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Resistencia contra minería y monocultivos – El Estado como molino de viento

February 21, 2010 By Irizarry

En el fondo de estos conflictos laten dos modos de estar en el mundo. El concepto de “desarrollo”, tan apreciado por las izquierdas, no pertenece al universo conceptual de los pueblos originarios del continente. […] Creo que un país, un Estado-nación, tiene una lógica por la cual no puede carecer de un modelo de producción que le garantice estabilidad, previsibilidad, garantías de poder cumplir con su objetivo central que es la reproducción del Estado, o sea de las relaciones sociales que podemos llamar estatalidad. Los Estados, como toda institución, son relaciones, modos de hacer; no cosas u objetos. El objetivo de cualquier Estado es seguir siendo Estado, reproducir las relaciones sociales que hacen la estatalidad. Son profundamente conservadores, y eso es intrínseco al Estado. […] Una diferencia clave es que el Estado-nación es una relación social capitalista; la comunidad no es capitalista, es comunidad. El Estado existe para la acumulación de capital; la comunidad para la comunidad, para perpetuar el tipo de relación entre sus miembros y, por tanto, con el llamado entorno. El Estado sobrevive depredando el entorno; la comunidad sólo sigue siendo si lo conserva.

Lástima, que no tenemos indígenas en la isla, que no somos indígenas, o que nos olvidamos que tal vez seguimos siendo indígenas en tantos y muchos aspectos, muy a pesar nuestro.

Vale la pena no olvidar las luchas ignoradas, pues logran recordar lo que está en juego. Las lecciones son muchas, especialmente las que apuntan a la realidad del poder del Estado. Arrojan mucha luz sobre el Estado.

Aquí y ahora, para nosotros, mientras se buscan diálogos y pactos con el gobierno de un Estado neoliberal impermeable, mientras nos empantanamos con las políticas policiacas de un poder que lo único que busca es militarizar la vigilancia e imponer estados de sitio selectivos, amparando a los narcopolíticos y cultivando los elementos de narcoestado que claramente afloran y nos encierran, mientras seguimos obviando las expropiaciones y la múltiples explotaciones que aceptamos y mantenemos, vale la pena no olvidar las luchas ignoradas.

Puede que se piense que esas luchas no tienen que ver con nosotros. Eso sería reflejo condicionado de nuestro ambiente de consumo físico y mental, afectivo y profundo. ¿No tienen que ver con nosostros? Seguimos entregando los recursos que quedan, nos olvidamos que somos isla, aceptamos las nuevas propagandas del despojo actual bajo las etiquetas demagógicas del mercadeo de la “bio-isla” como si fuese la gran solución de “desarrollo” (pero es la actualización neoliberal del monocultivo, esta vez mucho más peligroso y pernicioso). Seguimos pensando que se puede arropar la isla de cemento indiscriminadamente, nos tragamos los cuentos de que el problema son los gastos del Estado en vez de preguntar por qué no hay los ingresos necesarios (pues eso toca el tema incómodo de la economía que tenemos y de las estrategias de desarrollo posibles que no sean las que vivimos), y no preguntamos con fuerza y lucidez suficiente por qué se privilegia siempre al capital en vez de plantearse qué es lo que necesita la gente cada vez que la crisis inevitable se agudiza …

Lo que está en juego es el modo de convivencia, de comunidad, lo que tenemos y lo que necesitamos como alternativa, no porque existan agendas escondidas financiadas desde el exterior (esos son los miedos reiterados de siempre), sino porque ya no podemos seguir soportando las agendas neoliberales que se hacen viables a través de un Estado que no es nuestro (y que recibe mucho financiamiento, multinacional, el de los poderosos) y que busca imponer las ganancias de las empresas sin que importen las cosecuencias.

En eso sí que todos somos indígenas, en las explotaciones que se siguen imponiendo, aunque no se vea ni se acepte, en eso de que las luchas necesarias tienen que ver con las posibilidades de vida de la isla, en contra de ese Estado (y su gobierno) y de las agendas neoliberales.

