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La docena trágica

February 17, 2015 By Irizarry

Aunque ya se ha declarado concluida la guerra de Irak en por lo menos dos ocasiones (primero con Bush que proclamó: “misión cumplida”, sólo para multiplicar la presencia de tropas y, más recientemente, por Obama), así como la de Afganistán, el presidente, quien resultó electo en parte por su promesa de poner fin a las guerras, acaba de solicitar la semana pasada al Congreso una nueva autorización bélica para continuar las operaciones militares contra el Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, y contra otras agrupaciones terroristas. Parece que no se cansan de la guerra. […] Si el objetivo del terrorismo es sembrar el terror, la respuesta política se ha basado en fomentar el temor.Con eso, las políticas justificadas por la defensa de las libertades y los derechos han logrado lo opuesto. […] ¿Dónde están los millones que llenaron las calles del mundo hace 12 años?

Lo cierto es que se han cometido errores fundamentales en este periodo de autoritarismos y militarismos acelerados, que despejan el camino a ese abismo. En esa  época de hace ya 12 años también despuntaba la apariencia de un movimiento en contra del neoliberalismo, pero se imposibilitó la coincidencia y fusión de ambas líneas, contra la guerra y contra la globalización neoliberal. Ello hubiese abierto un espacio probable de potencia alternativa, agarrando al toro por sus dos cuernos inseparables. Al contrario, se disolvieron ambos movimentos en iniciativas fragmetarias diluidas en las generalizaciones y ambigüedades políticas de la llamada sociedad civil. (1) Mientras tanto, hemos entrado y permanecido en una época de guerra permanente que se desarrolla y recrudece explícitamente a partir de las oportunidades de las excepciones normalizadas justificadas por el 11S estadounidense. Ello perimitió que el Estado paralelo y oculto fascistizado se hiciera reinante, enarbolando la bandera de un Estado de Seguridad Nacional endurecido.

Hace ya tiempo que estamos en guerras prolongadas e interminables y difusas, asimétricas algunas (2) y otras dentro de las combinaciones posibles de las guerras de generaciones de combate previas que caen más del lado de lo llamado convencional (3), pero todo dentro de la estrategia global de dominación de espectro completo (4) que define el paradigma de dominio imperial al menos desde el 2000. (5)

Ya lo hemos visto muy claramente. No hay salida de esta oscuridad de autoritarismo fascistizado en pleno delirio militarista hasta que se confronten y desmantelen las dos caras del proceso. Por una parte está un neoliberalismo que vive de las crisis sociales, políticas, económicas, militares y geopolíticas que provoca. Por otra parte anda ello de la mano con un proceso de guerras permanentes y diferenciadas que buscan sostener dominio (del espectro completo, dentro y fuera, pues si algo ha logrado esta estrategia es disolver fronteras, y con ello se devuelve lo que se recibe en un conflicto global sostenido e imprevisible). No son casuales esas guerras pues son parte indispensable del escenario Estatal y político general que requiere de enemigos renovados, y son parte además de las anulaciones en proceso en contra de las resistencias (internas y externas, por patriotismo, temor o represiones). No olvidemos que la dominación de espectro completo es también interno a la nación dominante, en la estabilización de los procesos que permiten los despojos y explotaciones. Los millones que llenaron las calles hace 12 años tal vez están en sus casas viendo las guerras por televisión, por las razones que sea, quizás consumiendo la mediación mediática del poder que es esencial para el control completo del espectro de dominio. En el mejor de los casos andan buscando articulaciones posibles en contra de este capitalismo guerrero. Ya veremos.

 

http://www.jornada.unam.mx/2015/02/16/opinion/024o1mun

American Curios
La docena trágica
David Brooks

Hace 12 años este domingo, millones marcharon en cientos de ciudades por todo el planeta contra la inminente guerra en Irak, incluidos cientos de miles en Estados Unidos, en lo que algunos consideran fue la movilización mundial antiguerra más grande en la historia.

Ya se había proclamado la “guerra contra el terrorismo” inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para defender a la “civilización” de los “salvajes” que “odian” las libertades y los derechos fundamentales. Con ello se amplió el gobierno secreto a dimensiones sin precedente, incluido el espionaje masivo a nivel mundial, así como una persecución de disidentes de estas políticas así como contra medios y periodistas que se atrevían a delatar los abusos de los nuevos poderes asumidos por Washington tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

Aunque ya se ha declarado concluida la guerra de Irak en por lo menos dos ocasiones (primero con Bush que proclamó: “misión cumplida”, sólo para multiplicar la presencia de tropas y, más recientemente, por Obama), así como la de Afganistán, el presidente, quien resultó electo en parte por su promesa de poner fin a las guerras, acaba de solicitar la semana pasada al Congreso una nueva autorización bélica para continuar las operaciones militares contra el Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, y contra otras agrupaciones terroristas. Parece que no se cansan de la guerra.

Mientras tanto, las “libertades” y los derechos que Estados Unidos afirma defender con estas guerras han sufrido sus mayores ataques no por “terroristas”, sino por las mismas autoridades.

La lista es larga, pero incluye violaciones de privacidad por el espionaje masivo de las comunicaciones de millones de civiles por todo el planeta, la instalación de un campo de concentración en Guantánamo y el uso de tortura violando los derechos y libertades establecidas por leyes nacionales e internacionales, operaciones encubiertas de asesinatos y secuestros como encarcelación clandestina en varios países, el espionaje policiaco a comunidades musulmanas y agrupaciones pacifistas, e intentos por sofocar la libertad de expresión tanto en las calles como en los medios.

Si el objetivo del terrorismo es sembrar el terror, la respuesta política se ha basado en fomentar el temor.
Con eso, las políticas justificadas por la defensa de las libertades y los derechos han logrado lo opuesto. Los resultados han sido denunciados a lo largo de los últimos 12 años por las principales organizaciones nacionales e internacionales, desde Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Center for Constitutional Rights y el American Civil Liberties Union hasta la Organización de Naciones Unidas.

La semana pasada, Reporteros sin Fronteras emitió su índice anual sobre la libertad de prensa en 180 países, y ubicó a Estados Unidos en el lugar 49, tres lugares más bajo que hace un año. Indicó que Estados Unidos continúa su tendencia a la baja por lo que llama “guerra sobre información” y señala varios casos de periodistas sujetos a persecución legal por el gobierno federal, desde James Risen del New York Times hasta Wikileaks.

