qué hacemos. No basta con los movimientos, aunque sean indispensables. Esto es lucha, y tiene que ser lucha desde abajo, abierta. Lo contrario es la imposición, desde arriba, de soluciones de mantenimiento para los capitales y sus gobiernos (y Estados), que van a ser muy estrechas y autoritarias.
El cascabel anda sonando desde hace rato. Lo que hay que ver es qué se hace con el gato. Hay que insistir: no es crisis climática, sino crisis de las ecologías. En ese sentido preciso es crisis de las políticas que sostienen las crisis de las ecologías.
http://www.jornada.unam.mx/2010/04/24/index.php?section=opinion&article=024a1eco
Crisis climática: ya tiene cascabel el gato
Silvia Ribeiro
La JornadaMás de 35 mil personas respondieron a la convocatoria que lanzó Bolivia a la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra (CMPCC), en Cochabamba, del 19 al 22 de abril. La tercera parte vino de 142 países en cinco continentes. La mayoría de los participantes fueron movimientos sociales, campesinos, indígenas, organizaciones de mujeres, ambientalistas, pescadores. También acudieron representantes de gobierno de 47 naciones, académicos, intelectuales, activistas, artistas, músicos. Se debatió intensamente en 17 grupos de trabajo convocados por los organizadores y 127 talleres autorganizados.
Además, una de las grandes federaciones indígenas de Bolivia: el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), llamó con otras agrupaciones a la “Mesa 18” para tratar temas que no veían reflejados en la agenda de la conferencia, como la crítica a proyectos mineros, de gas y petróleo.
La convocatoria a esta cumbre rebasó todas las expectativas, tanto en número como en contenido, convirtiéndose en un hito histórico en el debate internacional sobre la crisis climática. Ante las maniobras de los gobiernos poderosos en Copenhague, Bolivia convocó a las bases de las sociedades del mundo a manifestar sus posiciones y plantearlas a los gobiernos. Ambas cosas sucedieron en forma contudente. También se afirmaron las redes e interacciones entre los movimientos, con una sana distancia de las propuestas de crear nuevas redes globales, ahora sobre crisis climática. Esto quedó para discutir entre los movimientos: la mayoría no considera que se necesita una nueva estructura, sino más interacción y complementación.
Se creó sí, una base común para la compresión, el análisis crítico y las estrategias frente a la crisis climática, enriquecida por diversas perspectivas desde muchas culturas, pueblos, organizaciones temáticas y sectoriales del continente y el mundo. El Acuerdo de los Pueblos en Cochabamba refleja esto (www.cmpcc.org).
Hubo rechazo enérgico y repetido al “Entendimiento de Copenhague” que quiso imponer una veintena de países –los mayores responsables de la crisis climática– en diciembre pasado. Los cínicos “compromisos” que allí se firman significarían un aumento de la temperatura hasta de cuatro grados, una catástrofe anunciada para los pueblos del Sur. La CMPCC exige detener el calentamiento “descolonizando la atmósfera”, con una reducción de 50 por ciento de las emisiones de gases de los países industrializados en su fuente, no mediante mecanismos de mercados de carbono, a los cuales se opone en todas sus variantes. Rechaza también los mecanismos llamados REDD, que bajo el título de reducir la deforestación, en realidad la aumentarán y provocarán la alienación del manejo de los bosques por las comunidades y pueblos, además de promover los monocultivos de árboles, que no son bosques, sino agravantes de las crisis.
Enmarcando todo esto, se plantea una denuncia de las causas reales de la crisis climática planetaria. “Confrontamos la crisis terminal del modelo civilizatorio patriarcal basado en el sometimiento y destrucción de seres humanos y naturaleza, que se aceleró con la revolución industrial. El sistema capitalista nos ha impuesto una lógica de competencia, progreso y crecimiento ilimitado. Este régimen de producción y consumo busca la ganancia sin límites, separando al ser humano de la naturaleza, estableciendo una lógica de dominación sobre ésta, convirtiendo todo en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la biodiversidad, la justicia, la ética, los derechos de los pueblos, la muerte y la vida misma”, expresa el Acuerdo de los Pueblos.
Condena la agricultura industrial y las corporaciones de los agronegocios –directamente responsables de cerca de la mitad de las emisiones que causan la crisis climática–, así como los mecanismos y propuestas que apoyan el avance de las trasnacionales y la devastación de la Madre Tierra, como los tratados de libre comercio y la introducción de nuevas y riesgosas tecnologías, como transgénicos, tecnología terminator, nanotecnología, geoingeniería y agrocombustibles.
“Denunciamos cómo el modelo capitalista impone megaproyectos de infraestructura, invade territorios con proyectos extractivistas, privatiza y mercantiliza el agua y militariza los territorios, expulsando a los pueblos indígenas y campesinos de sus tierras, impidiendo la soberanía alimentaria y profundizando la crisis socioambiental”, continúa el Acuerdo de los Pueblos.
La declaración de la “Mesa 18“ enfatiza estos mismos aspectos, criticando políticas extractivistas y proyectos de explotación de hidrocarburos y mineros del gobierno boliviano. Aclara que su iniciativa no fue “una tribuna para desacreditar al gobierno ni para socavar la legitimidad de un cónclave del que nos sentimos parte… (se trata de) formular propuestas que ayuden a enderezar el rumbo del proceso de cambio, asumiendo la responsabilidad de defenderlo y protegerlo, porque ha sido concebido por el movimiento popular boliviano en muchos años de lucha”.
La CMPCC plantea también estrategias y propuestas, como el reclamo de la deuda ambiental, la creación de un tribunal internacional de justicia climática, la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra. La de más largo alcance sigue siendo implementar la soberanía alimentaria, basada en formas de vida y producción campesinas, indígenas y locales, que es el principal factor que enfría el planeta y el que puede volverlo al equilibrio, además de promover la justicia social y la biodiversidad.
Todo esto y más llegará a Cancún, donde las negociaciones oficiales sobre el clima sesionarán en diciembre. Pero sobre todo, ya está entre los movimientos sociales de todo el mundo.
Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/04/24/index.php?section=opinion&article=024a1eco