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Los indignados

December 26, 2011 By Irizarry

Cuatro factores han sido claves en esta expansión de los indignados. El desempleo juvenil. La insultante desigualdad entre un puñado de muy ricos y amplias masas en condiciones de pobreza. La revolución de las telecomunicaciones. La mediocridad y corrupción de las clases políticas.

Aceptemos esas causas como inmediatas, aparentes y obvias. Pero entonces hay que plantear varias otras cosas.

Una es que la mediocridad y la corrupción de las clases políticas no se pueden entender al margen del aparato de Estado y gobierno que las requiere, cobija y reproduce, pues son Estado y gobierno impermeables en manos de las cúpulas del capital financiero transnacional, cada vez más represivos en sus funciones e intransigencias. Otra es que la insultante desigualdad no es consecuencia de la avaricia individual, condición subjetiva que se puede corregir, sino efecto y proceso estructural de la acumulación capitalista actual. Sin duda se exacerba en este periodo de inestabilidades y extremos especulativos inevitables (que los gobiernos permiten y provocan) pero no es algo que sea nuevo. El desempleo juvenil, por otra parte, es parte de la reestructuración de los ejércitos de reserva de mano de obra que ocurre a escala global. Eso es capitalismo funcionando como funciona el capitalismo. Las precariedades y despojos redistribuidos trascienden a los sectores más jóvenes, aunque puede que se sientan más agudos ahí, en la medida en que se sigue reorganizando la división internacional del trabajo, y se reiteran y actualizan las expropiaciones de siempre. Se reiteran esas expropiaciones, y se inventan y refuerzan otras: vean lo que sucede con la agricultura en manos de las transnacionales de los cultivos transgénicos (expropiación radical, genética, de las semillas).

Estamos desde hace rato en otra ronda de acumulaciones originarias renovadas, necesarias para la reproducción ampliada de los capitales en sus crisis: expropiar para acumular y controlar como se pueda, a pesar de todo y sin que importen las consecuencias para todos nosotros los otros, y eso incluye la reorganización de la fuerza de trabajo. Es es el mismo proceso de expropiaciones reiteradas que se repite en lo económico y en lo político en medio de todas las variaciones ideológicas (incluyendo la formalidad actualizada de la democracia neoliberal y la de los consumos aceptados en sus procesos políticos y económicos, que son las dos caras de la misma moneda que seguimos intercambiando).

Ni hablar de las maniobras que se siguen imponiendo a favor de las austeridades presupuestarias en contra de las redes de apoyo social que apenas subsisten, bonito negocio que sigue expropiando lo poco que queda en manos de los muchos para aumentar lo mucho que se concentra en manos de los pocos, con el Estado como negociante unilateral y mediador de las transacciones de ese saqueo, en los espacios nacionales e internacionales, ligados en sus redes de exigencias transnacionales desde arriba. La deuda que se quiere resolver desde arriba es expropiación, a través de los cobros de los intereses y de las imposiciones de reorganizaciones productivas y políticas, y eso no es nuevo, y permite la apropiación de bienes y recursos desde arriba – todo es deuda, sí, pero para nosotros que sguimos perdiendo el fruto del esfuerzo de trabajo. Vean además lo que a todas luces se sigue desarrollando como una escolarización de la exclusión mediante la privatización de esa escolarización y las alzas en los costos de acceso a lo que queda de una escolarización pública. ¿Cuál fuerza de trabajo se impone en todo esto, y quiénes somos entonces la “clase obrera”? En ciertos sentidos muy concretos y reales las fronteras de esa clase se exienden y diluyen al mismo tiempo que se universalizan y se hacen precarias. Al mismo tiempo, las condiciones del trabajo asalariado son tales que no solo se borra la distinción entre vida “privada” y tiempo de trabajo, sino que se llega al punto en el cual no hacen falta máquinas ni líneas de ensamblaje encajonadas en edificios para definir una condición fabril. Nuestros cuerpos son las máquinas, en un contexto en el cual las redes de producción y reproducción del capital, y de la fuerza de trabajo, son multinacionales. La fragilidad de las condiciones de existencia asalariada se confunde con las múltiples capas de las economías informales, y a eso se añade la dificultad creciente de entrar en el mercado de trabajo. Ni hablar de los desplazamientos forzados que se encubren en los flujos de las migraciones, legales e ilegales. En todo esto se multiplican así las poblaciones chatarra de precariedad extrema, así como las poblaciones desechables y de maniobra, y se extienden las fronteras sociales de la pauperización (absoluta y relativa), de la clausura de oportunidades disponibles en los mercados de trabajo, de las expropiaciones y de la negación de las conidiciones mínimas de vida. Entonces vuelvo a preguntar: ¿quiénes somos la clase obrera? Hay que pensar que es flujo, pero anudado en las confusiones, precariedades y en las expropiaciones de todos aquellos que solo pueden vender lo que tienen, que es su fuerza de trabajo Todo esto es causa y consecuencia, tácticas y estrategias, imposiciones y resistencias, de las luchas de clases que llegan desde arriba: buscan debilitar las resistencias posibles al mismo tiempo que las provocan con la apuesta de poder manejarlas (pero eso depende de las resistencias).