De hecho, la organización cita a Risen, quien dice que Estados Unidos “es un Estado orwelliano que se proclama como el más transparente”. Reporteros sin Fronteras denunció que el régimen estadunidense ha usado el pretexto de “seguridad nacional” para suprimir la libertad de información, igual que varios regímenes autoritarios. Fue con ese pretexto, señala, que el gobierno estableció el sistema de vigilancia masiva revelada por Edward Snowden y otros. Recordó que en el gobierno de Obama, por lo menos ocho filtradores de información al público, incluidos Snowden y Chelsea Manning, han sido acusados según la Ley de Espionaje, comparado con un total de sólo tres en todos los gobiernos anteriores, desde que se adoptó esa ley en 1917 (http://index.rsf.org/#!/ )

Leonard Downie, ex director del Washington Post, quien fue uno de sus editores durante el escándalo Watergate, encabezó la investigación del Comité de Protección de Periodistas sobre la libertad de información en este país en 2013, y escribió en su conclusión: “la guerra del gobierno sobre filtraciones y otros esfuerzos para controlar información son los más agresivos que he visto desde el gobierno de Nixon”.

También es cierto que los medios –con notables excepciones– no evitaron caer en la trampa oficial. Dean Baquet, actual director del New York Times y ex director de Los Angeles Times reconoció hace un par de semanas en entrevista con Der Spiegel que esos medios, entre otros, fracasaron en su misión: “después del 11-S la prensa tradicional no fue suficientemente agresiva para hacer las preguntas sobre la decisión de ir a la guerra en Irak, ni para hacer las preguntas difíciles sobre la guerra contra el terror”.

Pero sigue sucediendo. Hace unos cuantos días, en el noticiero local de NBC en Nueva York, una reportera informó sobre la nueva autorización de guerra solicitada por Obama, afirmando que era para enfrentar a grupos que “no valoran para nada la vida humana”. Ese tipo de frase se repite incesantemente, presentado como hecho, no como opinión.

En marzo se cumplirán 12 años de guerras. Entre 135 a 152 mil civiles han muerto sólo en Irak (https://www.iraqbodycount.org ) y millones han sido desplazados, heridos y aterrorizados en varios países atacados en la “guerra contra el terror”. Más de 6 mil 800 militares estadunidenses han muerto en Irak y otros 2 mil 356 en Afganistán, y, según algunos cálculos, 900 mil estadunidenses han sido heridos (al parecer, nadie sabe cuántos civiles muertos o heridos en Afganistán y otros países).

Frente a esto es difícil saber quién valora o no la vida humana, y mucho menos las libertades y derechos por los cuales oficialmente se sacrificó tanta vida humana.

¿Dónde están los millones que llenaron las calles del mundo hace 12 años?

imagen: http://www.a-w-i-p.com

1)  http://www.globalresearch.ca/manufacturing-dissent-the-anti-globalization-movement-is-funded-by-the-corporate-elites/21110: “The objective of the corporate elites has been to fragment the people’s movement into a vast “do it yourself” mosaic. War and globalization are no longer in the forefront of civil society activism. Activism tends to be piecemeal. There is no integrated anti-globalization anti-war movement. The economic crisis is not seen as having a relationship to the US led war.”

2) http://www.geopolitica.ws/media/uploads/aec-ayotzinapa.pdf : ” No hay guerras declaradas. No hay guerras entre equivalentes. Hay corrosiones. Una mancha de violencia que se va extendiendo acompaña al capitalismo de inicios del siglo XXI. Las instituciones de disciplinamiento y seguridad de los Estados han resultado insuficientes frente al altísimo nivel de apropiación-desposesión al que ha llegado el capitalismo. Estas instituciones se replican de manera privada y local tantas veces como sea necesario. ”

3) Lo asimétrico se asocia con la guerra de 4ta generación.Ver, entre otros textos: https://www.mca-marines.org/files/The%20Changing%20Face%20of%20War%20-%20Into%20the%20Fourth%20Generation.pdf

4) http://www.geopolitica.ws/media/uploads/cecena_patria_con_mapas.pdf: “El enemigo identificable o convencional disminuye su status al de amenaza regional y por ahí pasarán Irak, Libia, Irán y Venezuela, cada uno entendido como potencial cabeza de región, así como cualquier tipo de coalición en la que estos participen (ALBA, OPEP, Petrocaribe, etc.). Es siempre un polo articulador de poderes alternativos u hostiles a Estados Unidos y su american way of life convertido en política internacional. Para este enemigo la respuesta es el aislamiento y lademonización, o la aplicación de una fuerza sobredimensionada para destruirlo y, sobre todo, humillarlo. El caso prototipo es el de la operación en Irak.” Sobre el concepto del dominio del espectro completo podemos abundar lo siguiente: “El concepto de dominación de espectro completo ha sido la clave de transformación en el arte de la guerra y orienta sus modalidades prácticas.  Es un concepto complejo que se actualiza mediante la experiencia cotidiana de la guerra en todos sus distintos escenarios y mediante el estudio del comportamiento humano, e incluso del de todas las formas de vida que concurren en cada uno de ellos.” (http://elclarin.cl/web/opinion/politica/11648-los-golpes-de-espectro-completo.html) Los mecanismos y procedimientos privilegiados en tal posición estratégica son el avasallamiento, la simultaneidad y la impunidad (ibid.)

5) Del Departamento de Defensa de los EEUU, el Joint Vision 2020: http://www.fraw.org.uk/files/peace/us_dod_2000.pdf

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US has counterterrorism fatigue

July 25, 2014 By Irizarry

A decade after issuing the official account of the Sept. 11, 2001, attacks on New York and Washington, the former members of the bipartisan 9/11 Commission issued a new report warning that, while the world has changed dramatically, the threat from terrorism remains and has “entered a new and dangerous phase.”

“Many Americans think that the terrorist threat is waning — that, as a country, we can begin turning back to other concerns. They are wrong,” the report said. “The threat remains grave, and the trend lines in many parts of the world are pointing in the wrong direction.”

