Estas fueron las elecciones legislativas de mitad de mandato más caras en la historia de Estados Unidos: costaron casi 4 mil millones de dólares, de los cuales 3 mil millones se gastaron en publicidad. Me pregunto qué pasaría si el tiempo publicitario para las campañas fuera gratuito. […] Este tema debería ser puesto a debate en los grandes medios de comunicación, dado que en ellos obtiene información la mayoría de los estadunidenses. Pero las emisoras de radio y televisión tienen un profundo conflicto de intereses. En su orden de prioridades, sus ganancias están antes que nuestro proceso democrático. Seguramente no oiremos hablar de este tema en los programas de entrevistas políticas de los domingos por la mañana.
No es solo la cantidad de dinero que se ha invertido en la propaganda electoral, ni de dónde viene. Los silencios han sido mucho más elocuentes que los anuncios y los discursos, así como ha sido elocuente el énfasis metódico en la simplificación, la exageración, la desfiguración y vulgarización. La timidez y las insuficiencias de lo que queda de los llamados liberales le siguen abriendo las puertas al fortalecimiento y endurecimiento de una derecha renovada y mucho más agresiva, sin que se cuestionara ni remotamente la forma en que el gobierno estadunidense actual le ha dado continuidad a las posiciones y los programas del gobierno anterior, corroborando coincidencias profundas en torno al neoliberalismo, su Estado, su economía y sus guerras, confirmando que son dos caras de una misma moneda. Al mismo tiempo, se genera y desarrolla un movimiento populista de ultraderecha que apoya el fortalecimiento del Estado mientras clama en contra del llamado tamaño del gobierno. La búsqueda mítica del “consenso” dentro del gobierno sigue dejando terreno abierto a los neoconservadores más decisivos. Mientras tanto, la situación no cambia, los grandes capitales rescatados con el erario público siguen con sus fabulosos negocios y ganancias, la guerra se mantiene viva como única opción deseable y con violencia cada vez más descarada, y los aparatos de vigilancia se fortalecen mientras se consolida el desmantelamiento de un Estado de derecho para que siga la normalización de las excepciones como régimen cotidiano. De eso, por supuesto, no se habla.
Claro es que mientras los procesos electorales a los que se reduce la democracia sigan en manos de los grandes y exclusivos partidos junto a sus organizaciones afiliadas, tan atados a las burocracias del poder, y mientras sigan esas contiendas electorales en manos de los dineros de las corporaciones y de las redes mediáticas comerciales, no hay gran cosa que esperar. Tampoco se puede esperar un cambio mientras porciones sustanciales de la población coincidan con el militarismo, el nacionalismo de tendencia xenófoba, el autoritarismo de las vigilancias incrementadas, y con la aceptación de una democracia reducida a los circos electorales guiados por los modos y maneras de la publicidad comercial. La llamada sociedad civil participa muy amenamente, en ese sentido, como extensión de la sociedad política, tanto como la política es continuación de la economía por otros medios, y la guerra la continuación de la política por otros medios, como parte de las redes del Estado en sus aparatos ideológicos. No se ven grietas en esos tejidos ideológicos que sean lo suficientemente peligrosas como para anticipar un cambio de dirección que no sea hacia más de lo mismo. La mediación mediática del poder sigue su reinado, y la propaganda de los grandes temas y Verdades de la seguridad nacional y de las bondades del neoliberalismo se difunden de múltiples maneras.
Ya veremos. Un cambio no puede llegar desde dentro de esos procesos aceptados de gobierno, sino desde otros espacios que se buscan cada vez que la gente toma iniciativa propia, pero eso es lo inaceptable. No se quiere aceptar de parte de los que ocupan los puestos administrativos del poder gubernamental, ni de parte de las burocracias de las oposiciones que en sus funciones y procesos lo que buscan es manternerse donde están, con ese Estado y en esta economía. Hay que insistir: la única posibilidad de cambio solo puede llegar desde otra parte que no sea la de esos procesos sancionados de gobierno.
http://www.jornada.unam.mx/2010/11/06/index.php?section=mundo&article=036a1mun
Medios ricos, democracia pobre
Amy Goodman
Al cierre de las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos, el mayor ganador aún no ha sido declarado, a saber: los grandes medios de comunicación. El mayor perdedor, mientras tanto, ha sido la democracia. Estas fueron las elecciones legislativas de mitad de mandato más caras en la historia de Estados Unidos: costaron casi 4 mil millones de dólares, de los cuales 3 mil millones se gastaron en publicidad. Me pregunto qué pasaría si el tiempo publicitario para las campañas fuera gratuito. No se escuchan debates al respecto, y no se oyen porque las corporaciones que manejan los medios masivos de comunicación obtienen inmensas ganancias con los avisos publicitarios de las campañas políticas. Sin embargo, las ondas radioeléctricas que los medios utilizan para emitir sus señales son públicas. Esto me recuerda el libro escrito en 1999 por el especialista en medios de comunicación Robert McChesney: Rich media, poor democracy (Medios ricos, democracia pobre). En su libro, McChesney escribe: “Los medios tienen poco incentivo para brindar cobertura a los candidatos ya que resulta de su interés forzarlos a publicitar sus campañas”.