¿Cuál comunidad es posible, que no esté sujeta a los imperativos del Estado neoliberal, o de cualquier otro Estado que pretenda ser opción? ¿Soberanía? Eso debería ser la gente, de la gente, algo comunitario, no otro embeleco jurídico. Lo otro entonces se conquista …

http://www.jornada.unam.mx/2010/02/20/oja154-zibechi.html

Resistencia contra minería y monocultivos
El Estado como molino de viento

Raúl Zibechi

Si hay algún fantasma recorriendo América Latina, por recuperar la célebre frase que encabeza el Manifiesto Comunista, es el de la resistencia india comunitaria, en sierras y selvas, y ahora muy especialmente en la Amazonia sudamericana. En los últimos años, naciones enteras resisten la expansión de la minería y la explotación de los hidrocarburos, así como los monocultivos que devoran las tierras nativas. Esa resistencia ha sido tan potente en el Perú neoliberal de Alan García como en la Venezuela bolivariana de Hugo Chávez y en el Ecuador de la revolución ciudadana de Rafael Correa.

Todos recordamos la masacre de Baguá (Perú), donde miles de indígenas resistieron en nombre de la vida, eso que nosotros llamamos naturaleza, hace unos meses, la política oficial de promover la explotación de la Amazonia. La masacre perpetrada el Día Mundial del Medio Ambiente, 5 de junio, forma parte de una larga guerra por la apropiación de los bienes comunes, apoyada en la firma del TLC entre Perú y Estados Unidos. Los hechos del 5 de junio dejaron un centenar de heridos de bala y entre 20 y 25 muertos por el empeño de parcelar 63 millones de hectáreas en grandes propiedades para facilitar el ingreso de los negocios multinacionales.

A fines de septiembre se registró un nuevo levantamiento indígena en Ecuador, esta vez en defensa del agua, amenazada por la minería a cielo abierto. Las organizaciones indias se enfrentaron a un gobierno que se proclama antineoliberal, partidario del “socialismo del siglo XXI” y que impulsa una “revolución ciudadana”, que hizo aprobar la Constitución más avanzada en materia ambiental, a tal punto que declara a la naturaleza como sujeto de derecho. Pese a que hubo un muerto, el conflicto se desactivó al abrirse un diálogo entre el gobierno y la Conaie, con la promesa de Correa de modificar las leyes de aguas y de minería.

El 13 de octubre, el conflicto que involucra a comunidades yukpa en la cuenca del Río Yaza, en Zulia (Venezuela), se saldó con dos muertos. Ganaderos y mineros vienen despojando a los indígenas de sus tierras y forzando su desplazamiento, avalados por el manejo irresponsable de funcionarios con competencias en materia de ambiente, tierra y pueblos indígenas, según denuncian organizaciones venezolanas. Según un comunicado, éstos “se han encargado de fragmentar a las comunidades mediante el manejo clientelar de programas de vivienda, compra de camiones y otorgamiento de créditos para los consejos comunales que son parte del Plan Yukpa, con el fin de lograr su apoyo incondicional para la firma de unas propuestas de demarcación” de las tierras que “constituyen una manera de mantener la presencia y privilegios de hacendados y parceleros condenando a los indígenas a la exclusión”.

En el fondo de estos conflictos laten dos modos de estar en el mundo. El concepto de “desarrollo”, tan apreciado por las izquierdas, no pertenece al universo conceptual de los pueblos originarios del continente. Se trata de una propuesta neocolonial que busca atrapar los bienes comunes para convertirlos en mercancías. El modelo extractivista les resulta ajeno, entre otras razones porque sólo reciben los perjuicios materializados en la destrucción del medio donde viven.