La revolución de las telecomunicaciones ciertamente facilita la velocidad y la consistencia posible del esparcimiento de las revueltas y resistencias, y promete (tal vez) la posibilidad de una coordinación más contundente (pero eso depende de lo que se quiere y se busca, y eso tal vez no se sabe). Tarde o temprano se llega al hecho del Estado, el hecho de que es el Estado en todas su dimensiones formales e informales (“públicas” y “privadas”, de “sociedad política” y “sociedad civil”) lo que insiste agresivamente en la reproducción de las redes de las explotaciones y expropiaciones que se hacen intolerables, y esa reproducción a través de lo político y la política dominante raya en la proliferación de gobiernos deslegitimados que persisten en su impermeabilidad inamovible. Eso plantea, se quiera o no, otro horizonte: la necesidad de otra política que conduzca a un gobierno radicalmente democrático en contra del Estado. Hay muchas indignaciones que olvidamos o que no reconocemos porque no encajan en las intenciones de mantenimiento reformista de los ajustes imaginarios. Los reformismos posibles hace ya rato que se han agotado, no tienen espacio viable. O nos planteamos un gobierno radicalmente democrático en contra del Estado que abra otros procesos de soberanía desde abajo, o nos quedamos en las mismas ruedas infernales de lo que el capital permite y quiere, y logra.

No hay que olvidar dos aspectos en todo este proceso. Lo primero es que no basta con marchas y plantones de ocupaciones que no pueden ser permanentes. Son apenas un primer paso posible de movilización y replanteamiento de lo político existente en la búsqueda de otra política, de otras formas de luchas y de actuaciones alternativas sostenidas. Lo segundo es que a escala global seríamos ingenuos si no vemos que muchas de las revueltas también pueden ser parte de un proceso de recambio de los autoritarismos, y que el Estado existente en todas partes tiene todavía la plena capacidad para reprimir, desgastar, desmantelar y deshacer las resistencias. Los autoritarismos fascistizados del Norte occidental siguen su curso acelerado. En Oriente vemos que son muchas las fuerzas que combaten en contra de los regímenes actuales: está el apoyo geoestratégico selectivo del neoliberalismo imperial en nombre de las libertades abstractas de ese mismo neoliberalismo, y están las reconstituciones pretendidas de los fundamentalismos religiosos en medio de luchas por dominio sectario, todo ello junto a las fuerzas de otra búsqueda democrátca. No hay desenlace garantizado.

Acá, en el Norte occidental, estamos lejos de una perspectiva de resistencia que enfoque claramente lo que está en juego. No basta con cambiar las clases políticas, ni las capas administrativas de las finanzas, sin desmantelar los aparatos económicos y políticos que promueven y requieren de las corrupciones y las avaricias propias del neoliberalismo, y eso es entonces plantearse un anticapitalismo como proceso actual, en un momento en el cual lo reformista bien puede amenazar con convertirse en revolucionario, y en que lo revolucionario que brota se puede seguir dejando ahogar por las ilusiones reformistas. En todo este proceso -como ha ocurrido anteriormente- todo ocurre como si los peores enemigos de la izquierda siguen legando desde la izquierda. No hay que olvidar tampoco que este capitalismo de casino va de la mano con el capitalismo de las mafias, con la narcoestatización tendencial que sirve además de pretexto para implantar desde arriba una condición de guerra civil, y de guerra abierta del Estado en contra de sus propias poblaciones, como lo excepcional normalizado en formas militarizadas (México y Centroamérica son ejemplos claros, no exclusivos, ni se limita esto al Sur). Todo anda de la mano. Si tocamos un punto de presión en el tejido de la crisis actual tarde o temprano los tocamos todos. Ya veremos.

