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¿Qué no se entiende?

January 6, 2010 By Irizarry

¿Qué no se entiende? ¿Qué hay que entender?

La isla se hunde, con todos nosotros, aunque muchos crean que no se hunden con la isla, porque creen que están protegidos.

Estamos atrapados.  Tenemos las iglesias fundamentalistas del Talibán occidental, las iglesias intolerantes y cerradas que se anuncian cristianas a pesar de que no citan los mensajes del amor inclusivo de los evangelios. Están enfrascadas con sus lecturas obsesivas, exclusivas y represivas, de las venganzas divinas y de los castigos absolutos de un viejo testamento que se lee con ojos duros y limitados.

Tenemos además la euforia  de los consumos constantes (que se gozan, enfermizos), inducida por la saturación de la publicidad comercial. Es la euforia del consumo que ocupa los espacios de nuestra subjetividad. ¿Somos eso?

Resulta además que ese consumo incluye lo que usualmente llamamos la política (la que predomina, la de los partidos reinantes y las oposiciones tímidas ajustadas), pues esa política es también mercadeo que manipula las mismas fórmulas de la publicidad. Funciona. Pero no hay consumo sin consumidor … Entonces …

Es lo mismo, la misma trampa. Estamos donde estamos, y seguimos, pues es lo mismo que seguimos aceptando. Las iglesias y los centros comerciales son lo mismo, son templos de la euforia del consumo. Resuelven problemas creados para la imaginación del consumo, para los deseos imaginados. Los partidos políticos, como las iglesias, son un templo imaginado. Es consumo hecho a la medida de los resultados esperados y anticipados para la producción que se promueve. Van de la mano.

El gobierno de turno usa ambas estrategias -religiosas, comerciales-  de sometimiento y mantenimiento, la de esos consumos aceptados que andan juntos, los consumos religiosos y políticos, los de la política religiosa (la política como religión) y los de la religión impuesta que se hace política descarada del gobierno, del Estado (la constitución no importa).

Eso no es nuevo, pero ahora se hace mucho más intenso . Aquí no hay colapso, sino implosión infinita, que busca ser infinita. Acaso es normalización de lo excepcional, aceptado como lo normal.

Es el oportunismo acrecentado de los poderosos. Oportunismo, pues los poderosos tienen otra moral, muy conveniente, la moral de la expropiación y del beneficio inmediato sin que importen las consecuencias.

Ellos son los mercaderes que hay que desalojar.

¿Qué es lo que no se entiende?

¿Qué se puede hacer que sea distinto? ¿Cómo es posible que aceptemos felizmente tanta sujetación? ¿Esclavos felices somos?

¿Tal vez sea que no se pueda hacer algo distinto?

Entonces, si eso es así, merecemos el gobierno (y la sociedad, y la isla) que tenemos. Isla suicida. Esto no funciona, pero se mantiene, lo mantenemos y sostenemos porque lo aceptamos con alegría.

Acaso lo que se ha logrado desde los poderes es una catexis colectiva, una fijación intensa y efectiva de las energías libidinales en ideas, objetos y persona(lidades) con las cuales nos identificamos, imaginarias, que han logrado deseo, que se alimentan de sus propias sujetaciones en un torbellino de huecos negros (metáfora astronómica, pero muy pertinente e inmediata).

Lo cierto es que los dominados participan de su dominación, son parte de ese hueco aplastante, lo sostienen, pues sin eso no se puede mantener ese dominio.

Tal vez no hagan falta sociólogos, politicólogos, ni comentaristas en la radio, para descifrar esto, sino gente que sean expertos en las psicopatologías (colectivas), para poder intentar entender estos tejidos sociales, estas relaciones sociales.

Que se entienda, al menos, la ironía de esa sugerencia, pues lo que hace falta no es terapia sino irrupciones alternativas que se atrevan a descubrir lo distinto en sus propios caminos, paso a paso.

¿Qué somos? ¿Qué puede funcionar, que sea distinto, para nosotros los otros (y algo de lo otro queda tal vez en nosotros), que no sea esto que no funciona?

Lo que sucede ahora es que la isla se hunde bajo el peso de las imposiciones neoliberales aceleradas de un gobierno de turno que goza de la ausencia de oposiciones eficaces, con un Estado que se hace cada vez más impermeable y que afina sus capacidades represivas.

Si la insurgencia posible, en contra de todo esto, no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar. Pero eso tiende a un límite, a una frontera política (y social) que tal vez no se quiera o se pueda rebasar, pues tiende a exigir otros modos y formas de gobierno y de convivencia. Tal vez eso sea el problema.

Ya veremos.

Exodo, digo yo.

Hay que salir del palacio, de la ciudad del faraón, sin mirar atrás, y atreverse a descubrir las opciones que se encuentren en el desierto, paso a paso. Esa es la tierra prometida, si acaso se desea.

Me perdonan la neura, pero es que tantas violencias sostenidas no se pueden aceptar … Todo esto es parte de un presente inaceptable. La pregunta es cuál es el futuro latente, si acaso existe.

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Huelga general, estado huelgario, o …

January 3, 2010 By Irizarry

Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar. Pero eso tiende a un límite, a una frontera política (y social) que tal vez no se quiera o se pueda rebasar, pues tiende a exigir otros modos y formas de gobierno. Tal vez eso sea el problema.

Huelga general, estado huelgario, o  …

Acaso estamos embrujados por las palabras y las historias de los significados aceptados y modificados …

Huelga General, Estado Huelgario o de Huelga, o como se diga, y quién sabe cuáles otras palabras o frases han de llegar en las retóricas de los debates actuales, en sus variaciones sobre el mismo tema … Lo que está en juego y sobre la mesa es el carácter de un movimiento posible y sus estrategias.

Recuerdo haber escuchado que no existían las “condiciones objetivas” para una revuelta decisiva, hace ya muchos y demasiados años. Yo pensaba entonces que lo que no existía eran las “condiciones subjetivas”.  ¿Ahora resulta que las “condiciones objetivas” existen y nos sobrepasan, pero las “condiciones subjetivas” faltan … ? Pareja funesta y errónea, esa de las condiciones esperadas, pues son inseparables aunque se piensen distintas, y siempre se ha tendido a pensarlas en un futuro sin ver cómo es que ya existen … Ahora resulta que ambas condiciones están, que el descontento ante lo intolerable existe, y la pregunta es cómo se organiza, cómo se hace viable como movimiento social, no como evento pasajero e institucionalmente aceptable.

Bueno …

Lo que sucede ahora es que la isla se hunde bajo el peso de las imposiciones neoliberales aceleradas de un gobierno de turno que goza de la ausencia de oposiciones eficaces, con un Estado que se hace cada vez más impermeable y que afina sus capacidades represivas. Eso no es novedoso. Lo novedoso es que los administradores de turno del neoliberalismo actual son mucho más burdos y contundentes, y no les importan las consecuencias del neoliberalismo para la isla y su gente. ¿Por qué se sienten protegidos? Tal vez tienen boletos de avión pa’l Norte, para refugiarse en sus escondites provisionales cuando crean que eso es lo que necesiten … Tal vez viven en sus ciudades amuralladas y no se enteran, o no les importa lo que sucede, pues tienen protección policíaca y mediática controlada y viven sus propias ilusiones. Lo cierto es que son los dueños. Volvemos a los tiempos de España, pero en espanglish. Son los Señores y Señoras del feudo que se les permite y otorga, que les permitimos. Y resulta que los hemos puesto en los sitios y lugares que ocupan actualmente.

A lo que voy …

Huelga general o estado de huelga, o huelgario (como se diga), o discusiones enjauladas en lo mismo de siempre, en las luchas especulares y especulativas, entre las brumas aceptadas mutuamente en todo esto …

¿Qué  se quiere? ¿Cuál es el objetivo, cuál es el resultado que se busca con esto de las “huelgas” posibles? Podemos discutir indefinidamente, y quedarnos donde estamos, dando vueltas y más vueltas, con una que otra protesta. Eso quieren desde arriba, ese es su cálculo en esta gestión de la crisis actual. Tal vez se puede llegar a plantear y lograr estrategias y tácticas alternativas, pero eso puede que no se logre desde abajo, si nos dejamos llevar por el estado de los debates en este momento. Puede que irrumpa algo (¿dónde, cómo, quiénes?) que provoque y concentre insurgencia, y a su vez otros desarrollos y posibilidades. Puede que no, y sin embargo la primera gran marcha del año pasado ya sugiere la potencia que podría llegar a tener un movimiento …

El asunto es que las estrategias y tácticas alternativas, si acaso se han pensado o sospechado, no pueden ser fáciles o estáticas. No puede haber PLAN de vanguardias ni aceptación de lo que siempre se ha hecho. Acaso hay que atreverse a descubrir lo nuevo en lo existente, abrir brecha y darle paso.

A lo que voy …

Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar. Pero eso tiende a un límite, a una frontera política (y social) que tal vez no se quiera o se pueda rebasar, pues tiende a exigir otros modos y formas de gobierno. Tal vez eso sea el problema.

Lo otro, lo contrario, es la ilusión de que se puede negociar desde dentro de alguna variación deseada del estado de cosas existente. Ellos, los de arriba, ya saben que eso de la negociación no es parte de su perspectiva. Controlan la situación actual. Saben su poder, y saben que depende de las debilidades de los de abajo. La idea de la negociación es un error. Hace falta otra cosa, que aglutine todas las protestas y resistencias posibles. Y entonces ya veremos, pues ese sería el espacio de lo creativo que se descubre en la marcha misma de los hechos a partir de las experiencias que se logren.

¿Por qué y para qué se lucha? ¿Se lucha por los despedidos del gobierno? A pesar del gran valor humano que carga esta situación, eso no es el problema sino el síntoma y el efecto, uno entre tantos otros. Si los cesanteados son urgentes es porque han sido parte de servicios esenciales (en el contexto actual) para los desposeídos en esta sociedad que tenemos y hemos aceptado. El problema inmediato es que se desmantelan los servicios (mientras se sigue con el derroche de los asesores legislativos …), pero entonces hay que preguntar por qué es que se necesitan esos “servicios”. ¿Otro tema? No. Ese es el problema. Y lo es también, como parte de esas estrategias del poder, la privatización (que tarde o temprano sale más caro que lo que tenemos), así como la entrega de recursos a precio de venta especial, o regalados. Problema es también el descalabro social que engendra todas la violencias que ya son cotidianas, y que no se pueden separar de las insuficiencias de una economía imposible, economía que sigue promoviendo estrategias de inversiones insuficientes que benefician a algunos sectores privilegiados, inversiones que continúan agudizando los desbalances existentes mientras se sigue promoviendo la euforia del consumo infinito.