Hay algo más, sumamente importante. El Estado-nación es una construcción de Occidente que nada tiene que ver con las tradiciones indígenas. ¿Existe alguna relación entre el extractivismo y los Estados? Creo que un país, un Estado-nación, tiene una lógica por la cual no puede carecer de un modelo de producción que le garantice estabilidad, previsibilidad, garantías de poder cumplir con su objetivo central que es la reproducción del Estado, o sea de las relaciones sociales que podemos llamar estatalidad. Los Estados, como toda institución, son relaciones, modos de hacer; no cosas u objetos. El objetivo de cualquier Estado es seguir siendo Estado, reproducir las relaciones sociales que hacen la estatalidad. Son profundamente conservadores, y eso es intrínseco al Estado.

En las tradiciones indias no hay Estado —salvo el impuesto por los conquistadores, muchas veces asumido por los conquistados— sino comunidad, que funciona con una lógica totalmente opuesta. No es ni mejor ni peor, sencillamente diferente. Desde el punto de vista de la emancipación, la comunidad puede ser tan opresiva como el Estado. En todo caso, vale preguntarle a las mujeres y los jóvenes. Una diferencia clave es que el Estado-nación es una relación social capitalista; la comunidad no es capitalista, es comunidad. El Estado existe para la acumulación de capital; la comunidad para la comunidad, para perpetuar el tipo de relación entre sus miembros y, por tanto, con el llamado entorno. El Estado sobrevive depredando el entorno; la comunidad sólo sigue siendo si lo conserva.

Desde el momento en que el socialismo del siglo XXI es un socialismo estatal, o como se quiera denominar a un régimen de Estado, es naturalmente opuesto y antagónico a la lógica comunitaria, o sea india. Esto es algo que todos los partidarios del socialismo deberían reflexionar, desde los bolivarianos hasta las FARC. La lógica estatal, en su formato partido, sindicato o el que sea, es incompatible no sólo con los modos de vida indígenas, sino también con el ambiente y con la vida humana medianamente libre. En ese sentido, las comunidades indias no necesitan la minería ni la explotación de hidrocarburos; sólo necesitan controlar que los depredadores del ambiente y de los seres humanos, no se pasen de la raya. Pierre Clastres, el antropólogo que vivió con los guayakis, fue muy claro cuando comprendió que toda la energía de la tribu está destinada a impedir que los jefes —que siempre los hay— tengan poder. Cuando los jefes adquieren poder, se instala una lógica de separación con la que los seres se convierten en medios en vez de seguir siendo fines.

En buen romance, socialismo y Estado son antagónicos. La comunidad es socialismo-comunismo; el capitalismo sólo sobrevive gracias al pulmón Estado. Los partidarios del socialismo deberíamos reflexionar que no se trata de mayor o menor radicalidad de los procesos; que no se trata de más reformas, de más nacionalizaciones, etcétera. Sino de alfombrar el camino del socialismo con otros tapices que no estén tejidos con las hebras estatales. Esto sí sería una revolución cultural, social, política, paradigmática ¿estética? Ah: no es un debate teórico; por lo menos en América Latina es parte de nuestras realidades.

www.ecoportal.net, 26 de noviembre de 2009

Filed Under: Altermundos Tagged With: alternativas, cesantías, Comunidades, crisis del clima, crisis fiscal, crisis Puerto Rico, desempleo, despidos, economía, fascismo, finanzas Puerto Rico, Fortuño, gobierno, horizontalidad, huelga general, indígenas, luchas, neoliberalismo, Puerto Rico, resistencia, resistencias

Epígrafe

Las agrupaciones políticas y las autoridades ejecutivas son incapaces de entender las implicaciones que tienen estos asuntos. A pesar de que recientemente han iniciado un reconocimiento parcial de los peligros más obvios que amenazan al ambiente natural de nuestras sociedades, parecen estar satisfechos con plantearse la contaminación industrial desde un punto de vista tecnocrático. Sin embargo, lo cierto es que solo un planteamiento que pueda enlazar lo ético con lo político -lo que yo llamo ecosofía- y que empate los tres registros ecológicos (el ambiente natural, las relaciones sociales, y la subjetividad humana) sería capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. […] Lo que está en juego es la manera en que vivimos en este planeta.

Félix Guattari (The Three Ecologies)

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