Una década después del recuento oficial, preocupa que la percepción de la amenaza disminuya y que se desgaste el miedo. Pues entonces hace falta renovar y confirmar la fe a lo católico, con una bofetada en la cara, ¿no? Acto sacramental. Para eso hay al menos dos estrategias en presencia, variaciones del mismo tema. Una es agudizar el traslado del discurso de la vieja guerra fría a la llamada guerra en contra del terror, con nuevas e impensables amenazas indefinidas e infinitas que hacen de la vieja guerra fría  un cuento de niños, pues la nueva guerra justifica abiertamente la normalización de las excepciones estatalistas fascistizadas (controles y vigilancias disparadas) ante un enemigo absoluto e impredecible (pero que conocemos y anticipamos), que trasciende límites nacionales y estatales. Eso irrumpe y se desarrolla descabellado desde el 11S estadounidense, y los libretos reiterados y redundantes han sido magistrales. Eso ya se ha hecho, y ahora hay que hacerlo todo de nuevo, mucho más grave y urgente.

La otra estrategia inmediata y actual es la renovación y relanzamiento de una guerra fría resucitada bajo la sombra del recuerdo de un viejo enemigo actualizado (Rusia) en el contexto de las muy agresivas expansiones neoliberales en Europa oriental, Asia y Latinoamerica (todas esas zonas geopolíticas en las cuales Rusia busca mantener o establecer presencia, y eso es competencia intolerable, fuera de la esfera de lo aceptable). Se añaden ahí los tonos oportunistas de acusaciones hitlerianas. Aunque ya no existe el llamado socialismo real soviético, la referencia al nazismo nos hace sentir bien por aquello de volver a salvar el mundo y los “valores occidentales”. Es el recurso al excepcionalismo estadounidense como discurso ideológico político: son los mejores entre los buenos, incomparables, por lo cual se justifica cualquier barbaridad siempre y cuando sea para salvar esa hegemonía indispensable sin la cual el mundo se deshace. Hay que ver el coro mediático de ahora, pues es lo que se canta a plena voz.

Para eso hay que aumentar la temperatura de lo que ya está caliente. No importan los riesgos bélicos muy reales de ese expansionismo que busca desplazar  y reabsorber las crisis financieras, ni importan los riesgos e inestabilidades de las expropiaciones intolerables. Para eso están la guerra que no acaba y la fascistización del Estado de Seguridad Nacional que se proyecta internacional. Se busca extender y profundizar la aceptación de los miedos que sostienen este simulacro que se hincha, y el espectáculo delirante correspondiente. Lo sorprendente es que se acepta, pero eso es parte de la fascistización.

Y todo este discurso del riesgo viene de los expertos que ya acaparan la mediación mediática de poder. Entonces debe ser verdad. Agitprop le llamaba a todo esto Orwell en su 1984. La pregunta tenebrosa es cual bofetada hace falta ahora para esa confirmación de fe, en esta exasperación neoliberal de lo que a todas luces se vive como amenaza de crisis hegemónica.

La guerra es la paz, la esclavitud es libertad, y la ignorancia es fuerza, decretaba el Hermano Mayor …Y ahora hasta se recomienda en los EUA la militarización directa de cualquier respuesta a las amenazas posibles. ¿Golpe de Estado militar en cámara lenta …? Hay quien habla de una situación post-constitucional en ese país. Hace rato viene, y ya está. Excepciones normalizadas. Fascistización neoliberal.

Y todo esto es entrampamiento. Habría que estar en contra de todo expansionismo neoliberal y en contra de todo juego de dominaciones geopolíticas, por minoritaria y marginada que sea esa posición en estos tiempos de patriotismos extremos. En eso puede que tal vez se llegue a ser anticapitalista (digna y necesaria consigna sería esa) … Pero el problema es que en esta coyuntura ahora -y desde hace rato- se revuelcan demasiados fantasmas que no se han resuelto … Andan todos mezclados y no descansan. La serpiente oscura se muerde la cola y sigue rodando al borde del abismo …

http://america.aljazeera.com/articles/2014/7/22/us-counter-terrorismfatigue.html

US has counterterrorism fatigue
Panel that investigated 9/11 attacks warns of complacency, saying threat has ‘entered a new and dangerous phase’
July 22, 2014 1:02AM ET
After 13 years of struggle, Americans are showing a growing fatigue and waning sense of urgency over terrorism — an attitude that threatens U.S. security, members of the panel that investigated the Sept. 11 attacks said in a report on Tuesday.

A decade after issuing the official account of the Sept. 11, 2001, attacks on New York and Washington, the former members of the bipartisan 9/11 Commission issued a new report warning that, while the world has changed dramatically, the threat from terrorism remains and has “entered a new and dangerous phase.”

“Many Americans think that the terrorist threat is waning — that, as a country, we can begin turning back to other concerns. They are wrong,” the report said. “The threat remains grave, and the trend lines in many parts of the world are pointing in the wrong direction.”

“Al Qaeda-affiliated groups are gaining strength throughout the greater Middle East,” it added. “While the various Al-Qaeda spinoffs are primarily focused on regional conflicts, they hate the United States and will not forgo opportunities to strike at the U.S. homeland.”

The panel, headed by former Republican New Jersey Gov. Thomas Kean and former Democratic Rep. Lee Hamilton, said foreign fighters returning to Europe from Syria and Iraq pose a “grave threat” to the United States and Western Europe.

Of the 10,000 foreign fighters who have traveled to Syria, more than 1,000 hold European passports, which in most cases would enable them to enter the United States without a visa, the panel said. More than 100 U.S. citizens also fought in Syria.

“When these battle-hardened, radicalized fighters return to their home countries, they will pose a serious terrorist threat to both the United States and Europe,” the report said. The group also noted that the 9/11 Commission Report, issued a decade ago, called for reducing the fragmented oversight that resulted in having the Department of Homeland Security report to 88 committees and subcommittees of Congress.

“Incredibly, it has increased to 92,” the report said, noting that “Congress has proved resistant to needed reforms.”

The report said U.S. counterterrorism capabilities have improved significantly since the Sept. 11 attacks and people in government are tracking the evolving threat, “thinking one step ahead in order to prevent the next attack.”

“Our serious concern now is that public fatigue and waning urgency will undermine these accomplishments. We cannot afford that,” the report said. It issued a series of recommendations, including calling on U.S. leaders to give the public detailed information about evolving threats and asking Congress to update its 2001 authorization for the use of military force to improve the administration’s response to threats.