¿Cuál es la alternativa? ¿Y qué pasa con la isla y los entornos en los cuales vivimos? Eso es parte del proceso, del problema. Hay que pensar eso, y cómo es parte de lo que se lucha.

¿Qué es lo que se protesta? Los despedidos son síntoma y efecto de un proyecto de clase, descaradamente clasista, de soluciones impuestas desde arriba para los de arriba, soluciones para quienes se benefician a corto plazo. ¿Se puede “recuperar” lo “perdido”, o hay que exigir y conquistar futuro, logar algo distinto? ¿Por qué, para qué y para quiénes? ¿Qué pasa con todo lo que a todas luces no “funciona” desde antes de esto que se vive ahora? Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar.

Hacen falta otra forma y proceso de gobierno, otro modo de vida.

Acaso se puede protestar por eso … ¿Se puede revertir el neoliberalismo que sufrimos? Ese es el problema. ¿Y los sindicatos, acaso pueden ver y hacer algo más allá de su subsistencia institucional?

Hay muchos fantasmas en todo esto. Que vengan los exorcistas.

¿Qué se quiere? ¿Para qué? Si no se pueden lograr respuestas alternativas ante esas preguntas, pues tal vez lo mejor es que nos quedemos en casa viendo televisión y escuchando la radio.

¿Isla y sociedad suicida? ¿Estamos contentos con lo que consumimos y con lo que aceptamos? Tal vez, entonces,  tenemos el gobierno que merecemos.

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10 años de anticapitalismo – La Batalla de Seattle

December 23, 2009 By Irizarry

Hace diez años, la batalla de Seattle fue el epicentro de un terremoto político global. Varias decenas de miles de manifestantes lograron bloquear la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las distintas marchas, teatros callejeros, sentadas y acciones de desobediencia civil no violenta contra la reunión ministerial de la OMC se enfrentaron a gases lacrimógenos, balas de goma, cargas policiales y arrestos masivos. Sin embargo, los grupos ecologistas y anarquistas, las fuerzas sindicales, redes feministas, trabajadores y activistas de toda clase reunidos en Seattle optaron por resistir. Y en ese valioso acto de resistencia demostraron a las y los explotados y oprimidos del mundo que también se puede ganar.

Sí, sí, todo esto es cierto y hasta certero en muchos aspectos.  Ya lo sabemos, y si acaso no lo sabemos o lo sospechamos es porque estamos sordos, ciegos y mudos. Ojalá que no se quiera ser sordo, ciego y mudo.

Lo que hay que preguntar es qué ha cambiado en los espacios de las posibilidades alternativas, en medio de un proceso político y Estatal que se hace cada vez más impermeable y autoritario, a pesar y a través de las retóricas del cambio que siguen subordinadas a la llamada seguridad nacional (¿seguridad para quién?), y a pesar y a través de las resistencias, que siguen tan dispersas e inciertas, a pesar de la potencia aparente de sus presencias iniciales.

Lo que se sigue viviendo es la derrota, la acumulación de los encadenamientos de muchas derrotas, a pesar de que hay tanta vida que quiere seguir saliendo a flote. No basta con sentirse bien porque se ha protestado o porque se ha logrado detener en lo inmediato la eficacia mediática de los poderes. ¿Qué cambia? Desde arriba la lucha nunca se detiene.

No podemos darnos el lujo de medir los tiempos en décadas.

Esto es mucho más urgente. Un año es una década, y una década es al menos un siglo, si acaso medimos las consecuencias que se acumulan en esos tiempos.

No basta con las mitologías de las luchas que llegan a ser reiteradas y que se acomodan, tarde o temprano, a lo que sigue existiendo. Hay que estimular la imaginación y el atrevimiento de lo alternativo, del futuro como presente. Lo que sigue existiendo desde arriba tiene mucha capacidad de absorción y reabsorción, de reciclaje a su modo y manera, lo cual es ajuste en su continuidad.

Estas perspectivas aquí publicadas, que parecen ser regionales y muy localizadas, sí tienen lecciones muy valiosas, para todos y en todas partes. La pregunta es cómo hacemos nuestras esas lecciones, en todas partes. Hay que vivir entendiendo que cualquier cosa que suceda en cualquier lugar nos sucede a todos donde quiera que estemos, tarde o temprano, y buscando que todas las luchas logren condensarse, articularse, fortalecerse mutuamente …

La pregunta es cómo damos el otro paso posible, el de los movimientos coincidentes que sean capaces de trastocar y quebrantar los poderes reinantes para lograr otras maneras de hacer las cosas.

¿Cuándo empezamos a escribir otra historia, no solo a contarla abrumados por suspiros y susurros nostálgicos?

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97164&titular=la-batalla-de-seattle-

10 años de anticapitalismo
La Batalla de Seattle

Enric Rodrigo
En lucha

Hace diez años, la batalla de Seattle fue el epicentro de un terremoto político global. Varias decenas de miles de manifestantes lograron bloquear la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las distintas marchas, teatros callejeros, sentadas y acciones de desobediencia civil no violenta contra la reunión ministerial de la OMC se enfrentaron a gases lacrimógenos, balas de goma, cargas policiales y arrestos masivos. Sin embargo, los grupos ecologistas y anarquistas, las fuerzas sindicales, redes feministas, trabajadores y activistas de toda clase reunidos en Seattle optaron por resistir. Y en ese valioso acto de resistencia demostraron a las y los explotados y oprimidos del mundo que también se puede ganar.

Antes de los bloqueos nadie esperaba que aquellas protestas pudieran dar lugar a un movimiento de resistencia al capitalismo de escala global, pero así fue. El éxito de las protestas ante una de las instituciones insignia del capitalismo global extendió el espíritu de Seattle por todo el planeta. Una nueva generación de activistas se lanzaría a organizar protestas en cualquier ciudad donde se reunieran las instituciones económicas globales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el G8. La luna de miel del neoliberalismo estaba llegando a su fin.

El desarrollo del movimiento anticapitalista durante estos diez años merece una especial atención. Durante los próximos seis meses ciudades como Sevilla, Barcelona o Madrid acogerán las cumbres ministeriales de la Unión Europea (UE) y ya se preparan sus respectivas contracumbres para bloquear las reuniones de la Europa del capital y la guerra. Recordar la batalla de Seattle diez años después puede ser también una fuente de inspiración para hoy.

Las lecciones de Seattle

Ante la atenta mirada de medio mundo, el éxito de las protestas contra la OMC entre el 30 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 permitió unificar las luchas y visibilizar su origen común. En las calles de Seattle confluyeron activistas de muy distintas trayectorias políticas y con muy distintas reivindicaciones. Aquello que inicialmente se conoció como el “movimiento de movimientos” rápidamente pasó a convertirse en un movimiento anticapitalista de ámbito global.

Taxistas, estibadores, LGTB, ecologistas, intelectuales, granjeros, organizaciones de derechos humanos, de justicia social, humanitarias, estudiantes, personas inmigradas, grupos de acción directa, redes feministas, trabajadores de la construcción y muchos más se unieron a las protestas. Todas y todos coincidían en que la causa común de sus problemas eran las políticas globales dictaminadas por la OMC.

La diversidad del movimiento fue ampliamente celebrada, pero también su unidad. Todos tenían un objetivo común: bloquear la entrada del Teatro Paramount para impedir que los 3.000 delegados de la OMC inauguraran la nueva Ronda del Milenio. 35.000 personas venidas de todos los rincones de EEUU, Canadá y en menor medida de América Latina, Asia y África acudieron al bloqueo. Los grandes medios de comunicación mostraron al mundo el asombro de los delegados al verse rodeados por una multitud de manifestantes. Muchos de los delegados de los 135 países miembros de la OMC ni siquiera pudieron acceder al Teatro Paramount.

La inauguración programada para el 30 de noviembre fue suspendida por las protestas. Un manifestante dijo a la prensa: “llevo 30 años protestando aquí y allá, gritando como hoy ‘Shut’em down! Shut’em down!’ [que las cierren], pero es la primera vez que lo estamos logrando”.

Aquel emergente movimiento había tomado por sorpresa a sus adversarios, quienes no esperaban protestas tan importantes en una ciudad industrial como Seattle, en el extremo noroeste de EEUU y en la frontera con Canadá. Esa misma noche las autoridades locales decretaron el estado civil de emergencia y levantaron un toque de queda hasta las 6 am. Hubo más de 500 arrestos y se fortificó un área de 50 manzanas alrededor del centro de convenciones. Esta práctica se convirtió en habitual en todas las cumbres posteriores a Seattle.

La prensa escrita, las radios y televisiones cubrieron gran parte de las manifestaciones. Muchos de los 3.000 reporteros y periodistas acabaron uniéndose a las protestas. El sindicato de estibadores paralizó la actividad en todos los puertos desde San Diego hasta Vancouver en Canadá en apoyo a las movilizaciones mientras miles de manifestantes gritaban en las calles “we are winning, don’t forget [estamos ganando, no lo olvideis]”.

La diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización fueron las claves del éxito. Muy pronto los efectos de aquel terremoto político iniciado en Seattle se dejarían ver por todo el planeta.

La batalla continúa

Con la batalla de Seattle las instituciones económicas globales quedaron señaladas como las responsables del aumento de la desigualdad social, la extensión de la precariedad y la pérdida de derechos sociales. La aparente legitimidad inquebrantable de la globalización económica durante la década de los ‘90 cayó de repente al mismo ritmo que se organizaban más y más movilizaciones anticapitalistas.

En Washington DC, 30.000 personas se manifestaron en abril de 2000 y otras 25.000 en septiembre en la ciudad de Praga contra el BM y el FMI. Más de 100.000 activistas bloquearon una cumbre de la Unión Europea (UE) en Niza en diciembre de 2000. Poco después, la propia presión del movimiento forzó al BM a suspender con antelación una importante reunión en Barcelona en junio de 2001. Un mes más tarde, hasta 300.000 personas se manifestaron en Génova contra el G8 tras el asesinato del activista italiano Carlo Giuliani por los carabinieri mientras participaba en un bloqueo.

