El “Estado neoliberal”, constituido en las tres últimas décadas fue “secuestrado” por el capital financiero y las grandes corporaciones transnacionales que lo convirtieron en su “principal medio de acumulación de capital”, sostuvo João Pedro Stédile, uno de los coordinadores del brasileño Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra. […] Tomar el gobierno simplemente “no cambia la naturaleza” de ese Estado que sucedió a los dos existentes en los 200 años transcurridos entre la Toma de la Bastilla en Francia, en 1789, y la caída del Muro de Berlín, en 1989: el republicano y el socialista, señaló Stédile al explicar la persistencia de políticas favorables al capital financiero aun en gobiernos de izquierda.
No, no basta con ocupar el gobierno, con “tomar el poder”, ni con modificarlo (si acaso se puede). Tiende a ser el poder lo que toma, lo que posee y encajona, a los que ocupan sus puestos administrativos, y a los que quieren modificarlo en los juegos de las oposiciones aceptables.
Deshacer esos aparatos políticos, represivos, y (ante todo) ideológicos, esa es tarea indispensable que requiere luchas lúcidas y sostenidas, imprevisibles y multifacéticas, en las que se juegan los futuros posibles de los cambios posibles, en cada momento. Lograr una democracia radical es el reto, con nuevas formas de participaciones y de gestiones que puedan darle presencia a la gente, formas de participaciones y de gestiones que se zafen de los encuadramientos burocráticos. Ocupar el gobierno, “tomar el poder”, modificarlo (si acaso se puede), sin transformar los aparatos que gestionan el poder, eso es derrota. Los aparatos del poder están hechos para lo que hacen.
Lo contrario es un proceso cuyo objetivo es desarticular lo Estatal, lograr otras formas de gobierno, de economía y convivencia que respeten las necesidades ecológicas que no se pueden seguir postergando. Nos olvidamos que somos parte de esas ecologías, que somos esas ecologías.
Lo que hay que entender …
El Estado neoliberal actual tiende a cobijarse en sus mutaciones autoritarias justificadas a partir de la llamada seguridad nacional, y ha llegado a ser un Estado de Seguridad Nacional que es Estado de guerra en una economía de guerra (indefinida e infinita es su tendencia). Una lucha en contra de ese Estado es más difícil, y por ello mismo es más importante. Se lucha en contra del miedo como estrategia del poder, que es muy efectiva, pues amenaza a la Nación imaginada que se acepta en lo cotidiano. Lo que el Estado de Seguridad Nacional actual pretende y quiere es mantener lo que existe. ¿Y nosotros, qué queremos?
La pregunta es cómo se logran concentrar las resistencias sin que se supriman sus diversidades y sus divergencias, entendiendo que si no se conquistan y construyen focos y procesos de poderes alternos aquí y ahora, no hay posibilidad de iniciar y sostener los cambios necesarios.
El Estado neoliberal de Seguridad Nacional no ha sido “secuestrado” por las corporaciones multinacionales. Es producto y proceso de una historia de luchas y actualizaciones cuya tendencia ha sido el predomino de esas corporaciones, situación que es ahora mucho más inmediata, pero no por ello más transparente. Cualquier proceso de lucha en contra de ese Estado, que es garante del neoliberalismo en sus crisis, tiene que partir de las raíces históricas y estructurales que lo sostienen. Lo que atisbó un Eisenhower, cuando advirtió sobre la gestación del predomino del “complejo miltar – industrial”, fue apenas confirmación de lo iniciado.
El Estado nacional no está en cuestión. Al contrario, es parte de las apuestas desde arriba. El Estado neoliberal de Seguridad Nacional es, y tiene que ser, estado nacional. No desaparece, aunque cambien sus formas y procesos (ahora es la fascistización neoliberal como tendencia). Lo que está sobre la mesa, desde arriba, es cómo se consolida la articulación de un aparato de poder transnacional, multinacional, a través de los focos estatales nacionales que no desaparecen. Si algo ha estado en cuestión, desde hace ya tiempo, son los procesos de las soberanías de esos Estados nacionales. Lo que está en cuestión es la soberanía. Han tenido mucho éxito en eso. Habría que pensar algo así como las implicaciones de una soberanía transnacional que se lucha desde arriba.