Esto es por ahora pantano espantoso, otra manera de existencia de las implosiones infinitas en las cuales se reproduce este capitalismo a través de las desigualdades que lo constituyen y mantienen. Hueco negro es, y el colapso no está programado. Esto no se cae. Esto hay que aplastarlo ( eso no es un acto, sino un proceso). Una crisis aún más agudizada (que podemos prever, pues ya sugiere su perfil), sin resistencias capaces de imponer alternativas, solo puede conducir a un autoritarismo fascisitizado endurecido. Eso es lo que vemos. Las derrotas nos siguen costando décadas, generaciones. Mientras tanto, el planeta fallece paso a paso. No sabemos cuál es la vida que es y debe ser nuestra. Qué lástima.

http://www.jornada.unam.mx/2011/12/24/index.php?section=economia&article=023a1eco

Los indignados
Gustavo Gordillo
“Por ser capaz de capturar y enfatizar el sentido global de una promesa incumplida, por haber inquietado a gobiernos y al sentido común, por combinar las más antiguas de las técnicas con las más modernas de las tecnologías para iluminar la dignidad humana y finalmente por canalizar al planeta hacia un curso más democrático aunque también más peligroso para el siglo XXI el indignado (el protestante sería la traducción literal) es la persona del año 2011 de la revista Time.”

Con esto esta influyente revista estadunidense constata lo que ha venido ocurriendo a lo largo del año.

El contagio de las movilizaciones ciudadanas ha seguido un itinerario sintomático. Empiezan en una de las regiones caracterizadas por dictaduras represivas y sangrientas. Con unos cuantos días de diferencia se incendian Argelia, Túnez, Egipto, Marruecos, Yemen, Libia y Siria. Los resultados han sido desiguales. El gran dilema que emerge: ¿cómo mantener el impulso de la movilización al tiempo que se construyen nuevas instituciones y cómo evitar que les escamoteen el triunfo a las masas juveniles? En Egipto un cierto desencanto lleva a un cirujano participante en las luchas a exclamar: los jóvenes hicieron que la revolución ocurriera, pero se las entregamos a los adultos mayores. No tuvimos confianza en nosotros. (Time, diciembre 26-2011)

El contagio se extiende en mayo a España, luego a Gran Bretaña y Grecia. Ahí el centro de la movilización está vinculado con el desempleo, la desigualdad y el desencanto con la democracia. De ahí el lema de democracia real. Las movilizaciones avanzan en lugares insospechados como Israel y Tíbet. En la India el activista y líder espiritual Anna Hazare anima una vasta movilización contra la corrupción; lucha que retoman después los brasileños.

Ante los signos incontrovertibles del incremento de la desigualdad hay un nuevo impulso a las luchas por la justicia social desde los estudiantes chilenos hasta los “ocupas” de Wall Street y de otras ciudades estadunidenses. China no se libra de movilizaciones que rechazan planes de infraestructura implantados sin consultar a la gente. Hace unos días otro país aparentemente silenciado (Rusia), explota en movilizaciones –como respuesta a las elecciones fraudulentas–, agrupadas alrededor del lema contra Putin y su partido: Son el partido de los truhanes y los ladrones.

¿Qué hay de común en todas estas movilizaciones? La rabia ante la impunidad y la corrupción, y la decisión de no tolerarla más. Punto.

Cuatro factores han sido claves en esta expansión de los indignados. El desempleo juvenil. La insultante desigualdad entre un puñado de muy ricos y amplias masas en condiciones de pobreza. La revolución de las telecomunicaciones. La mediocridad y corrupción de las clases políticas.