El espíritu del movimiento anticapitalista arraigó con fuerza por todo el planeta. Sin embargo, las manifestaciones contra las grandes instituciones económicas sólo eran la punta del iceberg del profundo descontento social existente. Ya en 1999 más de un millón de personas habían votado en Francia por la candidatura trotskista a las elecciones europeas. La red ATTAC por la tasación de los flujos financieros tuvo un crecimiento espectacular en casi toda Europa. Huelgas y protestas masivas estallaron por toda América Latina contra el neoliberalismo y las privatizaciones. Al mismo tiempo se reforzaron los comités de apoyo zapatista por todo el planeta y en Sudáfrica los más oprimidos vencían a las grandes empresas farmacéuticas en su lucha contra las patentes de los medicamentos para paliar el SIDA.

El Estado español no fue ajeno a las dinámicas del movimiento anticapitalista. El impacto de la batalla de Seattle se hizo evidente en un gran espectro de la izquierda social y política. El 12 de marzo de 2000, coincidiendo con las elecciones generales, más de 20.000 activistas organizaron en Catalunya una consulta social sobre la deuda externa. A pesar de la prohibición de la consulta por parte de la Junta Electoral Central, se recogieron más de 1.087.000 votos a favor de la cancelación de la deuda, un 98% del total de votos emitidos. Al mismo tiempo, en varias ciudades surgieron nodos del Movimiento de Resistencia Global (MRG) que, inspirados por los bloqueos de la OMC, movilizarían a miles de jóvenes hacia las protestas de Praga del 26 al 28 de septiembre de 2000 contra la cumbre del BM y el FMI.

En la primavera de 2001, la campaña contra la visita del BM a Barcelona reunía a un abanico muy amplio de organizaciones sociales, sindicales y políticas. El BM canceló su reunión pocos días antes por temor a las protestas en el centro de la ciudad. 35.000 personas celebraron aquella victoria en una manifestación por la globalización de las resistencias. Tal y como había sucedido en Seattle, la diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización fueron claves para entender los éxitos del momento. Éxitos que se repitieron durante el primer semestre de 2002, cuando el gobierno de Aznar ostentaba la presidencia de la UE. Decenas de miles de personas se manifestaron contra las cumbres de la UE en València, Zaragoza, Madrid y Santiago de Compostela. El 16 de marzo, medio millón de personas marcharon en Barcelona tras una pancarta con el lema “contra la Europa del Capital y la Guerra”.

Las grandes luchas parecían estar presentes en todas partes, excepto en los centros de trabajo. Sin embargo, dos días antes de la cumbre de la UE en Sevilla (la última de la presidencia española), el gobierno de Aznar fue duramente sacudido por la huelga general del 20-J de 2002, la primera huelga general en ocho años.

El ciclo de movilizaciones abierto tras la batalla de Seattle dio pie a decenas de movilizaciones globales. Pero a nivel local las protestas también avanzaron de forma muy importante. El impulso inicial había permitido desarrollar el propio movimiento a escala global, pero también abrió importantes debates sobre tácticas y estrategias. ¿Bastaba con bloquear las cumbres?

En el corazón del movimiento

Después de Seattle es posible identificar dentro del movimiento anticapitalista tres corrientes diferenciadas entre sí por sus distintas actitudes hacia el Estado y, por lo tanto, con distintas estrategias para cambiar el mundo.

Primera: El sector más moderado y reformista del movimiento, encabezado por la red ATTAC, que basa su estrategia en la presión política a los gobiernos de los Estados para conquistar reformas como la regulación del mercado financiero o demandas como el comercio justo.

Segunda: Los sectores autonomistas han desarrollado nuevas formas de intervención política e inspirados muchas veces por el zapatismo han construido espacios liberados, en oposición a las lógicas de Estado pero también esquivándolo en cierta medida.

Tercera: La izquierda revolucionaria, que de una forma nada sectaria plantea la unidad y la movilización desde abajo en una lucha por derribar al Estado y construir otro mundo.

Los debates generados entre las tres corrientes han sido constantes: reforma o revolución, imperio o imperialismo, nueva clase trabajadora o precariado, etc. A pesar de que existe en el imaginario colectivo una idea que asocia movimiento anticapitalista con los disturbios y el black block, cabe señalar que todas las contracumbres organizadas hasta el día de hoy han estado acompañadas de grandes talleres y jornadas de discusión política. Los Foros Sociales continentales y mundiales celebrados entre 2001 hasta 2006 son un claro ejemplo. Intelectuales y activistas de todas las corrientes como Toni Negri, Michael Hardt, Susan George, Naomi Klein, George Monbiot, Alex Callinicos, Daniel Bensaïd, Luca Casarini o Vandana Shiva no dudaron en participar en ellos. Incluso los sectores más autónomos, pese a distanciarse de los foros en sí, organizaron paralelamente sus grandes espacios de discusión. El debate ideológico ha sido central durante estos últimos diez años después de Seattle.

Lo más importante, sin embargo, es que los debates del movimiento han logrado conectar con un amplio espectro social. Lo fue por ejemplo cuando, en el Foro Social Europeo de 2002 celebrado en Florencia y el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2003, los y las anticapitalistas decidieron lanzarse a construir el mayor movimiento antiguerra jamás visto.

¿Hacia dónde vamos?

La batalla de Seattle abrió nuevos caminos para cambiar el mundo de base, coincidiendo con la entrada al nuevo milenio. Ha pasado ya una década y sin embargo el espíritu de Seattle sigue muy presente. Sólo hay que recordar las últimas manifestaciones contra el G20 en Washington y Londres en 2008 y 2009. Pero también hay que decir que los movimientos sociales y políticos jamás se han desarrollado de forma lineal. Se construyen, avanzan y retroceden en condiciones que no eligen. De la misma forma que el capitalismo está sujeto a un desarrollo desigual y combinado, también lo están los movimientos de resistencia.

A pesar de seguir un rumbo compartido, las peculiaridades de la situación política en cada Estado modelan el desarrollo de cualquier movimiento de escala global. En el ámbito local, el movimiento anticapitalista ha tenido que afrontar cambios de gobierno, cada uno con su particular orientación hacia las dinámicas globales del capital. No obstante, para un movimiento internacional e internacionalista, cada pequeña victoria local ha sido también un pequeño avance para el conjunto del movimiento.

Procesos muy distintos han acompañado al movimiento anticapitalista durante estos diez años: las revueltas en América Latina y los nuevos gobiernos contrahegemónicos; la resistencia en Palestina, Líbano, Irak o Afganistán; y las luchas sociales en Europa, como el movimiento antiguerra, la derrota de la Constitución Europea, la revuelta en las banlieues de París en 2005 o la más reciente revuelta griega. Todos ellos han sido una fuente de inspiración para millones de personas en todo el planeta.

Igualmente, los y las anticapitalistas en el Estado español tuvieron que relacionarse con el gran movimiento estudiantil de otoño de 2001 contra la LOU, la huelga general en 2002, el movimiento antiguerra en 2003-04, el movimiento por la vivienda digna en 2007, y de nuevo con el movimiento estudiantil contra el proceso de Bolonia los cursos pasados. Ahora, sumergidos en la crisis económica más importante desde el crack de Wall Street en 1929, los y las anticapitalistas continúan el combate por cambiar el mundo; un combate del que sólo se han librado algunas batallas.
Durante los próximos seis meses, el gobierno español presidirá la UE. Varias cumbres ministeriales se organizarán en distintas ciudades y, como no podía ser de otra forma, el movimiento anticapitalista ya prepara su bienvenida. Previamente, a finales de enero, se celebrarán el tercer FSM descentralizado en Madrid y el segundo Fòrum Social Català en Barcelona; dos espacios idóneos para impulsar las futuras protestas.

El debate ideológico sigue vivo en el corazón del movimiento. Cómo respondemos a la crisis global y cómo articulamos una fuerza política para la izquierda anticapitalista son preguntas que necesitan respuestas urgentes.

Para los y las anticapitalistas, la batalla de Seattle sentó las bases de una estrategia común. La diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización continúan siendo hoy pilares fundamentales, si queremos ganar las batallas del presente y del futuro.
Fuente: http://www.enlucha.org/?q=node/1798

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Balance histórico de los movimientos sociales en America Latina

December 2, 2009 By Irizarry

El programa alternativo que se dibuja en América Latina no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ; cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia. En tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva civilización.

Interesante, esta reseña de las historias olvidadas. Tal vez pueda provocar pensamientos.

Eso del olvido, de las historias que se olvidan o que no se conocen ni se reconocen, nunca ocurre por casualidad. Puede que sea ignorancia porque no se logran los encuentros posibles. Puede que sea olvido conveniente (lo que no se quiere recordar). Tal vez sea recuerdo atropellado por las mediaciones mediáticas del poder, por la propaganda insistente de lo que se vende como lo “verdadero” desde arriba.

¿Qué se puede aprender?

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68979

Balance histórico de los movimientos sociales en America Latina

Mónica Bruckmann, Theotonio Dos Santos

Cetri.be

El programa alternativo que se dibuja en América Latina no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ; cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia.

En tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva civilización.Los cambios recientes en América Latina se expresan no sólo en movimientos sociales y populares cada vez más originales y activos sino también en un nuevo escenario político marcado por la existencia de gobiernos de centro-izquierda bajo una fuerte presión de la sociedad civil y de movimientos de masa. Esta nueva coyuntura está redefiniendo el escenario político en la región y está abriendo un proceso histórico que presenta elementos nuevos que van a influir profundamente en la dinámica económica, política, cultural y social inmediata, pero también en el mediano y largo plazo.

Una comprensión más objetiva de esta nueva coyuntura en la región exige un análisis profundamente histórico, capaz de hacer un balance de la lucha secular de las fuerzas progresistas que ha generado una acumulación de experiencias extremamente rica. Lucha secular que tiene que ver con elementos claves de nuestra identidad como latinoamericanos, como naciones capaces de conducirse a sí mismas y que tienen una presencia cultural basada en una fuerza civilizatoria propia.

Desde esta perspectiva, el presente artículo busca hacer un breve balance histórico de los movimientos sociales en América Latina, tomando en cuenta cuatro fases : Los orígenes de los movimientos sociales clásicos desde la influencia anarquista hasta a la Tercera Internacional, la fase del populismo y las luchas nacional-democráticas ; la autonomización de los movimientos sociales y las nuevas formas de resistencia y la cuarta fase de globalización de las luchas sociales a partir de Seattle y la nueva agenda.