No desaparecen esos espacios nacionales porque es en esos espacios nacionales donde se juegan las luchas determinantes, dentro de lo que siguen siendo las fronteras nacionales. Pensemos en las migraciones y los desplazamientos poblacionales que ocurren como parte de los cambios de los mercados de trabajo neoliberales. Que me digan que los conflictos que se anudan en torno a esos desplazamientos no corroboran la presencia y los efectos de los Estados nacionales, a pesar y a través de las reconfiguraciones de las soberanías. Las compenetraciones multinacionales de las luchas y los conflictos, desde arriba y desde abajo, coinciden y se concentran en esos espacios nacionales, mientras sigue el ensamblaje diferencial de las redes de los poderes multinacionales y transnacionales, supranacionales, que siguen anclados en los centros nacionales de mayor poder. Hay que mantener varios enfoques simultáneos para percibirlo, y hay que articular las luchas de las resistencias transformativas correspondientes en esas escalas y dimensiones, si acaso se quiere algo distinto. Lo otro es juego de espejos entre cortinas de humo …
Para nosotros, en Puerto Rico … me pregunto qué es eso de las propuestas de soberanía que ahora circulan en este contexto, y me pregunto si acaso las reivindicaciones nacionalistas, trasnochadas y oportunistas, andan desperdigadas entre nostalgias recurrentes, como algo aguado e inconsistente, olvidando que Betances ya reclamaba una confederación antillana como frente de existencia viable ante el imperialismo de su momento. En otras palabras, la república imaginada, propuesta y luchada por Betances no era estrella que brillara solitaria, sino solidaria. Si acaso era Betances independentista es porque era republicano, en el gran y viejo sentido de su época, el sentido de los derechos humanos universales y de la gente soberana en sus gobiernos, soberanía que valdría la pena recordar ahora pues es la soberanía de la gente, la gente como soberano. Por todo ello afirmó Betances una posición en contra de la esclavitud y de las persistencias feudales y absolutistas. Su solución independentista era respuesta en contra de las opresiones de su momento. ¿Y nuestro momento, qué requiere? Al menos, digo yo, una confederación caribeña en contra del imperialismo neoliberal, como punto de partida, como proceso regional que logre sus autonomías viables respetando lo específicamente nacional, pero enfocada en contra de todas las explotaciones, en contra de las explotaciones viejas y existentes, y de las explotaciones que siempre se reciclan desde dentro de los cambios logrados, desde afuera y desde adentro, y no solo desde el Norte.
Cualquier resistencia en contra del neoliberalismo actual pide una perspectiva y una escala multinacional dese abajo que, a través de sus ritmos de luchas diferenciales, sea capaz de coincidencias efectivas y apoyos decisivos, evitando los errores pasados, los errores de las vanguardias pretendidas, burocráticas e impuestas, que solo lograron una réplica invertida pero equivalente de aquello que pretendían confrontar (de lo que decían confrontar, pero que en tantos y demasiados aspectos reproducían y mantenían).
Ya veremos …
Hay conceptos (y experiencias) que son ejes en todo esto. De una parte está la explotación, que no es asunto de contables (la “ganancia”), sino del conjunto de las sumisiones que reiteran las expropiaciones cotidianas, dentro y fuera del trabajo. Puede que eso se viva como gozo imaginado de trabajo y de consumo, pero sigue siendo lo que es. De otra parte está la alternativa política (de gobierno, de Estado) que logre lo distinto. Tiene que ser alternativa política, pues todo se concentra en lo político, en el Estado, como instancia y espacio de concentración, de encuentros y puntos de partidas iniciales. No hay manera de evitarlo, pues el Estado es lo que impone y justifica lo existente en este momento. Eso es su trabajo, y para eso está hecho como está. Tarde o temprano se llega a esa encrucijada. Y entonces … éxodo, digo yo, o nos quedamos en ese palacio que no es nuestro, aunque tengamos una que otra habitación por ahora …
Siempre es lucha, y las luchas alternativas (los puntos de partida posibles) tienen que ser una práctica distinta de la política. Ya veremos, si acaso se puede.
¿Estamos contentos con lo que tenemos, y con lo que creemos tener? Pues entonces no hay por qué quejarse. ¿Qué podemos aprender de las resistencias existentes?
¿Somos isla y sociedad suicida? Pues entonces no hay por qué quejarse.
http://www.ipsnoticias.net/print.asp?idnews=94556
FORO SOCIAL MUNDIAL: Estado nacional en cuestiónPor Mario Osava
PORTO ALEGRE, Brasil, 29 ene (IPS/TerraViva) – Construir un nuevo Estado nacional es una de las tareas necesarias para el otro mundo que creen posible los activistas reunidos en el Foro Social Mundial (FSM).
El “Estado neoliberal”, constituido en las tres últimas décadas fue “secuestrado” por el capital financiero y las grandes corporaciones transnacionales que lo convirtieron en su “principal medio de acumulación de capital”, sostuvo João Pedro Stédile, uno de los coordinadores del brasileño Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.La organización del Estado y del poder político fue el tema de un panel del seminario “Diez años después”, del FSM celebrado en el Gran Porto Alegre, donde habló Stédile, también coordinador del movimiento internacional La Vía Campesina.
El Foro se compuso de numerosas actividades en siete ciudades de esta meridional región metropolitana de Brasil, desde el lunes hasta este viernes.