El grupo de investigación Wesleyan Media Project, de la Universidad Wesleyan, hace un seguimiento de la publicidad política. Tras el reciente fallo de la Corte Suprema en el caso “Citizens United contra la Comisión Federal Electoral” por el cual se autoriza a las grandes corporaciones a destinar sumas ilimitadas de dinero a la campaña publicitaria de los candidatos, el proyecto hace notar que “el tiempo-aire destinado a publicidad se ha saturado de anuncios relacionados con la Cámara de Representantes y el Senado, que ocupan hasta un 20 y un 79 por ciento respectivamente del total”.
Evan Tracey, fundador y presidente del grupo de análisis de campañas publicitarias Campaign Media Analysis Group, predijo el pasado mes de julio en declaraciones para el periódico USA Today que “habrá más dinero que espacio de aire que comprar”. Por su parte, John Nichols, del semanario The Nation, comentó que en los amables primeros tiempos de la publicidad política televisiva, los canales de televisión nunca habrían emitido el aviso en favor de un candidato a continuación de un anuncio publicitario en contra de ese candidato. Pero no están tomando en cuenta el patrimonio ligado a los grandes medios. Bienvenidos al “mundo feliz” de las campañas de miles de millones de dólares.
En el pasado ha habido intentos de regular el uso de las ondas redioeléctricas para que estén al servicio de la población durante las elecciones. En los años recientes el intento más ambicioso fue el que se conoce como Reforma del financiamiento de las campañas electorales, de McCain-Feingold. Durante el debate sobre esta histórica legislación, tanto demócratas como republicanos hicieron referencia al problema de las exorbitantes tasas de publicidad televisiva. El senador por Nevada John Ensign, republicano, se lamentaba: “Las emisoras no querían ni pensar en las campañas electorales porque era el momento del año en que ganaban menos dinero debido a la baja tasa unitaria que existía durante ese periodo. Ahora es uno de sus momentos preferidos ya que, de hecho, es uno de los momentos del año con más amplio margen de ganancias”. Finalmente, para que el proyecto de ley fuera aprobado, se omitieron las cláusulas referentes al “tiempo-aire público”.
El fallo en el caso de Citizens United neutraliza eficazmente la Reforma del financiamiento de las campañas, de McCain-Feingold. Ni imaginemos lo que se gastará en las elecciones presidenciales de 2012. El senador por Wisconsin Russ Feingold perdió la oportunidad de ser relegido en su disputa contra el prácticamente autofinanciado multimillonario Ron Johnson. El editorial del periódico Wall Street Journal celebró la esperada derrota de Feingold. El periódico es propiedad de la corporación News Corp., de Rupert Murdoch, que posee además la cadena de televisión Fox y que donó casi 2 millones de dólares a la campaña de los republicanos.
“Las elecciones se han convertido en un bien comercial, un centro de ganancias para estas radios y canales de televisión”, dijo el día de las elecciones Ralph Nader, defensor de los consumidores y ex candidato a presidente. Indicó además: “Las ondas públicas, como sabemos, pertenecen al pueblo. El pueblo es el propietario y las cadenas de radio y televisión son las titulares de las licencias para usar esas ondas, digamos que son como inquilinos. Sin embargo, para obtener su habilitación anual, no pagan nada a la Comisión Federal de Comunicaciones. Así, resultaría bastante persuasivo, si tuviéramos políticas públicas que impusieran módicas condiciones para obtener la habilitación que permite a estas cadenas de radio y televisión acceder al inmensamente lucrativo control de las ondas públicas 24 horas al día, podríamos decirles que como parte del intercambio por controlar estos bienes comunes, por decirlo de alguna manera, deben destinar cierta cantidad de tiempo, gratuito, a los candidatos electorales”.
Este tema debería ser puesto a debate en los grandes medios de comunicación, dado que en ellos obtiene información la mayoría de los estadunidenses. Pero las emisoras de radio y televisión tienen un profundo conflicto de intereses. En su orden de prioridades, sus ganancias están antes que nuestro proceso democrático. Seguramente no oiremos hablar de este tema en los programas de entrevistas políticas de los domingos por la mañana.