Los orígenes: de la influencia anarquista a la tercera internacional

En su fase inicial de formación los movimientos sociales clásicos en América Latina tuvieron una fuerte influencia anarquista, a través de la migración europea, principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estos inmigrantes anarquistas, básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas actividades económicas, se dirigieron principalmente hacia las zonas urbanas, formando las primeras levas de movimientos obreros. A partir de la Primera Guerra Mundial y posteriormente durante los años veinte, la expansión de las manufacturas en la región crea condiciones para el surgimiento de un proletariado industrial, que tendrá su pleno desarrollo con los procesos de industrialización de la década 1930.

Estos movimientos anarquistas tuvieron su auge en toda la región entre 1917 y 1919, años en los que se organizaron huelgas generales bastante significativas que abrieron un proceso de sindicalización del movimiento obrero, como el caso de Perú en 1919, Brasil en 1917, Argentina en 1918 y México en el mismo periodo. Se crea un clima político generalizado favorable a la huelga general como forma de lucha principal, a pesar de que en algunos casos éstas no tenían un objetivo claro o buscaban una especie de disolución del Estado. En esta fase se consiguieron avances importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose en el eje de las luchas reivindicaciones específicas como la reducción de la jornada a ocho horas por día así como mejoras salariales y de condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Es el caso de la huelga de 1919 en el Perú, que al igual que otras experiencias en la región, fueron brutalmente reprimidas sin poder acumular fuerzas, generando una autocrítica en gran parte del movimiento anarquista que va a conducirlos al bolchevismo.

Los movimientos huelguistas estuvieron también marcados por la influencia de la Revolución Rusa, tanto la revolución bolchevique de 1917 como el proceso revolucionario general y las huelgas generales que habían sido características en la revolución de 1905. La corriente bolchevique, llamada “maximalista”, estaba compuesta principalmente por anarquistas que pensaron que el bolchevismo era una manifestación del propio anarquismo. Esta visión, que consideraba el bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se mantuvo hasta 1919-1920, cuando los bolcheviques rusos se confrontan con los Kronstadt que habían sido uno de los brazos principales de la revolución de 1917 y que entran en choque con el gobierno bolchevique, siendo reprimidos tenazmente. A partir de este momento, parte de los anarquistas se alejan del bolchevismo y las corrientes que se mantuvieron fieles al mismo formarán los partidos comunistas.

Este período va a marcar la transición del anarquismo, con su versión maximalista que se destruye junto con las huelgas generales brutalmente reprimidas, a los movimientos comunistas latinoamericanos. Hasta los años veinte, a pesar de la importancia que la Internacional Socialista tuvo en Europa, los partidos socialdemócratas europeos no llegaron a tener una influencia significativa en América Latina, excepto en Argentina que fue el único país que tuvo representación en la II Internacional. A partir de los años 20 el movimiento obrero de la región se incorpora al campo del marxismo, especialmente a su versión comandada por la Internacional Comunista.

El Movimiento Campesino

Históricamente, el campesinado en América Latina estuvo sometido a una fuerte dominación de los señores de tierra, bajo condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. En este contexto, sólo las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse y organizarse, a pesar de la represión a la que fueron sometidas secularmente. Este sector fue la cabeza de una insurrección popular que se convirtió en una referencia fundamental en toda la región : la Revolución Mexicana de 1910, que tuvo una base campesina significativa. La lucha democrática contra el porfirismo estuvo conducida principalmente por partidos democráticos de clase media, que por necesidad de base política se aproximan al campesinado, produciéndose una articulación muy fuerte entre el movimiento campesino y las luchas democráticas mexicanas. A pesar de que los movimientos campesinos no se presentan como movimientos indígenas, se empieza a configurar un vínculo más claro entre ambos. Los líderes de la Revolución Mexicana estaban articulados a sus orígenes indígenas, sobre todo Zapata, que tiene una fuerte representatividad como líder indígena, a pesar que no basar su liderazgo específicamente en ello, Porque en aquel momento, el movimiento está volcado fundamentalmente hacia la cuestión de la tierra.

Es necesario destacar también el papel específico de los movimientos campesinos, que llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central durante los años de 1920-1930, cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizan en las actividades exportadoras. En esta región se formaron bases importantes de lucha por la reforma agraria que debido a la fuerte presencia estadounidense se mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación norteamericana. Este es el caso del Sandinismo, de las revoluciones de El Salvador lideradas por Farabundo Martí, de las huelgas de masas cubanas y, en parte, de la Columna Prestes en Brasil, que a pesar de tener una base fundamentalmente pequeño burguesa, va a entrar en contacto con la población campesina, desarrollando una cierta interacción de este movimiento de clase media de origen militar con el campesinado. Sin embargo, no se puede hablar de un movimiento campesino realmente significativo en este período en Brasil.

El Movimiento Obrero

El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20, desde el marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la revolución rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo. Este aspecto es muy importante para configurar las características principales del movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista ideológico.

Paralelamente a este fenómeno, en algunas zonas mineras relativamente importantes se desarrolló un proletariado asalariado que tenía reivindicaciones propias bastante más colectivas y cuya formación tuvo menos influencia anarquista. Esto explicaría el hecho de que en Chile existiese un Partido Demócrata con base obrera minera muy significativa, antes del desplazamiento de estos trabajadores hacia el Partido Comunista Chileno bajo el liderazgo de Recavarren, lo que al mismo tiempo otorga a esta organización diferencias respecto al resto de los comunistas latinoamericanos, en la medida en que no nace de una base propiamente anarquista, sino de una concepción política más cercana a la socialdemocracia. El Partido Demócrata Chileno no era propiamente una organización socialdemócrata, sino que se aproxima más al radicalismo de los partidos pequeño burgueses de tipo liberal. En otros países de América Latina también se desarrolló una presencia minera importante con un alto grado de sindicalización, como en el caso de Perú, Colombia y Bolivia. En el último caso, el movimiento minero boliviano sólo va a alcanzar su auge en la década de 1940-1950, llegando a ser protagonista de la revolución boliviana.

Los movimientos de clase media y el movimiento estudiantil

El ala del movimiento obrero que luego formará los partidos comunistas se aproxima a sectores de la clase media en torno a objetivos democráticos, como es el caso de los “tenientes” en Brasil, que sería un movimiento social de clase media militar, con objetivos de democracia política. Otros movimientos de clase media, como el aprismo peruano, se adhieren a una plataforma de tipo nacional democrática, levantando banderas como la democracia política, el antiimperialismo, la defensa de las riquezas nacionales, la reforma agraria, la industrialización asumida como una tarea del Estado, etc. La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina.

Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30.

No se puede dejar de considerar como parte de los movimientos sociales, los movimientos culturales y artísticos que buscaban que el arte se aproximase más al pueblo y fuese su expresión mayor. Surgen experiencias extremamente ricas en la región como es el caso del muralismo mexicano, que formó parte del movimiento de la Revolución Mexicana o procesos como la revolución modernista de Brasil en 1922 y otros movimientos similares, principalmente durante los años 20. La creación de la revista Amauta (Lima 1926-1930), fundada por José Carlos Mariátegui, abre un espacio de reflexión intelectual muy importante en la región y muestra la fuerza y la profundidad de estos nuevos movimientos artísticos y culturales que se afirman en una identidad propia al mismo tiempo que se proyectan de manera universal a partir de una visión local, poniendo en cuestionamiento las pretensiones universales de occidente.

Hasta los años 30 se va a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales de la región. En esta agenda se coloca el problema de la tierra, de ahí la importancia de la Revolución Mexicana ; la cuestión minera, que representa la cuestión nacional, sea de la propiedad de las minas o de una participación de los Estados que abrigan los yacimientos en la renta de las minas ; las cuestiones salariales que ya están articuladas con las otras reivindicaciones, principalmente en las zonas mineras y en las zonas proletarias urbanas, sobre todo cuando el movimiento obrero urbano se va constituyendo más claramente en un movimiento asalariado.

El populismo y las luchas nacional democraticas

El conjunto de movimientos sociales que surge a lo largo de las primeras décadas del siglo XX va a tener la oportunidad de aproximarse al poder en los años 30 y 40 con la formación de los gobiernos populares y populistas. Estos gobiernos buscan apoyarse en los sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el contexto de una gran lucha nacional-democrática, integrando todas estas fuerzas sociales y culturales en frentes de contenido nacional-democrático que ya habían incorporado muchos puntos comunes con los movimientos antiimperialistas de los años 20 y van solidarizarse con los movimientos anticoloniales afro-asiáticos después de la Segunda Guerra Mundial. Los partidos comunistas en la región fueron integrando los diversos movimientos a una misma lógica nacional-democrática en la medida en que avanzaba la lucha anticolonialista.

Después de la Primera Guerra Mundial, en la medida en que se van constituyendo gobiernos más próximos a los sectores populares, surge una articulación más profunda entre movimientos sociales y Estados nacionales. Un ejemplo claro de este proceso es el caso mexicano, que ya en los años 20 mostraba una fuerte articulación entre los movimientos campesinos y obreros y el PRI (Partido de la Revolución Institucional).

La base social no son ya los inmigrantes, sino los obreros urbanos del proceso de industrialización de los años 20. Este nuevo movimiento obrero tiende a un cierto rechazo y ruptura con el antiguo movimiento obrero radical, afirmando un nuevo proletariado de origen campesino sin ideología, como el caso de Argentina, donde se presentará de manera más clara este fenómeno. Este nuevo obrero va a aproximarse mucho más a los dirigentes del proceso de industrialización, dando lugar a los llamados movimientos populistas : el peronismo en Argentina ; el varguismo en Brasil; el propio caso mexicano, a pesar del carácter radical del cardenismo y los antecedentes de la Revolución Mexicana. El cardenismo es, en gran medida, una expresión de la vinculación de los principales movimientos sociales a los objetivos nacional-democráticos.

En esta nueva fase se perfila el movimiento revolucionario boliviano, que hace converger mineros y campesinos en la lucha por la reforma agraria, la nacionalización de las minas y la creación de una democracia radical de masas, a pesar de la desconfianza entre ambas partes. Los mineros siempre defendieron una reforma agraria basada en la propiedad colectiva de la tierra, mientras que los campesinos defendían la pequeña propiedad rural. Estas diferencias dividieron el movimiento de la revolución en Bolivia y en la década de 1960 produjeron una contra-revolución cuando el movimiento campesino e indígena se lanza contra los mineros, que recibían también el apoyo de los obreros urbanos, produciéndose una ruptura entre la llamada alianza obrero-campesina.