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La nueva política exterior norteamericana – El espejismo Obama

April 2, 2010 By Irizarry

Nos centraremos aquí en el examen de su acción exterior. La definición de una nueva política exterior lleva tiempo, sin duda, pero ha transcurrido casi un año desde la llegada del nuevo equipo a la Casa Blanca y puede decirse que la inercia del aparato militar norteamericano arrastra a Obama, y que si la insoportable petulancia que Washington ha mostrado en todos los foros internacionales desde hace medio siglo empieza a desaparecer parcialmente, no por ello el nuevo presidente ha dejado de creer en esa caricatura de “pueblo elegido” con que todos los dirigentes estadounidenses han investido a su propio país ante el resto del mundo. Porque esa infantil y ridícula convicción de creerse el mejor país del mundo, de mostrarse como la culminación del progreso universal, también es compartida por Obama, y sus discursos son una prueba inapelable.

¿Qué podemos decir? No hay duda: el cambio es continuidad, revestido del entusiasmo que se promueve y programa a través de la mediación mediática de los poderes (mucha propaganda).

Se adaptan las relaciones de fuerza, de dominio, que siguen esencialmente en su sitio. Los poderes se reorganizan, luchan (entre ellos y como siempre) por su renovación en las redes del imperialismo actual que no desaparece (todo lo contrario). El neoliberalismo persiste (fascistizado), y persiste su explotación, igual que la rapiña insaciable de los capitales que se reproducen alegres en este neoliberalismo que ahora es mucho más autoritario. La crisis actual, como siempre han sido las crisis para el capital y su Estado, son oportunidades de renovaciones posibles para ellos, mientras no se aprovechen para otras cosas desde abajo …

La política exterior de los Estados Unidos sigue buscando las condiciones óptimas para sostener sus guerras permanentes, y en eso mismo es que se reitera y se repite esa política exterior en las condiciones de reproducción internas del nuevo Estado de Seguridad Nacional. Entonces lo llamado exterior y lo llamado interior son zonas y espacios (sociales, políticos, ideológicos) cada vez más estrechamente coincidentes, espacios que manifiestan continuidades y compenetraciones cada vez más inmediatas, ante todo en sus autoritarismos, nacionalismos y militarismos.

En la perspectiva de esos tejidos imperiales no hay otro mundo posible. ¿Nosotros, los que no aceptamos los imperativos imperialistas del neoliberalismo, acaso somos capaces de luchar por algo distinto? ¿Cómo? Es obvio que las luchas resistentes no han sido suficientes.

Lo que pasa en el mundo es lo que pasa y sucede con todos nosotros y entre todos nosotros, pues nosotros también somos el mundo, aunque se piense que no lo somos, aunque el mundo tal vez sea en lo cotidiano algo que nos llega y que nos sucede, y entonces nos acomodamos para que el mundo existente persista en sus desigualdades y explotaciones. Entonces, lo que sucede existe porque lo aceptamos.

¿Aceptamos esto, todas estas subordinaciones negociadas desde arriba? ¿Por qué? ¿Es que nos gustan los espejismos, o acaso necesitamos algo distinto y no somos capaces de hacerlo?

¿No se puede? No es cierto, y nunca ha sido cierto. Lo necesario es una grieta, una contestación afirmativa de lo contrario que sea lo suficientemente fuerte, sostenida y compartida.

38 / El Viejo Topo 262 /noviembre 2009
http://www.elviejotopo.com/web/revistas.php?numRevista=262

La nueva política exterior norteamericana
El espejismo Obama

por Higinio Polo

Ha pasado ya tiempo suficiente para entrever qué hay de verdad y qué hay de improbable en las promesas que hizo Obama durante la campaña y al tomar posesión de su cargo. De momento, pocos son los hechos, Hay cada vez más palabras ambigüas. Y si no, que se lo pregunten a Zelaya.

Casi a punto de cumplir su primer año en la presidencia norteamericana, Barack Obama contempla cómo los Estados Unidos continúan sumidos en una grave crisis económica y social, pese al anuncio de que la recesión ha terminado, que muestra más los deseos que la realidad. En enero de 2009, Obama llegaba con la aureola de haberse opuesto a la guerra de Iraq, prometiendo la retirada de sus tropas de ocupación, y al parecer, dispuesto a realizar serias reformas en Estados Unidos, liquidando, además, la aventurera y agresiva política exterior que había impulsado Bush. El nuevo presidente heredó dos guerras y la ruptura de los acuerdos de desarme que se habían suscrito con la Unión Soviética (el ABM, de 1972, sobre misiles antibalísticos, que era el más importante compromiso de desarme, sobre cuyos cimientos descansaban todos los demás convenios), además de una agresiva apuesta por un falso “escudo antimisiles” en Europa, que era, en realidad, un peligroso instrumento contra la seguridad estratégica de Rusia.

Si juzgamos la figura de Obama con los criterios de la prensa europea (en general, fascinada por un presidente que han calificado como progresista, y que ha deslumbrado incluso a la izquierda moderada, que ha hecho una bandera de su nombre), deberíamos concluir que su presidencia inicia una nueva era. Esa misma prensa europea, que se abstuvo, en general, de criticar la ferocidad de Bush y su doctrina fascista de las “guerras preventivas”, y que empezó a censurarle, con timidez, tan sólo cuando terminaba su presidencia, creó el mito de un Obama reformista, del inicio de una nueva era… que está muy lejos de la realidad. Las ridículas loas realizadas por los periódicos y la televisión, elevando sus discursos a la categoría de piezas de pensamiento político, han creado una enorme confusión en la opinión pública, porque no hay que esperar gran cosa de Obama, aunque es cierto que su elección, tras la larga etapa del incompetente y despiadado Bush, su condición de afroamericano, o mulato, y su relativa juventud, unidas a la fuerza y simpatía de su familia, le han convertido en un icono popular, al que incluso organizaciones más o menos procedentes de la izquierda, emulan. Sin embargo, Obama comparte la generalizada convicción norteamericana sobre el papel providencial de Estados Unidos y su misión como líder del planeta, y, hasta ahora, no ha dado muestras de firmeza en impulsar reformas progresistas, aunque su apuesta de un nuevo sistema de salud que alcance a todos los norteamericanos sea positiva, como lo es la renegociación de las hipotecas de ciudadanos que han perdido su trabajo y están arruinados pero, hasta hoy, ha aprobado muchas más ayudas a los bancos y al corrupto capitalismo representado por Wall Street que partidas ha dedicado al socorro de los más pobres, de los millones de parados que ven el futuro con desesperanza.