Aun con regímenes políticos tan distintos los rasgos señalados hacían previsible que por contagio creciera como marea la protesta popular. El manifiesto de Stephane Hessel (2009), un ex combatiente de la Resistencia francesa frente al nazismo, llamando a los jóvenes a indignarse causó enorme efecto en Europa y más allá justo porque resumía el estado de ánimo y una propuesta central que ha recorrido todas las movilizaciones de 2011: indignación no violenta.

Cada movilización ha tenido sus propios Hessel. Como lo resumió Regis Debray en el Nouvel Observateur (3/3/2011): Fervor poético, intransigencia moral y moderación política: bella ecuación que impacta y detona.

¿Con cuál de las tantas famosas frases concluir este año?

Nosotros no somos anti-sistema sino ustedes son anti-nosotros; o tal vez siguiendo al disidente chino Ai weiwei: El cambio vendrá del corazón de los jóvenes.

El sentido de nuestros tiempos es la indignación moral con su correlato en las acciones heróicas.

Y como dijera el gran filósofo Yogi Berra: Esto no se acaba hasta que se acaba.
http://gustavogordillo.blogspot.com/ – http://twitter.com/gusto47

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El capitalismo es el auténtico problema

November 27, 2011 By Irizarry

 La verdadera prueba de su valor es lo que queda al día siguiente, de qué manera cambiará nuestra vida diaria.

Los manifestantes deberían enamorarse del trabajo duro y paciente: son el comienzo, no el fin. Su mensaje fundamental es: se ha roto el tabú; no vivimos en el mejor de los mundos posibles; estamos autorizados, incluso obligados, a pensar en alternativas.

 

Tarde o temprano se llega al hecho de que el Estado siempre es lo que está en juego, y siempre está en juego el capitalismo protegido y reproducido por ese Estado. Eso lo saben los que ocupan los puestos administrativos del poder, y si acaso no lo entendemos, que contesten ellos por qué hay tanta represión, y tantos esfuerzos de rechazo y desprestigio, en contra de lo que a todas luces es un movimiento aparentemente tan desarticulado. Tal vez el miedo sea su consigna: somos el 99%. En España y otras partes de Europa: Democracia Real Ya (el 15M, que precede al Ocupa Wall Street). Tienden a ir en contra de la mercantilización desastrosa de la vida cotidiana, en contra de las imposiciones y despojos del capital financiero y sus imposiciones presupuestarias en el Estado neoliberal (que acaban de desmantelar lo que quedaba de las redes de apoyo social), en contra de todas las regimentaciones fabriles que se nos imponen. Tal vez sea que esas consignas se levantan en medio de la crisis más profunda del capitalismo (de este neoliberalismo imperial) desde la tercera década del siglo pasado, crisis internacional (en los focos financieros y políticos del Norte occidental), y que esas consignas tienen como coincidencia revueltas y movimientos en varios países. Tal vez sea lo que las consignas buscan aglutinar a través de sus acciones (las marchas y las ocupaciones) y sus modos de comunicación y difusión (sus páginas electrónicas y el uso de los medios sociales de internet) (1). Todo eso, más allá de momentos iniciales de búsquedas, encuentros y acciones primeras, bien podría desatar revueltas que no tienen que ser pasajeras, si acaso desarrollan suficiente perspectiva como para coordinar y mantener reclamos con prácticas concentradas y consistentes que tengan valor estratégico antisistémico.

Ya se ha comentado que es una convocatoria muy amplia y novedosa (2) y su importancia percibida (en el contexto estadounidense) se mide también en los términos de la política y lo político existente como una dificultad en medio de los compromisos políticos institucionales imposibles que se siguen buscando (3). Provoca además alusiones e ilusiones de momentos revolucionarios de otra época (4), las revoluciones europeas de 1848, las revueltas del 1968. Hay además reclamos de inclusión de clase como medio y salida de esta manifestación imprevista de la crisis actual (5), y reformulaciones más radicales de los discursos políticos liberales clásicos, abundantes tanto en las declaraciones de los mismos movimientos como entre varios que los apoyan (6). Todo ello es racimo de esperanzas (¿para quién, para qué?), pero no es suficiente aunque sea necesario.