En el caso mexicano, campesinos y obreros continuaron dentro de la revolución mexicana. Gran parte de la tierra fue colectivizada de forma que el movimiento campesino se mantuvo en una perspectiva socialista, a pesar de que el indigenismo mexicano procuró resaltar siempre los peligros de la concepción colectivista, considerada ineficiente, burocrática y autoritaria.

De esta manera, se definía el perfil nacional-democrático como formador de la nueva clase obrera. Dependiendo de la capacidad de comunistas y socialistas de adoctrinarla en una perspectiva socialista, se hacía posible articular la cuestión nacional y el antiimperialismo que motivaban las luchas nacionales en el continente bajo la dominación del capitalismo norteamericano en expansión en el mundo, hasta convertirse en el centro hegemónico del sistema mundial después de la Segunda Guerra Mundial. La Alianza entre la Unión Soviética y los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial se prolonga hasta 1947 cuando la política de Guerra Fría convierte los anteriores aliados en enemigos. A partir de este momento EE.UU. es transformado por el movimiento comunista mundial en enemigo de los trabajadores, mientras el servicio de inteligencia norteamericano trabaja para romper la alianza entre comunistas, socialistas y social cristianos que se había creado durante la Segunda Guerra Mundial.

Al ponerse en evidencia el carácter imperialista de la política estadounidense, carácter que había sido olvidado durante la Alianza Democrática antifascista, empieza a desarrollarse un nuevo frente antiimperialista, que encuentra su punto más alto en Brasil, a fines de los años 50 durante el gobierno J.Kubistchek-Goulart. En este período los comunistas, que estaban en la ilegalidad desde 1947 después de sólo 2 años acción política legal, vuelven a asumir la condición de semi-legalidad entre 1961 y 1964 durante el gobierno de João Goulart,

En esta misma época surgía una nueva realidad estratégica en América Latina. La declaración de Cuba como una República Socialista en 1962, en respuesta a la invasión de Bahía Cochino, introdujo en la región la cuestión del socialismo como forma inmediata de transición hacia un nuevo régimen económico-social colectivista. Esta nueva experiencia pasó a influir sectores significativos de las fuerzas políticas de izquierda en América Latina, alcanzando su expresión más elaborada en el programa socialista de la Unidad Popular en Chile, cuando entre 1970 y 1973 intentó una experiencia absolutamente insólita : realizar la transición hacia un régimen de producción socialista en condiciones de legalidad democrática. En este momento de avance de las fuerzas sociales, la tesis de la unidad entre la burguesía nacional y el movimiento popular obrero-campesino-estudiantil se convirtió en un principio estratégico fundamental. Concepción fue derrotada por los golpes de Estado que se sucedieron en la región.

La violencia de la represión de los gobiernos militares impuestos en Chile y en otros países contrastaba con la experiencia de un gobierno militar nacional-democrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco Alvarado. Más que nunca la represión y el terror estatal se desarrollaron hasta sus formas más radicales. No hay duda que el terror fascista inaugurado por Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llevó hasta el paroxismo la represión en la región.

A pesar de las huelgas de masas de los trabajadores de las grandes empresas agrícolas exportadoras – que sostuvieron a Sandino o impusieron la huelga de masas en El Salvador – el movimiento campesino solo vino a alcanzar una victoria significativa durante la revolución en Guatemala con Arbenz en 1952 y particularmente en la revolución boliviana cuando las milicias campesinas y mineras tomaron la dirección del país. En la década de los 50 se iniciaron las Ligas Campesinas lideradas por Francisco Julião en Brasil. En los años 60 la estrategia anti-insurreccional comandada por los militares estadounidenses absorbió finalmente la propuesta de una reforma agraria ordenada que se aplicó sobre todo en el Chile demócrata-cristiano bajo la presidencia de Eduardo Frei. Esta reforma agraria se hizo más radical, completa y profunda en los años 1970-73 bajo el gobierno de la Unidad Popular, teniendo como presidente Salvador Allende.

A lo largo de todos estos años, la reivindicación por la tierra estuvo en el centro de las luchas populares y de la alianza obrero-campesina, con fuerte apoyo estudiantil y de sectores de la clase media urbana. Estas reivindicaciones llegaron hasta la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se puede decir, sin embargo, que en las décadas de los 80 y los 90 el fuerte control de las multinacionales sobre la producción agrícola en vastas regiones del continente cambió dramáticamente el sentido de la lucha campesina. Entre 1960 y 1990 se completó un proceso de emigración del campo a la ciudad que expulsó definitivamente vastas capas de pequeños propietarios agrícolas y consolidó la grande y mediana empresa agroindustrial, articuladas con las transnacionales agrícolas o manufactureras de productos agrícolas. Se desarrolla la figura del asalariado agrícola estacional y surge un nuevo movimiento campesino de carácter sindical, con pequeña presión sobre la tierra.

El caso brasileño es paradigmático : los “boias frías” (así llamados por la comida fría que llevan para sus precarios almuerzos en un espacio agrícola ultra especializado y mecanizado) inundan las zonas rurales y solamente en la década del 80 resurge una demanda por la tierra cuando aumenta el desempleo en las zonas rurales y pequeñas ciudades, generando una población desempleada que busca retornar a la tierra. De ahí surge el Movimiento de los Sin Tierra (MST) que presiona por una reforma agraria más ágil pero no cuestiona la legislación de tierras del país, que dispone la compra de las tierras no cultivadas a precio de mercado para distribuir entre los campesinos sin tierra. La fuerza del MST deriva menos de la radicalidad de su demanda por la tierra que de sus métodos de ocupación de la misma para forzar la reforma agraria así como de sus métodos de gestión comunitaria de las tierras ocupadas por ellos y de su concepción socialista de una economía donde los campesinos pueden alcanzar su pleno desarrollo. Su preocupación con la tecnología agrícola de punta, por las cuestiones ambientales y por la educación de sus cuadros y de sus hijos los colocan a la vanguardia de la sociedad brasileña. Sus principales banderas de lucha se resumen en : tierra, agua y semillas, es decir, en el la pugna por la soberanía alimentar en Brasil. De esta manera, ellos se preparan para enfrentar las transnacionales agroindustriales en una perspectiva de largo, chocando frontalmente con los conservadores brasileños.

Un fenómeno nuevo que hace posible esta concepción de largo plazo del Movimiento de los Sin Tierra es el fuerte apoyo de la pastoral de la tierra en Brasil. La Iglesia brasileña ha decidido que no puede entregar el más grande país católico del mundo a la voracidad de las elites explotadoras de este país. Una revolución social anti-católica sería un golpe definitivo al catolicismo como religión con pretensiones de universalidad.

La cuestión étnica

En esta fase se incorporan cuestiones totalmente nuevas : el indigenismo, no solo visto como un movimiento de reivindicación étnico sino como una crítica cultural campesina, donde el campesinado exige su conservación y no simplemente su disolución en una sociedad superior. La cuestión étnica se presenta en dos vertientes diferenciadas, la cuestión campesina-indígena y campesina-negra. Es necesario hacer una distinción entre ambas tendencias porque los negros formaron un movimiento principalmente campesino, que asumió la lucha contra el esclavismo, contra la dominación española en Cuba y que participó en la revolución cubana y los procesos de liberación de otros países en la región.

Los negros se organizaron con mucha facilidad y llegaron a constituir una parte importante de ese movimiento obrero no-europeo, no-socialista, pero enmarcado en una vertiente populista. A pesar de que los comunistas consiguieron, en algunos lugares, una base importante en el movimiento negro, tuvieron la tendencia a negar su especificidad, manifestándose contra la idea de que asumiese una forma propia. De esta manera, se buscaba que el movimiento negro se incorporase a las luchas por las libertades civiles, pero se negaba su contenido étnico específico. La visión étnica de la cuestión negra solo se va a proyectar a partir de la década de 1960 y tiene como una de las referencias principales al “black power” en Estados Unidos, donde se produce una ruptura con la visión de los derechos civiles : los negros sostienen que no quieren ser iguales a los blancos, por lo tanto, sus luchas no son por la igualdad sino por el derecho de ser negros. Esta perspectiva se expresa en la idea de “black beauty”.

El contenido étnico del movimiento indígena renace en los años 70, cuando los indígenas reivindican sus orígenes como una estructura ideológica para las luchas sociales contemporáneas y exigen el liderazgo de los movimientos guerrilleros. Un ejemplo de esta nueva perspectiva es la lucha guatemalteca, donde los indígenas dejan claro que la guerrilla estaba dirigida por ellos a pesar de la participación externa, siempre subordinada a su liderazgo. Esta vertiente se va manifestar también en el caso mexicano, que alcanzará una expresión clara en el zapatismo, donde la vertiente indígena asume el carácter de una postura ideológica propia, que tiene su inspiración indigenista pero tiene también un objetivo universal. Este reconocimiento e identidad indígena latinoamericana es un fenómeno muy profundo que pretende también ser mundial : indígenas de diferentes regiones del mundo buscan formar un movimiento que afirma sus luchas en una postura ecológica basada en una relación fuerte con la naturaleza, en una ideología opuesta al capitalismo y a las pretendidas fuerzas progresistas que ven el progreso como un camino destructor de las formas anteriores.

El Movimiento Femenino

Por otro lado, emerge el movimiento femenino de manera específica, a pesar de que éste existe en todas las épocas como parte de otros movimientos sociales [3]. A partir de la década de 1960 este movimiento comienza a reivindicar no sólo que los derechos civiles de las mujeres sean incorporados a la sociedad moderna sino que la sociedad incorpore también la visión femenina del mundo. Esto supone la participación de la mujer en la cultura, ya no como un elemento pasivo, sino en un rol protagónico capaz de reestructurar profundamente la subjetividad del mundo contemporáneo a partir de una nueva visión que revalore el papel de la vida. En este sentido, la mujer sería no sólo portadora de la vida sino de una percepción del mundo desde el punto de vista de la vida. Esto modifica profundamente la visión de la sociedad contemporánea.