Nos centraremos aquí en el examen de su acción exterior. La definición de una nueva política exterior lleva tiempo, sin duda, pero ha transcurrido casi un año desde la llegada del nuevo equipo a la Casa Blanca y puede decirse que la inercia delaparato militar norteamericano arrastra a Obama, y que si lainsoportable petulancia que Washington ha mostrado en todoslos foros internacionales desde hace medio siglo empieza a desaparecer parcialmente, no por ello el nuevo presidente ha dejado de creer en esa caricatura de “pueblo elegido” con que todos los dirigentes estadounidenses han investido a su propio país ante el resto del mundo. Porque esa infantil y ridícula convicción de creerse el mejor país del mundo, de mostrarse como la culminación del progreso universal, también es compartida por Obama, y sus discursos son una prueba inapelable.

Es cierto que Obama prohibió el recurso a la tortura, tan utilizada por las tropas norteamericanas en el exterior, y no se negó a que los responsables de su aplicación respondiesen ante los tribunales, pero, finalmente, el Departamento de Defensa consiguió bloquear la publicación de fotografías que documentaban las torturas y todo indica que no tiene intención de pedir responsabilidades. Además, el secretario de Defensa con Bush, Robert Gates, continúa en la misma función con Obama, y el presupuesto de defensa ha aumentado incluso la abultada partida que Bush le dedicó.

Casi un año después, todavía no se ha cerrado Guantánamo, aunque se ha anunciado su clausura en enero de 2010. No se ha puesto fin al terrorismo de Estado, ni se ha terminado con los bombardeos sobre poblaciones civiles, y tampoco Obama ha renunciado a utilizar mercenarios en distintos escenarios. Durante la campaña electoral, ya hizo una sorprendente diferenciación entre Afganistán e Iraq, como si la guerra y la ocupación de ambos países no formasen parte del mismo proyecto de control y dominación de Oriente Medio y, en lo posible, de Asia central. En Iraq, se ha anunciado que las tropas norteamericanas serán retiradas en agosto de 2010, aunque es un anuncio tramposo, como veremos.

Con la ambición de cambiar la percepción que el resto del mundo tiene de Estados Unidos, terminando con la agresiva política exterior de Bush, Obama ha tendido la mano a Rusia, a China, y ha anunciado su empeño de cambiar Oriente Medio, dedicando especial atención al conflicto entre Israel y los palestinos, y a una nueva relación con América Latina. El discurso de El Cairo, del 4 de junio, ofreciendo una mano tendida a los musulmanes del mundo, mantenía en lo sustancial la habitual política norteamericana, con una nueva retórica. Animado por los precarios éxitos en Iraq, mientras se teje el alambre de espino de un protectorado, Obama ha anunciado que la prioridad sería la guerra de Afganistán, enviando más tropas y presionando a sus aliados de la OTAN para que sigan el mismo camino, pese a la reticencia de Alemania y Francia. Ignorando la evidencia, Obama sigue manteniendo la retórica bushiana de que la intervención en Afganistán es fundamental para evitar otros ataques terroristas sobre territorio norteamericano, aunque la invasión del país fue diseñada para controlar Asia central. El recurso a la “guerra contra el terrorismo” supone continuar utilizando una mentira para camuflar los intereses norteamericanos, porque el terrorismo, por mortíferos y llamativos que sean algunos de sus atentados, es un problema menor en el mundo, útil para manipular la emoción de los ciudadanos e incapaz de crear el menor problema para el poder global norteamericano. Mientras Pakistán amenaza quiebra, en Irán la diplomacia norteamericana abre una vía de negociación, aunque sin renunciar a la desestabilización.

Con Europa es muy dudoso que Obama inicie una nueva política, definida hoy por la constante presión sobre sus aliados, convertidos de facto en rehenes (Francia y Alemania, pero también Gran Bretaña), por la negativa a una mayor autonomía europea, y por la utilización de los nuevos gobiernos del Este continental (los bálticos, Polonia, Ucrania, Georgia) como arietes de los intereses norteamericanos en Europa, naciones que actúan como verdaderos países satélites de Washington, en ocasiones adoptando posturas más papistas que el propio Papa norteamericano. La función de la OTAN, que en Washington es vista como el instrumento de una nueva política imperial norteamericana en el conjunto del planeta, es otra de las cuestiones pendientes, y Obama, como Bush, se orienta a convertirla en el agente universal de los intereses norteamericanos. Así cobra sentido la exigencia a sus aliados europeos del envío de nuevos soldados a Afganistán.

En América Latina, donde el retroceso norteamericano es evidente, Obama no ha cambiado, en lo sustancial, la política de acoso a Cuba, Venezuela y Bolivia, acompañada de una acción a veces contradictoria: en Honduras, Washington califica al gobierno de Micheletti de ilegal, pero la USAID lo financia, aunque la agencia justifica su proceder con el pretexto de la “ayuda humanitaria”. La aparición de nuevos actores progresistas en el continente ha sido facilitada por los acuciantes problemas de Washington en otros escenarios, y está consolidándose, con prudencia, la nueva autonomía de Brasil, y surge en el horizonte el peligro de un mayor alejamiento argentino. Brasil ha tomado distancia del dólar, aunque no rompa su alianza con Washington. La respuesta del nuevo gobierno Obama es la militarización de Colombia, con la instalación de siete nuevas bases militares, y un nuevo diseño de su tradicional despliegue en el continente.

Oriente Medio es uno de los grandes escenarios de la pugna internacional por el reparto de nuevas áreas de influencia, y la cuestión palestina contagia a todos los actores. Obama había defendido los derechos del pueblo palestino, aunque desde la presidencia, en las cuestiones fundamentales, mantiene la posición tradicional de Estados Unidos, cuya diplomacia sigue defendiendo que la violencia palestina es el gran problema del conflicto: ayer, la OLP, y hoy, Hamás, sin el menor reconocimiento de que el verdadero origen es el expolio de las tierras palestinas para la creación de un Estado racista, que busca su expansión territorial y que no está dispuesto a reconocer un Estado palestino, pese a las renuncias de las organizaciones palestinas: Hamás ha aceptado la solución de dos Estados sobre las fronteras anteriores a la guerra de 1967.