Sí, todo esto es cierto, pero no explica ni promete gran cosa todavía, aparte de lo que ha seguido siendo la existencia por ahora testaruda de la revuelta. El movimiento, la revuelta, existe, y eso es lo reiterado. El asunto es que plantear los derechos de la humanidad tiene que pasar por la recuperación y replanteamiento de lo que el capital y su Estado expropian y reconstituyen constantemente a su imagen y semejanza. Tarde o temprano se llega al hecho de que el Estado siempre es lo que está en juego, y siempre está en juego el capitalismo protegido por ese Estado, y eso lo saben los que ocupan los puestos administrativos del poder. Por eso reprimen con todas las justificaciones y excusas disponibles.

¿Cuáles compromisos de ajustes reformistas, que sean paliativos en contra del neoliberalismo (en su crisis de una reconstitución buscada), puede efectuar el capitalismo actual sin dejar de ser capitalismo? La revuelta actual parece concentrarse en los sectores que bien podemos llamar el ejército de reserva de mano de obra (post)industrial que el mismo capitalismo requiere, proceso inevitable que es parte de la redistribución de las divisiones del trabajo a escala internacional propia del neoliberalismo, y que produce todas las jerarquías, exclusiones y precariedades cotidianas que afectan a porciones crecientes de las poblaciones de los países industriales (en los Estados Unidos: una tercera parte de la población ya se considera pobre, en otros países industriales la proporción es mayor), lo cual incluye a las fracciones más cercanas a los desalojos y expropiaciones absolutas (7). ¿Es posible que otros sectores de clase (y de “raza” y “nación”) sean capaces de asumir esas consignas de igualdad, de respeto, de dignidad económica y política? ¿Olvidamos que las revueltas y las revoluciones del 1848 y del 1968 resultaron, en sus insuficiencias, incertidumbres y fracasos, en endurecimientos y restauraciones autoritarias, y que actualmente ya vivimos un proceso de fascistizaciones actualizadas? ¿Olvidamos –o no reconocemos- que lo que se ha fortalecido a corto plazo es la derecha fascistizada y fundamentalista, y sus correspondientes afiliados del centrismo derechista neoliberal en todas las variaciones conservadoras y neoconservadoras (a pesar de las retóricas de compromiso electoralista), en el momento actual de una crisis de representación latente y explosiva? ¿Quién se las cree?  Por otra parte y por eso: ¿qué se busca pescar en este río revuelto: apoyos electorales, justificaciones adicionales para ampliar los autoritarismos renovados? ¿Será posible un replanteamiento de los discursos y prácticas de las políticas y de lo político reinante, una conquista de lo diferente? A corto plazo y por ahora no parece ser probable, aunque puede que sea posible. Lo otro, indispensable, es que esta revuelta tiene que lograr la articulación sus dimensiones internacionales, multinacionales. Si el capitalismo es el auténtico problema, entonces hay que reconocer que ese capitalismo es neoliberalismo y que ese neoliberalismo es transnacional, multinacional. La resistencia no puede ser otra cosa.

No puedo dejar de pensar en un viejo filósofo y militante maldito, en medio de todo esto (8). No es asunto, decía él, de “ampliar” la política existente, sino de saber escuchar la política allí donde nace y se hace, de buscar sus nuevas formas, consecuencias y objetivos (alternativos). Toma de posición es y siempre ha sido todo esto. Podemos estar de acuerdo en que algo nace ahora, pequeño e indeseado bastardo para los institucionales y burócratas del poder (actuales y virtuales, deseosos de lo mismo a su manera). Decía ese filósofo militante además que la trampa número uno es el Estado, todas las asociaciones convergentes y sus réplicas posibles que se siguen encontrando y buscando en el ámbito ese Estado. ¡Esa voz nos llega desde 1978, cuando se constataba el surgimiento de nuevas formas y convergencias de luchas! ¿Qué ha pasado, que seguimos resbalando en los mismos desfiladeros (desde entonces, y antes y ahora)?