La autonomia de los movimientos sociales y las nuevas formas de resistencia

Veinticinco años de experiencia neoliberal, comandadas a nivel internacional por el FMI y el Banco Mundial, sumergieron nuestros países en graves problemas económicos que llevaron los movimientos sociales de la región a la defensiva. El desempleo, la inflación, la dramática caída de los niveles salariales y de calidad de vida, la falta de inversiones en el sector productivo, en infraestructura, o desarrollo social forman un conjunto de fenómenos que va destruyendo el tejido social, que va desestructurando las lealtades institucionales, rompiendo los lazos sociales, abriendo camino a la violencia, las drogas y la criminalidad en sus diversas formas de expresión. Las formas de lucha principales del movimiento obrero, como la huelga y otras formas de interrupción del trabajo, pierden fuerza en la medida en que amplias masas de desempleados o recién llegados a la actividad laboral están siempre dispuestas a sustituir a los trabajadores activos. Las posibilidades de lucha en las calles alcanzan cierto auge hasta que el cansancio y el enfrentamiento con formas despiadadas de represión hacen retroceder al movimiento que va perdiendo sus objetivos, abriendo camino a la acción del “sub-proletariado” que no dispone de programas de lucha organizados y consecuentes.

Los años de recesión estuvieron agravados por mecanismos de represión institucional y regímenes de excepción apoyados en formas de terror estatal que habían tenido inicio en la fase anterior. La recesión sistemática, que debería ocurrir en la década del 70, fue retrasada debido a la captación de recursos externos en forma de préstamos internacionales a bajo costo como consecuencia del reciclaje de los petrodólares. En la década del 80 se inicia la fase recesiva con la exigencia de pago inmediato de los intereses de la deuda, aumentadas debido al crecimiento del capital principal bajo la forma de “renegociaciones” irresponsables y debido al aumento de las tasas internacionales de interés a partir de las decisiones adoptadas por el Tesoro Americano.

Esta combinación de recesiones sucesivas, regímenes de excepción, terrorismo de Estado y rebaja del nivel de vida de los trabajadores estuvo seguida de una ofensiva ideológica contraria a las conquistas de los trabajadores y a las mejoras obtenidas por el conjunto de la población durante los años de crecimiento económico. La ofensiva ideológica neoliberal alcanzó su auge en la segunda mitad de los años 80, con la política derrotista de la clase política dirigente de la Unión Soviética y de la Europa Oriental. A partir de la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” se abrió una ofensiva ideológica neoliberal que implantó un verdadero terror ideológico. Cualquiera que reivindicara una crítica al capitalismo o al quimérico “libre mercado” era inmediatamente segregado de los medios de comunicación de masas y de la academia. Era la época del “fin de la historia”, del fin del socialismo y del marxismo.

Durante los últimos veinticinco años los movimientos sociales de la región estuvieron bajo el impacto de esta situación crítica, que era posible superar con políticas de preservación del interés nacional, con la suspensión del pago de una deuda internacional altamente cuestionable y de tasas de interés totalmente insanas. Sin embargo, prevalecieron los intereses ligados al pago del servicio de la deuda y las renegociaciones que incluían inmensas comisiones apropiadas por agentes privados. En este período se afirmó una típica burguesía “compradora” en la región, que se impuso progresivamente sobre los capitales locales afectados por las políticas neoliberales e impedidos de beneficiarse de los cambios del comercio mundial que fueron casi totalmente aprovechados por los países asiáticos. Ayudados por reformas agrarias profundas, realizadas en la post-Segunda Guerra Mundial Estos países no dependían tan directamente de los préstamos internacionales para sostener sus políticas de exportación y de crecimiento económico y disponían de mercados internos más amplios y de políticas educacionales profundas que buscaban neutralizar la influencia de regímenes socialistas en el sudeste asiático.

Es natural que durante este periodo, el movimiento obrero renaciera en la región bajo formas más cautelosas, buscando el apoyo de los liberales y de la Iglesia que se apartó de los regímenes dictatoriales que en el pasado favoreciera, para asumir las banderas de los derechos humanos, de la amnistía y del restablecimiento de la democracia. En este ambiente, las propuestas neoliberales encontraron un campo fértil y se enraizaron profundamente en virtud de la auto-destrucción del socialismo soviético y euro-oriental. Las concepciones neoliberales penetraron fuertemente en los partidos de izquierda, encontrando su formulación más sofisticada en la llamada Tercera Vía que se desarrolló en la década de los 90. Se levantaba la tesis de que no había alternativa para la concepción neoliberal de la economía, cuya expresión de eficacia era el libre mercado. Libre mercado que no garantiza, sin embargo, los derechos sociales de los trabajadores. Bajo esta visión, sería necesario combinar el neoliberalismo económico con un programa de políticas sociales (o compensatorias, como lo plantean el FMI y el Banco Mundial al aceptar los efectos negativos “provisionales” de la “transición” hacia el “libre mercado”). Era evidente la debilidad teórica y práctica de esta propuesta que fue en seguida abandonada en la medida en que el neoliberalismo se hacía cada vez más insostenible tanto en el plano teórico–doctrinario como práctico.

El movimiento obrero se encuentra aún bajo el efecto de estas confusiones ideológicas pero viene recuperando sistemática y crecientemente buena parte de su capacidad política a partir del crecimiento económico sostenido de 1994-2000 cuando el desempleo en Estados Unidos cayó de 12% a 3,4% anual. La posibilidad de volver a una situación de pleno empleo provocó un renacimiento de la militancia sindical americana, incluso en la reorientación de la central sindical AFL-CIO hacia tesis progresistas. En América Latina el movimiento obrero del período estuvo en ascenso solamente en Brasil en los años 70, parte de los 80 y en algunos momentos aislados de los 90. La explicación de la pérdida de combatividad del movimiento obrero en los últimos años se encuentra en las dificultades de convivir con el desempleo creciente resultante de la situación recesiva permanente.

De las fuerzas clásicas del movimiento popular en la fase nacional democrática, el movimiento estudiantil fue el que más sufrió al ahogarse en el mundo del debate ideológico y enfrentar el impacto de la ola neoliberal. De ser el centro de las luchas sociales pasó a ser un movimiento de reivindicaciones sectoriales, lo que fue aislándolo progresivamente. La expansión de las universidades privadas y del número de estudiantes universitarios de clase media disminuyó el carácter de elite intelectual de los movimientos sociales que este tenía hasta inicios de la década de los 70. Esta situación se agrava cuando la represión comienza a afectar también el movimiento estudiantil disminuyendo su militancia y su liderazgo ideológico. A pesar de haber perdido mucha de su fuerza, ha dejado un rastro ideológico profundo como resultado de los movimientos de 1968, y en algunos casos, está recuperando protagonismo en las luchas sociales de los últimos años, como es el caso de Chile.

En los años 80 y 90 ganaron una fuerza especial los movimientos de los barrios llamados “marginales” y hoy “excluidos”. Su organización creciente consiguió ìmportantes recursos fiscales para infraestructura, aún cuando éstos eran insuficientes para romper sus dificultades básicas. Las organizaciones de mujeres jugaron un papel fundamental en el movimiento de pobladores, organizándose para la autogestión de recursos dirigidos a cubrir necesidades básicas de alimentación, seguridad y servicios, basados en un espíritu comunitario y fuertes lazos de solidaridad. Ejemplos claros de este fenómeno son los comedores de madres y los comités del vaso de leche en Perú.

Asimismo, el aumento de la actividad comercial de drogas prohibidas, sobretodo la cocaína, ha abierto la posibilidad de un relativo enriquecimiento verdaderos ejércitos de criminales organizados. Una situación similar a la de Chicago en las décadas de 1920 y 1930. Esta presencia de los factores criminales en los barrios miserables, como es el caso de Brasil, ha justificado una adhesión creciente de partidos de izquierda y de movimientos populares con responsabilidad de gobierno a las técnicas de la represión social. Al abandonar la tortura y otros comportamientos violentos en el plano político, las fuerzas represivas volvieron a concentrarse en la práctica sistemática de violencia contra los pobres y criminales de origen popular.

Al mismo tiempo, los movimientos sociales son cada vez más afectados por las fuerzas sociales emergentes. Es el caso de los movimientos de género, los indígenas, los negros, los grupos de defensa del medio ambiente y otros, que imponen nuevos temas a la agenda de las luchas sociales. Su punto de partida asume formas liberales, expresadas en la defensa del derecho a votar, de garantizar jurídicamente sus derechos en bases iguales a la fracción masculina dominante, de valorizar sus características propias, de reconocer su identidad y sus características étnicas como parte sustancial de la cultura nacional. Con el tiempo, estas reivindicaciones pasan a integrar todo un proyecto cultural que exige el rompimiento con la estructura económico social que generó el machismo, el racismo, el autoritarismo. Podemos encontrar una identificación sustancial entre el modo de producción capitalista, como fenómeno histórico, con estas formas culturales que penetran profundamente en todo la superestructura de la sociedad moderna. Las propias raíces de estas llagas se encuentran en la pretensión de una racionalidad iluminada que tendría a Occidente como cuna y que justificaría el colonialismo, despreciando sustancialmente la importancia de las culturas y civilizaciones asiáticas, orientales o de las civilizaciones americanas pre-colombinas.

Los movimientos sociales empiezan así a romper con toda la ideología de la modernidad como forma superior y como única expresión de la civilización. Este enfoque ha dado una fuerza muy especial a los movimientos sociales al presentarlos como fundamento de un nuevo proceso de civilización pluralista, realmente planetario, post-racista, post-colonial y quizás post-moderno.

Durante esta fase es necesario destacar dos características fundamentales : en primer lugar, la identidad de los movimientos sociales empieza a reivindicar una cierta autonomía, sale del marco de los partidos, de las reivindicaciones nacional-democráticas y desarrollistas, para asumir una autonomía bastante significativa, que da origen y se vincula a la cuestión ciudadana de lucha por los derechos civiles y se confunde con las luchas contra las dictaduras en América Latina. Se empieza a desarrollar una interacción entre los movimientos sociales con relativa autonomía de los partidos políticos y de las ONGs que las apoyan. En segundo lugar, se presenta una tendencia a la formación de partidos políticos a partir de estos movimientos. La expresión más avanzada de esta tendencia es el Partido de los Trabajadores en Brasil. Existen también otras organizaciones políticas impregnadas de esa visión ideológica, una sociedad civil que se esta formando y que proyecta sobre el Estado la gran cuestión que la sociedad civil todavía no resolvió : en la medida en que ella crece y gana importancia, su relación con el Estado deja de ser simplemente crítica para ejercer también hegemonía sobre el Estado. A partir de este momento, la postura crítica se transforma en una postura positiva, que se expresa en propuestas de políticas de Estado y que viene constituyendo una nueva fase de diseño de un nuevo programa de políticas públicas que absorbe parte del programa nacional democrático-desarrollista anterior pero con críticas significativas y que incluyen nuevos elementos en la agenda, como las demandas ecológicas y democráticas de participación política.