Washington exige el cese de la “violencia palestina”, pero omite esa exigencia para Israel, pese a la enorme diferencia entre el sufrimiento causado por unos y otros, y sin hacer ninguna referencia al poder atómico israelí (mientras se insiste en el peligro del programa nuclear iraní), ni a los cinco millones de refugiados palestinos que malviven en toda la zona. Pese al nombramiento del maronita George Mitchell, y a una retórica que insiste en el derecho a la paz y a la tierra para israelíes y palestinos, que podría basarse en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, Obama no se ha distanciado un ápice del apoyo estadounidense al Estado de Israel. La ficción de presentar a la diplomacia norteamericana como una mediadora entre dos enemigos, israelíes y palestinos, esconde interesadamente la realidad de Israel como un eficaz Estado cliente que mantiene el dominio occidental y norteamericano sobre todo Oriente Medio. Así, el indisimulado disgusto de Netanyahu con las nuevas propuestas de Obama no nace de que éstas sean realmente equilibradas y busquen una solución justa y definitiva al drama palestino, sino del hecho de que Tel-Aviv está demasiado acostumbrado a imponer sus puntos de vista, como testimoniaron los años perdidos bajo la dirección de Condoleezza Rice. Ha bastado una tímida petición norteamericana para que Israel no construya nuevos asentamientos (ilegales desde todo punto de vista, incluso para la justicia israelí) para que Netanyahu se muestre desafiante. El primer ministro israelí ha dejado clara su negativa a la existencia de dos Estados, y todo indica que, pese al apoyo de Obama a la creación de un Estado palestino (también Bush lo dijo), Estados Unidos no va a forzar la mano de su aliado-cliente israelí. No hay, por tanto, un giro en la política hacia Israel, ni tampoco en la pretensión de continuar marginando a Siria, y si Abbas cree que la creación del Estado palestino vendrá de la mano de Obama comete un grave error.

Para Iraq, el nuevo presidente reserva el papel de gran portaaviones de las tropas norteamericanas en Oriente Medio: no hay que olvidar que la responsable de la diplomacia, Hillary Clinton, anunció que casi cien mil soldados norteamericanos permanecerían en el país durante quince o veinte años más, es decir, hasta 2029, cuando se cumplirá un cuarto de siglo de ocupación militar. De manera que el anuncio de la retirada de las tropas hecho por Obama esconde la realidad de que Iraq va a continuar siendo un país ocupado. En Afganistán, convertido en un “narcoestado”, al fraude electoral que ha proclamado ganador a Hamid Karzai se añade una sangrienta ocupación que no ha resuelto ninguno de los problemas del país. Los señores de la guerra, cómplices de Washington, siguen controlando el territorio, y el hermano del dictador, Wali Karzai, es uno de los principales traficantes de armas y drogas afganos. La esperanza de que las elecciones consolidasen el proceso político se ha revelado vana, y el riesgo de que Pakistán sea arrastrado al combate es real, porque, ocho años después del inicio de la ocupación, Obama no apuesta por el final del conflicto, sino por la continuación de la guerra. El nombramiento del general Stanley McChrystal como jefe de las tropas norteamericanas en Afganistán tampoco es una buena noticia: durante su estancia en Iraq las torturas a los prisioneros formaban parte de las tácticas diarias. Tampoco en Pakistán han cambiado las cosas con Obama: los bombardeos norteamericanos, con frecuencia sobre población civil, han continuado como en la etapa Bush.

No hay tampoco ningún acercamiento a las necesidades defensivas iraníes, y la apuesta de Obama por la negociación con Teherán disfraza también la constante presión sobre la teocracia iraní. Más allá de las consideraciones sobre el sanguinario régimen político de los ayatolás (que comparte con Israel el hecho de estar gobernados ambos por la extrema derecha y por el fanatismo religioso), la legítima preocupación por la defensa de Irán hace que, aunque siguen sin reconocerlo abiertamente, la apuesta de Jatamí y Ahmadineyad por conseguir el arma nuclear sea vista como legítima por muchos países: si en la zona Israel la posee, y Pakistán y la India también, ¿por qué Irán, no debería hacerlo? Además, con arreglo a los acuerdos internacionales, es insostenible pretender que las grandes potencias tengan armamento atómico y que Irán sea puesto en entredicho por pretender lo mismo. Sin olvidar que Estados Unidos tiene veintinueve bases militares en la región, entre Turquía, Arabia, el golfo, Omán y Pakistán y Afganistán, más el despliegue en Iraq y los destacamentos en Asia central, cercanos también a Irán … a añadir al poder militar israelí.

La relación con Rusia sigue siendo una de las cuestiones centrales de la política exterior de Washington. En febrero, en la Conferencia Internacional sobre seguridad, en Munich, el vicepresidente Joseph Biden, que habló de una “nueva era”, ofreció el “reinicio” de las relaciones con Moscú tras la etapa Bush, pero no renunció al escudo antimisiles ni dejó clara la postura norteamericana en relación al desarme atómico, pese a los deseos expresados por Obama de trabajar por un mundo sin armas nucleares. Cuando Obama acudió a Moscú, Estados y Rusia suscribieron acuerdos para un nuevo tratado START, avanzando la idea de que los sistemas balísticos deberían situarse entre 500 y 1.100 unidades, con un total de entre 1.500 y 1.675 cabezas atómicas, a completar en un plazo que alcanzaría hasta el año 2017.

Los contactos diplomáticos y los encuentros entre Medveded y Obama sirvieron para alcanzar algunos acuerdos parciales: ambos asumieron que sólo desplegarían armas nucleares estratégicas ofensivas en su propio territorio. Rusia aceptó que Estados Unidos podría realizar cuatro mil quinientos vuelos al año, sin necesidad de pagar nada, para facilitar el transporte de tropas y armas por territorio ruso en dirección a Afganistán. Todavía se mantenían las diferencias sobre el escudo antimisiles y Georgia; de hecho, Medvedev había afirmado en la reunión del G-8 que Rusia desplegaría sistemas de misiles Iskander en la región de Kaliningrado si Estados Unidos continuaba con sus planes del escudo, falsamente defensivo, y adelantó que el acuerdo sobre el START dependería de que Washington renunciase a su instalación en Polonia y Chequia. El alborozo con que fue recibido por los medios de comunicación europeos el anuncio de Obama de que renunciaba al emplazamiento del radar en Chequia y de los misiles interceptores en Polonia era infundado, porque Estados Unidos nunca ha afirmado que no se vaya a construir ese “escudo antimisiles” en Europa, y es muy probable que adopte otra forma: puede ser desplegado en buques en los mares fríos del norte de Europa. No hay “renuncia” al escudo sino replanteamiento, con la mirada puesta en conseguir la colaboración de Moscú en la cuestión iraní.