Esa es otra crisis subterránea que hay que plantear, recorrer y reconocer una vez más en este proceso actual, a nuestro modo y manera. Lo otro, lo que sigue si acaso ello no es posible, es tenebroso. Habrá que despojarse de los reciclajes permanentes del presente que impiden y desplazan el recuerdo, de las sedimentaciones de las Nociones Maestras de la Verdad a las cuales nos hemos acostumbrado, de las mediaciones mediáticas de los poderes, de los ecos de las sirenas que no mueren, si acaso es que queremos descubrir los próximos pasos de lo posible, y ello requiere reconocer que tarde o temprano se llega al hecho de que el Estado siempre es lo que está en juego, y siempre está en juego el capitalismo protegido por ese Estado. Hace falta otra cosa, y hay que darle su nombre, sin miedo. No son las revoluciones del 1848 en Europa lo que hay que evocar. Es la otra, la del 1871, la de la Comuna de Paris. Esto que vivimos dista mucho de ser revolucionario, pero es el fantasma de lo revolucionario lo que asusta (a todos) pues siempre es tendencia latente. Ya veremos. Se nos va la vida en esto.

http://www.elciudadano.cl/2011/11/26/44571/el-capitalismo-es-el-autentico-problema/

El capitalismo es el auténtico problema
¿Qué hacer después de las ocupaciones de Wall Street y de tantos otros lugares? Uno de los grandes peligros que acechan a los manifestantes es que se enamoren de sí mismos.
En San Francisco, donde se hicieron oír los ecos de la ocupación de Wall Street, esta semana un hombre se dirigió a la multitud para invitarla a participar como si se tratase de un happening al estilo hippie de los años 60 : “Nos preguntan cuál es nuestro programa. No tenemos programa. Estamos aquí para pasarla bien.” Los carnavales son baratos.
La verdadera prueba de su valor es lo que queda al día siguiente, de qué manera cambiará nuestra vida diaria.

Los manifestantes deberían enamorarse del trabajo duro y paciente: son el comienzo, no el fin. Su mensaje fundamental es: se ha roto el tabú; no vivimos en el mejor de los mundos posibles; estamos autorizados, incluso obligados, a pensar en alternativas.

En una especie de tríada hegeliana, la izquierda occidental ha dado un giro completo: después de abandonar el “esencialismo de la lucha de clases” por la pluralidad de las luchas antirracistas, feministas y de otro tipo, el capitalismo claramente está resurgiendo como el auténtico problema.

Por eso, la primera lección que debemos aprender es: no le echemos la culpa a la gente.

El problema no es la corrupción o la codicia, el problema es el sistema que nos empuja a ser corruptos.

Tenemos por delante un largo camino y pronto tendremos que ocuparnos de las preguntas difíciles. ¿Qué organización social pude reemplazar al capitalismo existente? ¿Qué nuevo tipo de dirigentes necesitamos? ¿Qué órganos, incluidos los de control y represión? Las alternativas del siglo XX no funcionaron.

Aunque es emocionante disfrutar de los placeres de la “organización horizontal” de las multitudes que protestan con solidaridad igualitaria y debates libres de final abierto, también deberíamos tener presente lo que escribió G.K. Chesterton: “El mero hecho de tener una mente abierta no significa nada; el objetivo de abrir la mente, así como el de abrir la boca, es volver a cerrarla sobre algo sólido”.

Esto vale también para la política en épocas de incertidumbre : los debates de final abierto tendrán que aglutinarse no sólo en algunos significantes maestros nuevos sino también en respuestas concretas a la vieja pregunta leninista: “¿Qué se ha de hacer?” Los ataques conservadores directos son fáciles de responder. ¿Las protestas son antiamericanas? Cuando los fundamentalistas conservadores afirman que Estados Unidos es una nación cristiana, uno debería recordar lo qué es la cristiandad: el Espíritu Santo, la comunidad libre e igualitaria de creyentes unidos por el amor. Los manifestantes son el Espíritu Santo, mientras que en Wall Street los paganos adoran ídolos falsos.

¿Los manifestantes son violentos? Es cierto que su mismo lenguaje pudiera parecer violento, pero son violentos sólo en el sentido en que Mahatma Gandhi era violento. Son violentos porque quieren cambiar cómo son las cosas. ¿Pero qué es esta violencia comparada con la violencia que se necesita para asegurar el funcionamiento sin sobresaltos del sistema capitalista mundial?