Todo esto va constituyendo un nuevo espacio político que no resolvió sus contradicciones entre autonomía y gestión del Estado, entre democracia en el sentido de afirmación autónoma y en el sentido de gestión del Estado, entre reivindicaciones autónomas y de políticas públicas con capacidad de transformar las condiciones materiales.

La globalización de las luchas sociales

Después de Seattle en 1999, los encuentros del Foro Social Mundial en Porto Alegre y las manifestaciones de masa que lo sucedieron en varias partes del mundo ya se perfila una nueva realidad de los movimientos sociales que indican una dinámica no solamente defensiva sino también ofensiva. A pesar de que este fenómeno ya estaba inscrito en las movilizaciones de 1968, cobra un significado especial después de la caída del campo soviético cuando las luchas sociales ganan la dimensión de un gigantesco movimiento de la sociedad civil contra la globalización neoliberal. Su articulación con fenómenos políticos se hace más evidente y se expresa en el surgimiento de formas de lucha insurrecciónales nuevas, como el zapatismo en México y sus desdoblamientos internacionales en la convocatoria por la lucha contra el neoliberalismo que atrajo personalidades de todo el planeta ; la emergencia de movimientos indígenas de resistencia que terminan derrocando gobiernos y dando origen a partidos y nuevos gobiernos como en Bolivia y Ecuador ; el éxito electoral del PT en Brasil, que surge de una articulación de los movimientos sociales y de fuerzas de izquierda en Uruguay y Venezuela. Todos estos fenómenos conforman una nueva ola de transformaciones sociales y políticas en América Latina que tiene fuertes raíces en los nuevos movimientos sociales y en su articulación con las fuerzas de los movimientos sociales clásicos, en el desarrollo de la izquierda en su conjunto e inclusive, la emergencia de sectores nacionalistas en las clases dominantes. Estos elementos producen un complejo proyecto histórico aún en construcción que se expresa también el los procesos de integración regional acompañados de una creciente densidad diplomática entre los gobiernos de la región.

El programa alternativo que se dibuja en América Latina no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ; cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia. En tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva civilización.

Mientras esta tarea de décadas se desdobla, se van dibujando luchas parciales que asumen un carácter cada vez más sustancial. La integración regional latinoamericana por, ejemplo, gana dimensiones concretas en el MERCOSUR , la Comunidad Andina de Naciones y el ALBA (Alternativa Bolivariana de los Pueblos) y la Comunidad Sudamericana que cuenta con el apoyo sustancial del ideal bolivariano. Al mismo tiempo, este ideal es convertido en doctrina de Estado y de gobierno en Venezuela, inspirándose en la dinámica de la democracia participativa profundamente articulada a la lógica de los movimientos sociales.

Muchas serán aún las novedades políticas, culturales e ideológicas que surgirán en este nuevo contexto. En el proceso electoral de Lula en Brasil se unieron sectores sociales hasta entonces desarticulados en búsqueda de un nuevo bloque histórico que unificase las fuerzas de la producción contra de la dominación del capital financiero. Un perfil similar se dibujó en Argentina después de los grandes movimientos de masa que cuestionaron radicalmente el programa neoliberal. En toda la región se habla de un nuevo desarrollismo que busca crear las condiciones de una nueva política económica que restaura en parte los temas y la agenda de los años 60 y 70 adaptando la misma a las nuevas condiciones de la economía mundial. Lo que importa es la voluntad política, los aspectos técnicos son secundarios y fácilmente obviados por el amplio desarrollo de los profesionales de la región.

Varias son las manifestaciones concretas de la nueva propuesta que deberá sustituir la barbarie intelectual del pensamiento único neoliberal y que incorporará la región a una nueva realidad política e ideológica. Esta nueva propuesta pone en debate las grandes cuestiones del destino de la humanidad y los movimientos sociales representarán el terreno fértil en que brotarán las soluciones cada vez más radicales pues son las raíces que estarán en juego : la desigualdad social, la pobreza, el autoritarismo, la explotación. Toda esta agenda estará de nuevo en la arena de la historia.

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Horizontalidad: Las trabajadoras y trabajadores de Argentina se apoderaron de las fábricas, las ciudadanas y ciudadanos de las calles – nadie parece extrañar a su jefe.

November 27, 2009 By Irizarry

El futuro se hace día a día, y está ya con nosotros. La pregunta es cómo se puede hacer mucho más fuerte. En el continente latinoamericano hay muchas tradiciones de lucha que se siguen afirmando, de acuerdo al momento y la circunstancia, según las historias específicas que tarde o temprano resultan ser las mismas, pues tienden a través de diversos caminos a la búsqueda de libertades y alternativas de vida que no dependan de los poderes. El artículo que ofrecemos a continuación es muy sugestivo. Es parte de esas tradiciones que persisten y que incluyen aprendizajes compartidos y colectivos.

Los movimientos sociales autónomos en Argentina son parte de un fenómeno global. Desde Latinoamérica y Sudáfrica, hasta Europa Oriental e incluso en los Estados Unidos y Canadá, la gente está creando el futuro en el presente. Estos nuevos movimientos se basan en democracia directa y consenso, y les brindan a todas y todos el espacio para ser líderes.

http://www.yesmagazine.org/issues/mas-democracia-en-america-latina/1777

Horizontalidad
Las trabajadoras y trabajadores de Argentina se apoderaron de las fábricas, las ciudadanas y ciudadanos de las calles – nadie parece extrañar a su jefe.

by Marina Sitrin
posted Jun 10, 2007

Los movimientos sociales autónomos en Argentina son parte de un fenómeno global. Desde Latinoamérica y Sudáfrica, hasta Europa Oriental e incluso en los Estados Unidos y Canadá, la gente está creando el futuro en el presente. Estos nuevos movimientos se basan en democracia directa y consenso, y les brindan a todas y todos el espacio para ser líderes.

Dentro de Argentina, también son un “movimiento de movimientos”. Son gente de la clase trabajadora tomando fábricas y gestionándolas de manera colectiva. Son la clase media urbana, o aquellos que recientemente han perdido ese status, trabajando para satisfacer sus necesidades en solidaridad con aquellos que los rodean. Son los desempleados, como tantas personas sin empleo alrededor del globo, enfrentando la posibilidad de no encontrar un trabajo fijo, pero aún así encontrando colectivamente formas de sobrevivir y volverse autosuficientes, utilizando la ayuda mutua y el amor. Son las comunidades indígenas autónomas luchando para liberar la tierra despojada.

Horizontalidad es la palabra que ha llegado a encarnar estos nuevos órdenes sociales y principios de organización en Argentina. Horizontalidad implica comunicación democrática en un nivel plano, e involucra—o al menos se esfuerza por—la creación no-jerárquica y anti-autoritaria, en vez de la reacción. Es un rompimiento con las formas verticales de organizarse y relacionarse.

Los movimientos sociales en Argentina se describen a sí mismos como autónomos, para distinguirse del Estado y otras instituciones jerárquicas. La palabra autonomía también describe una política de auto-organización llamada autogestión, y a la participación democrática directa.

Dicho sencillamente, rechazan la idea misma de alguien tenga un poder sobre cualquier otro. En cambio, trabajan hacia el objetivo de crear “poder con” el otro. Se organizan a sí mismos en cada aspecto de sus vidas, de manera a la vez independiente y en solidaridad con su entorno. Es un proceso de creación continua, crecimiento constante y desarrollo de nuevas relaciones, con ideas fluyendo desde estas prácticas cambiantes.

El Movimiento de Trabajadoras y Trabajadores Desocupados

Argentina tiene una larga y rica historia de rebelión, resistencia y auto-organización. Los movimientos recientes se desarrollaron en dos olas acumulativas que diseminaron ampliamente los nuevos conceptos organizativos en Argentina. El primero, un movimiento de las trabajadoras y trabajadores desempleados que emergió en los 1990s, adoptó tempranamente la toma de decisiones por consenso, pero tuvo poco apoyo de la clase media argentina. El colapso de la economía argentina en 2001 encendió una segunda ola de rebelión popular, durante la cual la clase media argentina, que perdía rápidamente su estatus, se alineó con la gente desempleada y sub-empleada. Y así la horizontalidad se extendió a través de las líneas de clase.

El rechazo emergente de las viejas formas políticas tomó conocimiento público en los ‘90s, cuando el movimiento de los trabajadores desempleados y otros movimientos populares comenzaron a organizarse contra los gobiernos locales y las corporaciones. Generalmente lideradas por mujeres desempleadas, tomaron las calles por miles, bloqueando las principales arterias de transporte para demandar al gobierno subsidios para las personas desempleadas. En un decisivo rompimiento con el pasado, esta organización no fue liderada ni administrada por líderes electos, ni por ningún líder en absoluto. En cambio, la gente en las calles decidía día a día y momento a momento qué hacer a continuación.

Durante los bloqueos, la gente utilizó formas directas de toma de decisiones, y comenzó a crear nuevas relaciones sociales. La gente y el movimiento reciben ambos el nombre informal de “piqueteros”, un término tomado de “piquete”, la táctica de bloqueo de rutas. A diferencia de formas previas de organización, donde siempre había un vocero del grupo (la mayoría de las veces sin su consentimiento), en estos piquetes tempranos la gente decidió que negociarían en el bloqueo mismo. Hay algunos casos de funcionarios del gobierno que viajaron en helicóptero hasta la ruta para negociar directamente con la asamblea en el bloqueo.

Rebelión y Asambleas

El momento definitivo para la segunda ola de cambios ocurrió en la rebelión popular del 19 y el 20 de diciembre de 2001, a menudo llamados “el 19 y el 20”. Millones de personas tomaron espontáneamente las calles a lo largo de Argentina, y sin líderes ni jerarquías obligaron al gobierno a renunciar, y entonces, a través de continuas movilizaciones, procedieron a expulsar cuatro gobiernos más, en menos de dos semanas. El incidente que precipitó esto fue el congelamiento por parte del gobierno de las cuentas bancarias de la gente.

Estos manifestantes no estaban demandando algo nuevo, sino que lo estaban creando. En estos días, muchos se refieren a este momento como una ruptura con el pasado, un rompimiento del miedo y el silencio profundamente instalados que constituían un legado de la dictadura más brutal en la historia de Argentina, en la cual “desaparecieron” 30.000 personas, a menudo torturadas de las formas más horribles.