Hay muchos otros problemas que envenenan la relación entre ambos países: las fronteras de Georgia, y la hipotética incorporación a la OTAN, forzada por Estados Unidos, de este país y de Ucrania (cuya población rechaza el ingreso), además de las cuestiones relacionadas con la explotación de los hidrocarburos de la zona del Caspio y Asia central. También les enfrenta la cuestión de Kosovo, cuya independencia es rechazada por Moscú y auspiciada por Washington. La crisis económica y la debilidad del dólar son otros motivos de fricción: el gobierno ruso admitió, con motivo de la cumbre del llamado BRIC en junio, que pensaba colocar una parte de sus reservas monetarias en instrumentos financieros (bonos) de países como China, India y Brasil, algo que Washington interpreta como una acción agresiva de Moscú. The New York Times y el resto de la prensa norteamericana especulaban, alarmando a la población, sobre el deseo de Moscú de “golpear a Estados Unidos”.

Hay que recordar que, violando los compromisos suscritos con Gorbachov, la expansión militar norteamericana ha continuado: la OTAN de los años soviéticos contaba con dieciséis países miembros, mientras que la actual tiene veintiocho integrantes, y se sigue especulando con su ampliación. Sin olvidar que, pese a las buenas palabras, Estados Unidos ha impulsado una estrategia de verdadero cerco a Rusia y de intromisión en su periferia: Washington dispone de bases militares en siete de las quince antiguas repúblicas soviéticas, y, además, con Obama, la tentación de seguir organizando y financiando “revoluciones naranjas” sigue presente en Washington. Esa política se combate desde Moscú con el intento de articular un espacio económico y de defensa que integre al mayor número posible de antiguas repúblicas soviéticas, y en la creciente colaboración con China, tanto en la Organización de Cooperación de Shanghai, que se ha consolidado en los últimos cinco años, así como en la coordinación ante potenciales conflictos diplomáticos como Irán o Corea del Norte. También, Moscú afronta la reforma de las fuerzas armadas rusas y de sus tropas de misiles estratégicas, y con su fulminante respuesta a la provocación georgiana del verano de 2008 (equipada con armas facilitadas por Washington, que dio su asentimiento a la agresión y a la guerra) trazó una clara línea roja a Estados Unidos.

Por otra parte, con Obama, los norteamericanos no han anulado los planes elaborados bajo la presidencia Bush sobre la ampliación de la OTAN y su intervención en áreas no cubiertas por el Tratado fundacional (como en Afganistán, por ejemplo), sobre la creación de nuevas bases militares en sus países satélites del Este europeo (trasladando instalaciones desde Alemania y otros países de la parte occidental del continente), sobre la militarización del espacio y, también, sobre la introducción de dispositivos militares agresivos en la gran región helada del Ártico. La negociación sobre el nuevo tratado que sustituya al START-1 es una de las pruebas de fuego para Obama (véase El Viejo Topo, nº 258-259), pero, para ser creíble el propósito que anunció de construir un mundo sin armas nucleares, Estados Unidos debería asumir de nuevo el ABM o aceptar abrir negociaciones encaminadas a elaborar un nuevo acuerdo que recoja su espíritu.

China es la gran prioridad de la política exterior norteamericana: Hillary Clinton ha reconocido que las relaciones bilaterales decisivas en el siglo XXI serán las de China y Estados Unidos. A mediados de febrero, el primer viaje exterior de la nueva secretaria de Estado fue a China. El periplo fue adornado con visitas paralelas a Japón y Corea del sur, tradicionales aliados, y a Indonesia, pero el destino clave era Pekín. No es de extrañar: Estados Unidos es el país más endeudado del planeta: la conjunción de la deuda del Estado, más la de sus empresas y la de las familias, asciende a setenta billones de dólares, con unos costes por el pago de intereses que, en la práctica, han quebrado el sistema norteamericano, que se sostiene por la constante impresión de moneda, de dólares-basura que entrega al mundo a cambio de bienes y productos, y por el recurso a la financiación exterior. Y la compra por China de bonos del tesoro es una premisa fundamental para la actividad gubernamental norteamericana. El doble déficit, comercial y fiscal, crea una situación que no puede sostenerse durante mucho tiempo. Esa era la clave del viaje de la secretaria de Estado.

En marzo de este año, el primer ministro chino, Wen Jiabao, hizo pública su preocupación por la seguridad de las reservas chinas en dólares, a la vista de la crisis norteamericana. De hecho, es una evidencia que el actual sistema le permite a Washington mantener grandes déficits y unos enormes gastos militares que, de otra forma, estarían fuera del alcance real de la economía norteamericana. Además, el cada día más precario y discutido papel del dólar como moneda de reserva internacional, llevó al gobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, a proponer la sustitución de la moneda norteamericana por los derechos especiales de Giro del FMI. También Rusia ha propuesto ideas semejantes, proponiendo la inclusión del yuan chino y el rublo, además del oro, en la cesta de divisas (dólar, euro, libra, y yen japonés) que define esos derechos especiales de giro. China posee más de dos billones de dólares en divisas, buena parte de ellas en bonos del tesoro norteamericanos (que ha accedido a seguir comprando), y está preocupada por el futuro de esos activos, y considera, además, que la insostenible función actual del dólar otorga injustificadas ventajas de todo tipo a Estados UnidosLa propuesta de crear una moneda internacional de reserva que sustituya al dólar fue rechazada por Obama, consciente de que ese paso supondría el principio del fin del predominio norteamericano.

Pese a todo, China sabe que no le interesa una crisis descontrolada del dólar que causaría severas pérdidas a sus reservas. Las diferencias entre ambos países sobre la forma de afrontar la crisis son notorias, y la tentación proteccionista, muy presente en el círculo de Obama, ha llevado a Washington a gravar con aranceles abusivos a los neumáticos chinos, por ejemplo, violando las disposiciones de la OMC, aunque declarando que Estados Unidos no desea una guerra comercial con China, y a presionar a Pekín, por la vía interpuesta de Gordon Brown, exigiendo que China “compre más en otros países”, como si esa circunstancia fuera una de las causas de la crisis económica mundial.

Frente a la impotencia del G-7, uno de los instrumentos tradicionales de intervención de Estados Unidos, la cumbre de junio en Ekaterinburg entre los principales dirigentes de Rusia, China, India y Brasil, donde se discutió la conveniencia de una nueva moneda de reserva internacional, indicaba también el nacimiento de un nuevo polo mundial.

