Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar. Pero eso tiende a un límite, a una frontera política (y social) que tal vez no se quiera o se pueda rebasar, pues tiende a exigir otros modos y formas de gobierno. Tal vez eso sea el problema.
Huelga general, estado huelgario, o …
Acaso estamos embrujados por las palabras y las historias de los significados aceptados y modificados …
Huelga General, Estado Huelgario o de Huelga, o como se diga, y quién sabe cuáles otras palabras o frases han de llegar en las retóricas de los debates actuales, en sus variaciones sobre el mismo tema … Lo que está en juego y sobre la mesa es el carácter de un movimiento posible y sus estrategias.
Recuerdo haber escuchado que no existían las “condiciones objetivas” para una revuelta decisiva, hace ya muchos y demasiados años. Yo pensaba entonces que lo que no existía eran las “condiciones subjetivas”. ¿Ahora resulta que las “condiciones objetivas” existen y nos sobrepasan, pero las “condiciones subjetivas” faltan … ? Pareja funesta y errónea, esa de las condiciones esperadas, pues son inseparables aunque se piensen distintas, y siempre se ha tendido a pensarlas en un futuro sin ver cómo es que ya existen … Ahora resulta que ambas condiciones están, que el descontento ante lo intolerable existe, y la pregunta es cómo se organiza, cómo se hace viable como movimiento social, no como evento pasajero e institucionalmente aceptable.
Bueno …
Lo que sucede ahora es que la isla se hunde bajo el peso de las imposiciones neoliberales aceleradas de un gobierno de turno que goza de la ausencia de oposiciones eficaces, con un Estado que se hace cada vez más impermeable y que afina sus capacidades represivas. Eso no es novedoso. Lo novedoso es que los administradores de turno del neoliberalismo actual son mucho más burdos y contundentes, y no les importan las consecuencias del neoliberalismo para la isla y su gente. ¿Por qué se sienten protegidos? Tal vez tienen boletos de avión pa’l Norte, para refugiarse en sus escondites provisionales cuando crean que eso es lo que necesiten … Tal vez viven en sus ciudades amuralladas y no se enteran, o no les importa lo que sucede, pues tienen protección policíaca y mediática controlada y viven sus propias ilusiones. Lo cierto es que son los dueños. Volvemos a los tiempos de España, pero en espanglish. Son los Señores y Señoras del feudo que se les permite y otorga, que les permitimos. Y resulta que los hemos puesto en los sitios y lugares que ocupan actualmente.
A lo que voy …
Huelga general o estado de huelga, o huelgario (como se diga), o discusiones enjauladas en lo mismo de siempre, en las luchas especulares y especulativas, entre las brumas aceptadas mutuamente en todo esto …
¿Qué se quiere? ¿Cuál es el objetivo, cuál es el resultado que se busca con esto de las “huelgas” posibles? Podemos discutir indefinidamente, y quedarnos donde estamos, dando vueltas y más vueltas, con una que otra protesta. Eso quieren desde arriba, ese es su cálculo en esta gestión de la crisis actual. Tal vez se puede llegar a plantear y lograr estrategias y tácticas alternativas, pero eso puede que no se logre desde abajo, si nos dejamos llevar por el estado de los debates en este momento. Puede que irrumpa algo (¿dónde, cómo, quiénes?) que provoque y concentre insurgencia, y a su vez otros desarrollos y posibilidades. Puede que no, y sin embargo la primera gran marcha del año pasado ya sugiere la potencia que podría llegar a tener un movimiento …
El asunto es que las estrategias y tácticas alternativas, si acaso se han pensado o sospechado, no pueden ser fáciles o estáticas. No puede haber PLAN de vanguardias ni aceptación de lo que siempre se ha hecho. Acaso hay que atreverse a descubrir lo nuevo en lo existente, abrir brecha y darle paso.
A lo que voy …
Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar. Pero eso tiende a un límite, a una frontera política (y social) que tal vez no se quiera o se pueda rebasar, pues tiende a exigir otros modos y formas de gobierno. Tal vez eso sea el problema.
Lo otro, lo contrario, es la ilusión de que se puede negociar desde dentro de alguna variación deseada del estado de cosas existente. Ellos, los de arriba, ya saben que eso de la negociación no es parte de su perspectiva. Controlan la situación actual. Saben su poder, y saben que depende de las debilidades de los de abajo. La idea de la negociación es un error. Hace falta otra cosa, que aglutine todas las protestas y resistencias posibles. Y entonces ya veremos, pues ese sería el espacio de lo creativo que se descubre en la marcha misma de los hechos a partir de las experiencias que se logren.
¿Por qué y para qué se lucha? ¿Se lucha por los despedidos del gobierno? A pesar del gran valor humano que carga esta situación, eso no es el problema sino el síntoma y el efecto, uno entre tantos otros. Si los cesanteados son urgentes es porque han sido parte de servicios esenciales (en el contexto actual) para los desposeídos en esta sociedad que tenemos y hemos aceptado. El problema inmediato es que se desmantelan los servicios (mientras se sigue con el derroche de los asesores legislativos …), pero entonces hay que preguntar por qué es que se necesitan esos “servicios”. ¿Otro tema? No. Ese es el problema. Y lo es también, como parte de esas estrategias del poder, la privatización (que tarde o temprano sale más caro que lo que tenemos), así como la entrega de recursos a precio de venta especial, o regalados. Problema es también el descalabro social que engendra todas la violencias que ya son cotidianas, y que no se pueden separar de las insuficiencias de una economía imposible, economía que sigue promoviendo estrategias de inversiones insuficientes que benefician a algunos sectores privilegiados, inversiones que continúan agudizando los desbalances existentes mientras se sigue promoviendo la euforia del consumo infinito.
¿Cuál es la alternativa? ¿Y qué pasa con la isla y los entornos en los cuales vivimos? Eso es parte del proceso, del problema. Hay que pensar eso, y cómo es parte de lo que se lucha.
¿Qué es lo que se protesta? Los despedidos son síntoma y efecto de un proyecto de clase, descaradamente clasista, de soluciones impuestas desde arriba para los de arriba, soluciones para quienes se benefician a corto plazo. ¿Se puede “recuperar” lo “perdido”, o hay que exigir y conquistar futuro, logar algo distinto? ¿Por qué, para qué y para quiénes? ¿Qué pasa con todo lo que a todas luces no “funciona” desde antes de esto que se vive ahora? Si la insurgencia posible (esa que acaso puede llegar a existir) no deviene movimiento amplio e inclusivo, multifacético y ágil, de resistencias y desobediencias civiles que coincidan de manera sostenida e indefinida, no hay gran cosa que se pueda esperar.
Hacen falta otra forma y proceso de gobierno, otro modo de vida.
Acaso se puede protestar por eso … ¿Se puede revertir el neoliberalismo que sufrimos? Ese es el problema. ¿Y los sindicatos, acaso pueden ver y hacer algo más allá de su subsistencia institucional?
Hay muchos fantasmas en todo esto. Que vengan los exorcistas.
¿Qué se quiere? ¿Para qué? Si no se pueden lograr respuestas alternativas ante esas preguntas, pues tal vez lo mejor es que nos quedemos en casa viendo televisión y escuchando la radio.
¿Isla y sociedad suicida? ¿Estamos contentos con lo que consumimos y con lo que aceptamos? Tal vez, entonces, tenemos el gobierno que merecemos.