Por Slavoj Zizek
The Guardian
*Traducción de Elisa Carnelli

1. Vean, por ejemplo:

http://occupiedmedia.us/

http://wearethe99percent.tumblr.com/

2.  De Angela Davis: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=139958&titular=el-99%-una-comunidad-de-resistencia-
“En el pasado, la mayoría de los movimientos han apelado a comunidades concretas – trabajadores, estudiantes, comunidad negra, latinas/latinos, mujeres, colectivos LGTB [lesbianas, gays, transexuales, bisexuales], pueblos indígenas – o han cristalizado en torno a cuestiones específicas como la guerra, el medio ambiente, los alimentos, el agua, Palestina o el complejo penitenciario industrial. Con el fin de reunir a quienes estaban vinculados a estas comunidades y movimientos, hemos tenido que comprometernos en difíciles procesos de formación de coaliciones, negociando el reconocimiento por el que se afanan comunidades y reivindicaciones.
En una configuración asombrosamente diferente, este nuevo movimiento de “Ocupa…” se imagina a si mismo como la más amplia comunidad de resistencia: el 99% frente al 1%. Es un movimiento desarrollado desde el principio contra los sectores más opulentos de la sociedad: los grandes bancos e instituciones financieras, los ejecutivos de empresa, de salarios obscenamente desproporcionados respecto a las ganancias del 99%. Me parece que una cuestión como el complejo penitenciario industrial la recoge ya implícitamente esta congregación del 99%.”

3.  De Robert Reich: http://campaignstops.blogs.nytimes.com/2011/11/24/looking-beyond-election-day/?hp
“A vast gulf separates Tea Party Republicans from the inchoate Wall Street Occupiers. The former disdain government; the latter hate Wall Street and big corporations. The Tea Party is well organized and generously financed; Occupiers are relentlessly disorganized and underfunded. And if the events of the last two weeks are any guide, Occupiers probably won’t be able to literally occupy public areas indefinitely; they’ll have to move from occupying locations to organizing around issues.
But the two overlap in an important way that provides a clue to the first characteristic of the new politics. Both movements are doggedly anti-establishment — distrusting politically powerful and privileged elites and the institutions those elites inhabit.”

4.  De Roger Burbach, en Counterpunch: http://www.counterpunch.org/2011/11/22/a-global-revolt/
“Two comparable uprisings have rocked the course of history:

The revolutions of 1848 in Europe—known as the Spring Time of the Peoples—challenged monarchs, aristocrats and autocrats alike as Karl Marx and Frederick Engels penned the Communist Manifesto. Disturbances and revolutions occurred in more than 50 countries and thousands died with untold numbers fleeing abroad.
Then, exactly one century and two decades later, a broad anti-systemic movement roiled the globe on many fronts: the Tet offensive in Vietnam, the global anti-war movement, the student and worker uprising in Paris, the Prague Spring in Czechoslovakia, the riots in Chicago at the Democratic convention and the Mexican student protests that led to the massacre at Tlateloco Plaza.”

5.  De Ralph Nader: http://www.nader.org/index.php?/archives/2332-Let-Them-In!.html
“It has been said repeatedly that the Occupy Wall Street movement has no specific agenda. Look at their signs and banners. It is obvious; they want IN. They no longer want to be excluded, disrespected, unemployed, defrauded, impoverished, betrayed and in big and small ways OUT.They want justice, opportunity and, as the ancient Roman lawyer Marcus Cicero advocated for, the freedom to participate in power.”

6. De Michael Moore:

http://michaelmoore.com/words/mike-friends-blog/where-does-occupy-wall-street-go-here

7. Vean: http://monthlyreview.org/2011/11/01/the-global-reserve-army-of-labor-and-the-new-imperialism

8. Althusser

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Epígrafe

Las agrupaciones políticas y las autoridades ejecutivas son incapaces de entender las implicaciones que tienen estos asuntos. A pesar de que recientemente han iniciado un reconocimiento parcial de los peligros más obvios que amenazan al ambiente natural de nuestras sociedades, parecen estar satisfechos con plantearse la contaminación industrial desde un punto de vista tecnocrático. Sin embargo, lo cierto es que solo un planteamiento que pueda enlazar lo ético con lo político -lo que yo llamo ecosofía- y que empate los tres registros ecológicos (el ambiente natural, las relaciones sociales, y la subjetividad humana) sería capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. […] Lo que está en juego es la manera en que vivimos en este planeta.

Félix Guattari (The Three Ecologies)

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Juana Molina

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