Tomar el gobierno simplemente “no cambia la naturaleza” de ese Estado que sucedió a los dos existentes en los 200 años transcurridos entre la Toma de la Bastilla en Francia, en 1789, y la caída del Muro de Berlín, en 1989: el republicano y el socialista, señaló Stédile al explicar la persistencia de políticas favorables al capital financiero aun en gobiernos de izquierda.
En Venezuela, los programas que benefician al pueblo tienen que ser ejecutados a través de mecanismos “fuera del Estado”, ejemplificó.
El Banco Central tiene hoy más poder que las demás instituciones del Poder Ejecutivo y funciona de forma independiente del gobierno. En esa situación sería más justo que su presidente también fuese elegido por el voto popular, observó.
Los partidos políticos perdieron sentido en esa realidad y “sólo sirven a la corrupción”, acotó.
Ese es el Estado que “criminaliza” a los movimientos sociales y a la población en general, como comprueba la matanza de jóvenes, la mayoría negros o mestizos, que ejecuta la policía de Río de Janeiro: más de 10.000 asesinados en la década pasada, señaló.
Se necesitará una gran acumulación de fuerzas de los movimientos sociales, estatizar el sistema financiero y someter al Banco Central a un control popular, sostuvo Stédile. Pero para esa “transición, aún no tenemos diseñado un modelo alternativo de Estado”, admitió.
En Bolivia se está construyendo un “nuevo Estado”, que es plurinacional y por primera vez reconoce plenamente a las “36 naciones indígenas originales a las que por 500 años se negó su cultura y territorio”, afirmó Pablo Solón, veterano activista de la Alianza Social Continental y ahora embajador de su país ante las Naciones Unidas.
“Incluir a todos, especialmente a los tradicionalmente excluidos”, constituye la fuerza del nuevo Estado, cuyo espíritu se refleja en el primer gabinete ministerial boliviano que tiene la mitad de las carteras en manos de mujeres.
En Bolivia había un “Estado colonial, ‘secuestrado’ por la embajada de Estados Unidos” que ejercía una injerencia total, de manera que no se nombraba a un ministro sin su autorización, acotó Solón.
Ahora se trata de “recuperar el poder económico para el Estado y el pueblo”, a través de la nacionalización de los hidrocarburos y de muchos otros recursos, porque “todo se había privatizado” en Bolivia, desde la energía a los ferrocarriles, las comunicaciones y otros servicios básicos.
“Todo vuelve al Estado, bajo control de la población”, aseguró, recordando que no pudo asistir al primer FSM en 2001, porque en aquella época los bolivianos luchaban contra la privatización del agua en la central ciudad de Cochabamba, y triunfaron expulsando a la empresa transnacional que se había adjudicado la explotación de ese recurso.
El nuevo Estado se inspira en las enseñanzas indígenas del “vivir bien”, que significa compartir todo y no pretender “estar mejor siempre”, porque hay límites naturales y de equidad.
Los subsidios mediante bonos de educación y salud y el crédito a pequeñas empresas, emprendimientos comunitarios y campesinos permitieron que Bolivia tuviera uno de los mejores desempeños económicos de América Latina el año pasado, dijo Solón.
En medio de la crisis mundial, el país sudamericano tuvo un crecimiento promedio del producto interno bruto de cuatro por ciento anual desde 2006, cuando asumió el gobierno de Evo Morales, además de aumento en las reservas internacionales y reducción del desempleo, sostuvo.
Sin embargo, solo un “cambio en la correlación de fuerzas en el mundo” permitirá transformar radicalmente al Estado boliviano, admitió Solón.
Entre los problemas a enfrentar se encuentra la militarización de América Latina, con la expansión de las bases militares estadounidenses, como parte de la “contrarrevolución” que promueve el “imperialismo en reacción a los avances de la izquierda” en la región, dijo.
Un desafío “fundamental” que, en su opinión, también proviene del capitalismo es el cambio climático.
Por eso Bolivia convocó a una conferencia internacional sobre el tema, a celebrarse entre 19 y 22 de abril, en la que propondrá la aprobación de unos derechos universales de la Madre Tierra.
Los derechos humanos atienden “solo a una parte del sistema”, desconociendo la naturaleza, cuyos derechos también tienen que ser reconocidos y respetados para que vuelva la armonía, arguyó.
El gobierno de Morales, resultado de una acumulación de luchas, está a “la vanguardia del nuevo paradigma” en su discurso y conquistas simbólicas, reconoció Gustavo Soto, investigador del Centro de Estudios Aplicados a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Bolivia.
Sus medidas, como convertir en ley nacional la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas, representan un avance singular en cuestiones ambientales e indígenas.
Pero en la práctica, en la política interna, se mantiene el paradigma “desarrollista” con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) en el centro de los planes de gobierno.
Esto echa por tierra todo el discurso indígena y ambiental, porque significará graves daños al ambiente y a los pueblos nativos, pero esa contradicción es quizás imposible de evitar, pues “la aspiración del desarrollo” convencional es muy fuerte en toda la población, matizó Soto. (FIN/2010)