Perspectivas electorales 2020
Es posible que Joe Biden gane las elecciones para la presidencia estadounidense en noviembre. La pregunta entonces es qué sucede si gana Biden. Hay al menos dos tareas que tendrían que asumirse entonces para poder hablar de algún cambio.
La primera tarea es un viejo tema, o al menos es un tema que no se va con su posible victoria electoral. La tarea es confrontar y desmantelar la fascistización en proceso que nos llega y se mantiene como secuela de la crisis del 11 de septiembre del 2001. Irrumpe agresivamente con la implantación del Acta Patriota (Patriot Act, modificada y extendida en varias ocasiones) y todos los desarrollos fortalecidos de lo que hemos llamado un Estado de Seguridad Nacional. Su aspecto más obvio es su aparato hipertrofiado de vigilancia y seguridad. Su consigna es la guerra indefinida e interminable en contra de lo que se designe como terrorismo.
No estamos solos al señalar el peligro de lo policíaco-estatal acrecentado. La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) levantó advertencia sobre el proceso desde sus inicios, acuñando la noción de “sociedad de vigilancia” (1). Habla incluso del complejo industrial de vigilancia (2). Aún siendo tímida y comedida como siempre, no deja de señalar en la vigilancia un aspecto muy importante de lo que tendríamos que ver como fascistización. Pero para reconocer la fascistización hay que ir más allá de la vigilancia, aunque esta sea aspecto central, planteando el contexto de la coincidencia de otras características fundamentales. Hay aspectos ideológicos y políticos que se hacen comportamientos y políticas que ocupan lugares indispensables en el proceso (3).
Son muchas las dimensiones complementarias de este proceso que no pueden obviarse. Lo hemos dicho antes, pero aquí está todo sucinto y concentrado:
- guerras imperiales arbitrarias bajo el pretexto del ataque del 11 de septiembre;
- la ampliación de intervenciones en el extranjero (no siempre abiertamente militares pero no por ello menos agresivas) bajo el pretexto de la guerra contra el terror, o a favor de lo que se designe en el momento como seguridad nacional;
- un nacionalismo incrementado con tonos militaristas (lo heroico nacional lleva ahora uniforme y bandera, lo cual se asume como incuestionable);
- un militarismo incrementado, nacionalista y mucho más agresivo (dentro y fuera del país, y ahí habría que incluir el desplazamiento a favor de las intervenciones llamadas de baja intensidad, informales y ocultadas, que no se pueden identificar fácilmente para que rindan cuentas);
- la militarización de los comportamientos policíacos;
- xenofobia exacerbada (en lo étnico, racial y religioso);
- hostigamiento, persecución y encarcelamiento de los inmigrantes (designados ilegales);
- un racismo y nacionalismo blanco supremacista agresivo que enarbola abiertamente los símbolos y comportamientos que defendieron la esclavitud y las segregaciones en la historia del país (no solo del Sur);
- la proliferación de milicias que asumen arbitrariamente el proyecto de defensa del Estado y especialmente de la sociedad blanca
- una re-activación agresiva de los temas y comportamientos anti socialistas y anticomunistas del periodo de la Guerra Fría (viejo tema preferido de los fascismos históricos, eso del anti-marxismo asignado como difamación y razón de exclusiones);
- la existencia de tribunales especiales, civiles y militares, y de cortes especiales cuya función es la autorización de la vigilancia;
- localizaciones especiales extraterritoriales cuya función es la interrogación y hasta la tortura (Guantánamo es solo uno de estos lugares)
- una movilización permanente de las masas en torno a los temas de la Seguridad Nacional y la Ley y el Orden, el Patriotismo, y la demonización de cualquier oposición que se vea como medianamente amenazante (a cada rato nos recuerdan de las ultimas persecuciones y ejecuciones logradas contra dirigentes de células terroristas, por ejemplo, sean de Al Qaeda, Estado Islámico, u otros)
Hay resistencias y revueltas en contra de las tendencias de fascistización, ante todo contra los racismos reactivados. Ello no quita la fuerza y persistencia de las tendencias fascistas reforzadas. Esas resistencias siguen siendo en ultima instancia dispersas y episódicas. Sus apoyos a cualquier posición antifascista son igualmente dispersos y episódicos.
Hay que reconocer la continuidad entre las Torres Gemelas del 9-11 del 2001 y la Torre de Trump. Se refuerzan mutuamente en su simbología ideológica y política. Son foco de resistencia reaccionaria y autoritaria. Resultan en un refuerzo de nacionalismos y autoritarismos que alimentan y permiten tendencias fascistizantes. Bajo Trump esas tendencias se sienten respaldadas y justificadas. Pero Trump no es la causa, sino a su vez una consecuencia. Trump concentra y amplía su legitimación. Por ello mismo es que no basta con sacar a Trump para detener este proceso. Hay que desalentar, detener y desmantelar la fascistización que lo ha engendrado como figura central. Es Trump en este caso y ahora, pero habría que preguntarse quién puede ocupar ese lugar si no se desmantela la fascistización. Ya se habla de la continuación del trumpismo sin Trump. Lo cierto es que no se necesita autoritarismo dictatorial personificado para que ocurra y se desarrolle la fascistización. Es proceso estructural y político, y tiene aspectos de movimiento de masas. La pregunta es si Biden está a la altura de una tarea antifascista.