La propuesta (lanzada desde círculos próximos al poder norteamericano –Brzezinski, por ejemplo, que aconseja a Obama– y que ha sido vista con suma preocupación por la Unión Europea y por Japón) de establecer un G-2, que fuera, de hecho, un directorio mundial para afrontar la crisis económica y los problemas globales, es rechazada por Pekín, que insiste en el multilateralismo como instrumento de colaboración internacional. Wen Jiabao consideró que la idea de un G-2 era un camino sin salida. Estados Unidos estaría tentado de establecer un directorio semejante, pero la relevancia política que tiene esa propuesta es que significa la admisión implícita de que el programa del unilateralismo norteamericano lanzado con Bush y de su predominio mundial en solitario (un siglo XXI americano) ha fracasado. De manera que Estados Unidos se mueve todavía entre la obligada renuncia a los planes de Bush, derrotados por la realidad, la necesidad de colaborar con China, y una inercia imperial que Obama no ha roto. Poco después de ser confirmado por el presidente, el secretario de Defensa, Robert Gates, aseguró ante el Senado que su país estaba preparado para afrontar “cualquier amenaza militar que pudiera venir de China”, como recogió el 27 de enero de este año el The New York Times. En marzo, el Departamento de Defensa norteamericano presentaba su informe sobre el poder militar chino donde criticaba la reforma y el desarrollo de su ejército y sugería que Pekín estaba cambiando su tradicional concepción estratégica (guerra exclusivamente en defensa de su propio territorio) por la posibilidad de librar guerras limitadas en su esfera de influencia próxima. La evidente tergiversación de la política exterior china fue tal que Pekín presentó una protesta diplomática. En relación con el arsenal nuclear, China, con ocasión de la solemne celebración del sesenta aniversario de la revolución, ha reafirmado, al igual que Rusia, su decisión de no ser jamás “el primer país en utilizar armas nucleares”. Estados Unidos se niega a contraer un compromiso semejante.

En febrero, el responsable de la Inteligencia norteamericana, Dennis Blair, presentó en el Senado el análisis de sus servicios, identificando la crisis económica como la principal amenaza, y a China e India como los países que concentrarán el poder en el mundo, a largo plazo, y, aunque reconoció que China trabaja para mantener buenas relaciones con el resto de grandes potencias y que su política exterior es pacífica, no dejó de llamar la atención sobre el creciente poder económico chino y el fortalecimiento de su Armada y del Ejército Popular, y recalcó el deseo chino de aumentar su influencia en el mundo. En ese sentido, el cambio político en Japón y la propuesta del nuevo primer ministro, Yukio Hatoyama, de crear una Comunidad de Asia oriental, dotada de una moneda común (que ya ha recibido el visto bueno de Pekín), es vista con suma preocupación en Washington. Obama está dispuesto a contar más con Japón, cuyo gobierno desconfiaba de los pasos dados por Bush en el tratamiento de la desnuclearización de la península coreana. Las negociaciones con Pygongyang son otro de los puntos de fricción entre Pekín y Washington.

Al mismo tiempo, Estados Unidos mantiene la presión en otros escenarios: juega la carta de Taiwan, y dispone de portaaviones de propulsión nuclear para controlar la zona, dotados de decenas de aviones de combate, con bases permanentes en Japón. En su reunión con Clinton en Washington, el ministro de exteriores chino, Yang Jiechi, insistió en la apuesta china por la colaboración, pero no olvidó mencionar que Estados Unidos debe ser cuidadoso en la cuestión de Taiwan (y en el tratamiento de los asuntos relacionados con el Tibet), recordando el compromiso norteamericano con la idea de “una sola China”. La victoria del Kuomintang en las elecciones taiwanesas ha fortalecido la cooperación entre ambos lados del estrecho, y debilitado las posiciones independentistas que durante mucho tiempo han sido estimuladas por Estados Unidos. El encuentro entre Obama y Hu Jintao sirvió también para relanzar la cooperación y la discusión sobre asuntos militares: Pekín tenía muy presente que, con el gobierno Bush, una de las últimas decisiones de Washington había sido la venta de nuevo armamento a Taiwan por valor de casi siete mil millones de dólares. Al mismo tiempo, Washington asiste con impotencia a la consolidación de la Organización de Cooperación de Shanghai, OCS, aunque todo indica que su papel seguirá aumentando en Asia, y en el mundo.

En otras regiones Obama ha reactivado su política exterior: a finales de julio, Hillary Clinton anunciaba el “retorno” de Estados Unidos a los escenarios del sudeste asiático, a través del impulso de una nueva relación con la ASEAN (formada por diez países del sur de Asia, entre ellos Indonesia, Malasia, Filipinas, Birmania, Tailandia y Vietnam), decisión que venía a ser un reconocimiento implícito del retroceso norteamericano en la zona y la proclamación del deseo de contener a China, cuyos lazos e influencia han aumentado considerablemente en el sudeste asiático.

Las exageradas y grandilocuentes alabanzas de la prensa europea al nuevo presidente norteamericano, ocultan la realidad de un verdadero espejismo Obama. Porque no hay, en lo sustancial, una nueva política exterior norteamericana, al margen de las rectificaciones forzadas por la evolución de los conflictos. Con la nueva presidencia, la política exterior norteamericana es la continuación de la anterior etapa, aunque con expresiones más moderadas, y el multilateralismo de Obama es, más que una decisión de su gobierno, una obligada revisión que Washington no tiene más opción que adoptar, ante la evidencia de que Estados Unidos, durante los ocho años de Bush, ha fracasado en su intento de imponer su visión mesiánica del papel norteamericano en el mundo, y que el desastre del unilateralismo y la continuación de las guerras de Iraq y Afganistán (¡ocho años después!) han precipitado la crisis, poniendo de manifiesto ante el mundo que el inicio de la decadencia norteamericana no es una hipótesis de futuro, sino una precisa fotografía del momento histórico.

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Epígrafe

Las agrupaciones políticas y las autoridades ejecutivas son incapaces de entender las implicaciones que tienen estos asuntos. A pesar de que recientemente han iniciado un reconocimiento parcial de los peligros más obvios que amenazan al ambiente natural de nuestras sociedades, parecen estar satisfechos con plantearse la contaminación industrial desde un punto de vista tecnocrático. Sin embargo, lo cierto es que solo un planteamiento que pueda enlazar lo ético con lo político -lo que yo llamo ecosofía- y que empate los tres registros ecológicos (el ambiente natural, las relaciones sociales, y la subjetividad humana) sería capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. […] Lo que está en juego es la manera en que vivimos en este planeta.

Félix Guattari (The Three Ecologies)

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