La rebelión popular de 2001, estuvo compuesta por trabajadores y desempleados, la clase media, y quienes recientemente habían perdido su estatus de clase media. Fue una rebelión sin liderazgo, ya sea por partidos establecidos o por una elite emergente, un hecho que formó parte de la fundación de la horizontalidad y otras formas nuevas de organización. Precipitó el nacimiento de cientos de asambleas barriales que involucraron a muchas decenas de miles de participantes activos.

La gente en las asambleas barriales primero intentó descubrir nuevas formas de apoyarse uno al otro para satisfacer sus necesidades básicas. A menudo explican la organización de las primeras asambleas como un reencuentro, un hallarse unos a otros. La gente estaba en las calles, comenzaron a charlar entre sí, vieron la necesidad de juntarse y así lo hicieron, de esquina en esquina, de parque en parque. En muchos casos alguien escribía en una pared o en la calle, “Vecinos, reunión el martes a las 9 p.m.”, y una asamblea comenzaba.

Nuevos Grupos Reemplazan a las Asambleas

Los años posteriores a la rebelión han sido testigos de una disminución significativa en las asambleas barriales. Muchos miembros tempranos predijeron una declinación eventual de la participación y aún así sintieron que no sería una pérdida significativa. Explicaban que algo había cambiado en ellos como personas, y en cómo se relacionaban uno con el otro. Estos cambios no se podían deshacer, aún cuando la estructura de la organización cambiara.

Las asambleas que permanecen trabajan en una variedad de proyectos, ayudando a facilitar redes de trueque, creando cocinas populares, cultivando jardines orgánicos, y a veces incluso apropiándose de edificios—incluyendo las tomas altamente simbólicas de bancos abandonados, que transforman en centros comunitarios. Estos espacios ocupados alojan muchas cosas, incluyendo cocinas, pequeñas imprentas y áreas de cuidados diurnos. Pueden ofrecer ayuda extra-escolar para niñas y niños, acceso a Internet y uso gratuito de computadoras—incluso uno de ellos tiene un pequeño cine.

Un número de nuevos grupos han emergido, incluyendo grupos de ayuda a prisioneros políticos, organizaciones anti-represión, colectivos de artesanos callejeros, y grupos de estudiantes de secundaria. Todos estos comenzaron con el consenso básico de que se organizarían basados en la horizontalidad y la autonomía. Como los grupos anteriores, estas nuevas formaciones rechazaron absolutamente a los partidos políticos y a la organización jerárquica. La experiencia de las asambleas barriales continúa como una parte viviente de una continuidad global.

Las Relaciones Entre los Movimientos

Así como la rebelión popular encendió el crecimiento de las asambleas barriales, también inspiró a los movimientos de trabajadores desempleados. Una red creció entre éstos en diversos movimientos autónomos, una red que atravesó a las líneas de clases y a la identificación con la clase.

En la rebelión de 2001, la clase media consideraba el uso de los bloqueos de ruta por parte de los piqueteros como una molestia, en el mejor de los casos. Había un consenso general de que la gente desempleada fue las culpable por su propia condición económica y social, y que los métodos drásticos estaban justificados al reprimirla. Luego de la rebelión, se organizaron acciones conjuntas con grupos de clase media, incluyendo bloqueos de puentes y rutas. Las mismas personas de clase media que habían odiado a los piquetes por interrumpir su vida diaria, ahora estaban apoyando a los bloqueos como una acción necesaria para restablecer la viabilidad económica. Al mismo tiempo, muchos piqueteros que en el pasado habían visto a la clase media como parcialmente responsable por la difícil situación económica, estaban organizándose codo a codo con ella.

Espacios de Trabajo Recuperados

La docena, aproximadamente, de fábricas ocupadas que existían al comienzo de la rebelión de 2001 crecieron en sólo dos años hasta incluir cientos de lugares de trabajo, tomados y administrados por trabajadoras y trabajadores, sin jefes ni jerarquías. Casi cada lugar de trabajo se ve a sí misma como parte integral de la comunidad, y la comunidad los ve de la misma forma. Como dicen los trabajadores de Zanón, una fábrica de cerámicos, “Zanón es de la gente”.

Los sitios de trabajo van desde imprentas y metaleras a clínicas médicas, de fábricas de galletas, zapatos y globos, a un hotel cuatro estrellas y un diario. Los participantes en los sitios de trabajos recuperados dicen que lo que están haciendo no es muy complicado, más allá de los desafíos, citando el eslogan “Ocupar, Resistir, y Producir”. La mayoría de la gente involucrada en los movimientos de recuperación utiliza la palabra autogestión para describir lo que están creando, y cómo.

Este movimiento continúa creciendo y obteniendo ayuda en toda la Argentina, más allá de las amenazas de desalojo. Hasta ahora, cada amenaza se ha encontrado con una movilización del vecindario y de varios colectivos y asambleas para hacer fracasar los esfuerzos del gobierno. En el ejemplo de Chilavert, una imprenta, los miembros del centro de jubilados del otro lado de la calle, salieron y no sólo defendieron a la fábrica de la policía, sino que también insistieron en permanecer en la línea frontal de defensa. Las recuperaciones son inmensamente populares, y muchos por fuera de los movimientos los explican sencillamente, diciendo que falta trabajo, y que esta gente quiere trabajar.

Luego de un tiempo, los sitios de trabajo recuperados han comenzado a unirse entre sí, creando relaciones de trueque para sus productos, y lazos colectivos con el ámbito mundial de trabajo. Por ejemplo, una clínica médica proveerá servicios a las miembras y miembros de una imprenta como intercambio por los servicios de impresión de su material. Esto también ha sucedido en un nivel global.

Nuevos Movimientos Internacionales

Aunque movimientos de crecimiento tan rápido, diversidad y popularidad no carecen de precedentes, la mayor innovación en Argentina podría ser que grupos dispares están creando redes globales de intercambio y comunicación. Los movimientos de Argentina han hecho conexiones significativas con el MST (Movimiento de los Sin-Tierra) en Brasil, intercambiando experiencias y estrategias para las tomas de tierra, formas de medicina tradicional, y herramientas de práctica democrática.

Los Zapatistas se han involucrado regularmente en estos intercambios. Desde la rebelión de 2001, cierto número de personas de movimientos de trabajadores desempleados han sido invitados por los Zapatistas para pasar algún tiempo en las unidades autónomas de Chiapas, intercambiando ideas y experiencias. A pesar de los recursos limitados, el diálogo entre los diversos movimientos ha sido prolongado y variado.

Durante los últimos tres años en Buenos Aires, los movimientos autónomos han organizado un encuentro anual llamado Enero Autónomo. Los grupos vienen de toda Latinoamérica, incluyendo a Mujeres Creando de Bolivia, y grupos autónomos de Brasil. Los participantes también incluyen a varios colectivos y organizaciones comunitarias de Europa y los Estados Unidos. Este proceso de conexión ha ganado energía durante los últimos años, y todo indica que este crecimiento se está acelerando.

La horizontalidad y la democracia directa son modelos importantes para la creación de una nueva sociedad, un fundamento para el cual se construyen espacios de amor y de confianza. Desde este espacio de confianza y amor, utilizando las herramientas de la horizontalidad, una nueva persona—que es la protagonista de su propia vida—comienza a tomar forma. Esto no es por azar, es un proceso consciente de creación social. Las mujeres en particular han creado nuevos roles para sí mismas. Basado en este nuevo protagonista individual, aparece un nuevo protagonismo colectivo, el cual cambia el sentido de lo individual, y luego el sentido de lo colectivo. Desde esta relación surge la necesidad de nuevas formas de hablar, un nuevo lenguaje.

Las ideas y las relaciones no pueden ocurrir en un vacío. Toman su lugar en lugares reales, en “territorios” liberados de las estructuras jerárquicas, e involucran a gente real. Estos territorios son laboratorios de creación social. Los nuevos movimientos en Argentina son ejemplos de estos laboratorios.

Marina Sitrin es escritora, maestra, estudiante, soñadora, y auto-descripta militante, que ha participado en numerosos movimientos visionarios anti-capitalistas. Está trabajando en un nuevo libro, Democracias Insurgentes: Nuevos Poderes de Latinoamérica (Citylights Press, 2007). Este artículo se basa en Introducción al Horizontalismo: Voces de Poder Popular en Argentina (AK Press, 2006), una colección de narraciones en primera persona de las personas que han vivido y creado los eventos narrados aquí. Horizontalismo fue primero publicado en español por Chilavert, una imprenta recuperada en Argentina.

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‘One Worker, One Vote:’ US Steelworkers to Experiment with Factory Ownership, Mondragon Style

November 17, 2009 By Irizarry

The vision behind the agreement is job creation, but with a new twist. Since government efforts were being stifled by the greed of financial speculators and private capital was more interested in cheap labor abroad, unions will take matters into their own hands, find willing partners, and create jobs themselves, but in sustainable businesses owned by the workers.

Que no se diga que no hay opciones para crear empleos, desde abajo.

‘One Worker, One Vote:’ US Steelworkers to Experiment
with Factory Ownership, Mondragon Style
By Carl Davidson
SolidarityEconomy.net
Oct. 27, 2009
http://www.solidarityeconomy.net/

The United Steel Workers Union, North America’s largest industrial trade union, announced a new collaboration with the world’s largest worker-owned cooperative, Mondragon International, based in the Basque region of Spain.

News of the announcement spread rapidly throughout the communities of global justice activists, trade union militants, economic democracy and socialist organizers, green entrepreneurs and cooperative practitioners of all sorts. More than a few raised an eyebrow, but the overwhelming response was, “Terrific! How can we help?” [Read more…]

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Epígrafe

Las agrupaciones políticas y las autoridades ejecutivas son incapaces de entender las implicaciones que tienen estos asuntos. A pesar de que recientemente han iniciado un reconocimiento parcial de los peligros más obvios que amenazan al ambiente natural de nuestras sociedades, parecen estar satisfechos con plantearse la contaminación industrial desde un punto de vista tecnocrático. Sin embargo, lo cierto es que solo un planteamiento que pueda enlazar lo ético con lo político -lo que yo llamo ecosofía- y que empate los tres registros ecológicos (el ambiente natural, las relaciones sociales, y la subjetividad humana) sería capaz de arrojar luz sobre estas cuestiones. […] Lo que está en juego es la manera en que vivimos en este planeta.

Félix Guattari (The Three Ecologies)

Enlace zapatista

Calle 13

Juana Molina

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