La segunda tarea es la reorganización de la Corte Suprema. Es inseparable de la primera, aunque tiene presencia y forma distinta y específica. La mayoría conservadora que han establecido los Republicanos en este momento es el logro más importante de la presidencia de Trump. Es duradero (los jueces sirven de por vida) si permanece la situación actual. Ya no se necesita un voto que favorezca el lado conservador o liberal en las decisiones. La mayoría establecida es consecuente y agresivamente conservadora. Los asuntos en juego, tarde o temprano, incluyen el financiamiento del cuidado de la salud, leyes relacionadas a la protección de los derechos de los trabajadores y la protección de los consumidores, el financiamiento de las campañas políticas, las leyes relacionadas con el derecho al voto, la definición misma del matrimonio y la familia, los derechos de la comunidad LGTBQ+. Decisiones que afectarían a la situación del clima también se pueden anticipar. Todo eso viene por ahí. Me dicen si acaso no es parte de las tendencias de fascistización. Cualquier cambio que pretenda traer la presidencia de Biden tiene que pasar por una reorganización y un replanteamiento de la corte, para que al menos haya algún balance frente a los conservadores en estos asuntos cruciales.
Hay varias posibilidades. En primer lugar, se puede ampliar la cantidad de jueces, buscando explícitamente diversidad de posiciones y opiniones. Para ello solo se requiere legislación aprobada por el ejecutivo. Se puede además legislar para exigir mayoría completa en la declaración de cualquier estatuto como inconstitucional. Se puede ampliar y democratizar la selección y nombramiento de los jueces. Se puede limitar el tiempo en el cual se le permite servir a un juez, que actualmente es de por vida (aunque eso requiere enmienda constitucional, es viable hacerlo si se tiene mayoría legislativa con suficiente iniciativa progresista). Ante todo, debe quedar claro y explícito que la rama judicial está tan sujeta a las posiciones y consecuencias políticas como lo están las otras ramas del gobierno, y que eso de la llamada separación de los poderes es más bien una distribución de funciones en la cual los procesos y las luchas políticas (de poder) están siempre presentes. El mito de la trascendencia de la Corte debe quedar, en estos momentos, claramente deshecho, o al menos bastante maltrecho. Cualquiera de estas medidas planteadas, o todas (o alguna otra por concebir), serían urgentes y necesarias en esta coyuntura. De lo contrario, cualquier iniciativa de cambio puede tarde o temprano quedar frustrada o detenida por una Corte Suprema reactiva.
Estas elecciones se anuncian como decisivas en muchos aspectos. Podemos reconocer que el tono y el carácter de lo político y la política estadounidense de este periodo se definen ahí. Hemos señalado las dos tareas principales del momento, si ganase Biden, para emprender algún esbozo de cambio. Que quede claro, sin embargo, que haría falta una mayoría legislativa afín a tales cambios, y la voluntad política de movilizar a la gente a favor de esos cambios. Ello a su vez permitiría iniciativas legislativas que beneficien a la gente, un programa de gobierno que pudiésemos llamar progresista . ¿De dónde saldría el liderazgo para emprender y sostener tales iniciativas? ¿Cómo se logra no ya tan solo definir, sino impulsar y sostener tales cambios?
Lo cierto es que se abre un periodo de luchas necesarias, aunque ganase Biden. Aun más si vuelve a ganar Trump. Y ya veremos si se confronta y socava una posible victoria de Biden, y la medida en que se fortalecen las tendencias autoritarias o aparecen otras aunque confronten etabilidad institucional. Las tareas siguen en su sitio. Ya veremos. Todo es siempre lucha, coyunturas que quedan por reconocer, resolver y si acaso intentar rehacer.
La pandemia actual no es es el problema. En todo caso, plantea preguntas en términos de cómo es que se maneja.
- Vean: https://www.aclu.org/other/americas-surveillance-society ; https://www.aclu.org/other/even-bigger-even-weaker-emerging-surveillance-society-where-are-we-now ; https://www.aclu.org/issues/national-security/privacy-and-surveillance
- https://www.aclu.org/report/combatting-surveillance-industrial-complex
- Podemos señalar además lo que Umberto Eco ha llamado el fascismo eterno, sus catorce características resumidas en un texto conocido (https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23898/Umberto-Eco-documento-CTXT-fascismo-nazismo-extrema-derecha.htm) Son características que se exacerban en este momento. Entonces no es asunto de descripción sino de advertencia de un proceso actual. Esas características apuntan a lo que podemos llamar la cultura política de la fascistización. Habría que reconocer entonces el lugar del cambio en la estructura del Estado y su forma. Para plantearse esos cambios hay que comenzar con la obra de Nicos Poulantzas, sobre fascismo y dictadura, y el Estado capitalista actual (http://www.iunma.edu.ar/doc/MB/lic_historia_mat_bibliografico/Historia%20Contempor%C3%A1nea/6.%20Ciclo%20contra-revolucionario/fascismo-y-dictadura-poulantzas.pdf ; https://www.laondadigital.uy/wp-content/uploads/2015/08/Nicos-Poulantzas-Estado-Poder-y-Socialismo.pdf )