Las respuestas a la crisis aceleraron el desmantelamiento del acuerdo social y político que emergió de los años treinta. Se busca a toda costa restaurar el proyecto hegemónico anterior a ese acuerdo. El objetivo es abrir todos los espacios para incrementar la rentabilidad y utilizar todo el poder del Estado para lograrlo.
Ese “acuerdo social” anterior que se ha desmantelado fue consecuencia de las luchas en aquella crisis (la crisis de ellos que fue de nosotros). Hay que añadir que hay varios otros procesos ahora que tienden a mantener la vida de las dominaciones de los capitales de la globalización neoliberal. Con el desarrollo contemporáneo de los circuitos de acumulaciones de ganancias (“reales” y “ficticias”) que se negocian e imponen a nivel internacional y multinacional, se agranda el divorcio entre los modos de extracción de esas ganancias y las economías nacionales. Esta gente se autonomiza de sus economías nacionales y buscan fortalecer otras esferas de acumulación que no responden directamemte a la llamada economía “real” de los países que generan sus oportunidades de explotaciones, aunque siguen dependiendo de los mecanismos Estatales nacionales -y multinacionales- para reiterar su control. Esa es la redistribución y reorganización actual de las jeraquías de las soberanías, que no pierden la importancia de los Estados nacionales, pues en lo inmediato son esos espacios nacionales en donde se manejan los conflictos y las amenazas que irrumpen en el proceso global. El resultado real es que no importamos aunque tienen que seguir encontrando las formas y maneras de controlar nuestra existencia.
Varios efectos inmediatos: 1) Un autoritarismo Estatal acelerado y extendido: es lo que podemos seguir llamando la fascistización neoliberal, que incluye la respuesta policiaca militarizada ante las resistencias, pero no solo es eso sino mucho más, pues incluye el pretexto de las amenazas terroristas que justifican la hipertrofia de los aparatos represivos y de vigilancia, e incluye la reproducción más o menos eficiente de las estrategias ideológicas de aceptaciones sujetadas a los consumos económicos y políticos (podemos tal vez hablar de estrategias de colmena, de enjambre, y de saturaciones sostenidas), pues la fascistización siempre se mantiene desde abajo. Intenta manejar y contener la crisis de las inestabilidaes generadas por las estrategias de acumulación de los capitales, respuesta Estatal que se extiende a los espacios multinacionales y geoestratégicos de esas acumulaciones. 2) Un aumento exasperado de la precariedad de las condiciones de vida y de trabajo de la gente: las necesidades de la existencia y subsistencia de la gente (nosotros) se miden a partir de las oportunidades de las explotaciones que constantemente se desplazan y agudizan en función de las búsquedas de plusvalías adicionales, con todos sus excedentes de poder reinvertido. No importan los orígenes ni las consecuencias de esas ganancias, por lo cual son más las poblaciones desechables en lo económico y lo político, y se extiende nuestra crisis. Ello incluye la narcoestatización con sus juegos de espejos y manipulaciones de las guerras oficiales y Estatales en contra del narcotráfico, que solo sirven para reforzar los autoritarismos, pues no funcionan esas guerras como solución de salud pública sino como extensiones de las búsquedas del control. 3) La continuación de las especulaciones y manipulaciones financieras, aprovechando los escenarios multinaciones y nacionales que carecen de regulaciones y restricciones relativas (esas siempre se negocian y cancelan desde arriba, y si no hay resistencias fuertes y consistentes, pues sigue el relajo). En medio de todo esto la propaganda de “demasiado gobierno” solo sirve para seguir diminuyendo las protecciones maltrechas que quedan para las poblaciones que siguen en estado de inseguridad agravada, mientras se sigue saqueando la esfera pública a favor de los capitales neoliberales (servicios e infraestructura, protecciones sociales cada vez mas inseguras, escolarización privatizada a favor de lo tecnocrático neoliberal y en contra de toda posibilidad de pensamiento resistente, y todo lo demás que ya vivimos).
Los aparatos Estatales y de gobierno se ajustan a todo esto, lo generan y lo promueven, buscan reproducirlo y mantenerlo. Sus “clases” políticas (entrelazadas en sus burocracias formales e informales con las clases dominantes, como administradores y beneficiarios mediatos e inmediatos de los poderes, repletos de oportunismos y corrupciones) siguen negociando la persistencia de las muchas explotaciones renovadas que buscan mantenerse y extenderse. Se sigue creando un aparato de gobierno (de mantenimiento) financiero y político multinacional (y nacional, entrelazados siempre) que cobija todas estas dimensiones de las explotaciones neoliberales bajo legimitaciones inestables (pero muy viables todavía). Pero eso es también su crisis de legitimidad, la de ese Estado (hay mucha gente que ya no se las cree, aunque todavía hay suficiente), y esas crisis de legitimidad la tienden a resolver los aparatos represivos, y sin pena (y esa es la forma actual de los golpes de Estado lentos y prolongados, en lo cotidiano, saturados de las ideologías que dominan, golpes paulatinos y paso a paso cuando no pueden y necesitan ser brutales y contundentes) …
¿Qué se necesita para detener esto y hacer otra cosa? Que las resistencias devengan gobierno y Estado alternativo. Que se logre conquistar y construir desde abajo otro proceso de gobierno y de convivencia que tienda a ser contrario y alternativo ante los poderes en todas sus formas y sus procesos, no ya solo oposiciones que se puedan recuperar y reabsorber (no basta con protestas, pues a eso apuestan los poderes y sus administradores) sino prácticas alternativas de gobierno tendencial y posible desde abajo, que sean capaces de parir en su proceso otro modo de gobierno y sociedad, sin “proyecto” o “programa” preconcebido, algo que sea atrevido y capaz de desalojar todos los dogmas y doctrinas estatalistas que han ahogado a tantas revoluciones posibles. Que se haga todo esto entendiendo urgentemente que se nos va la vida en ello, y que se nos va la vida del planeta, pues aquí vivimos o lo intentamos, y sin eso no somos, y las explotaciones neoliberales solo consideran las ecologías como oportunidades de explotaciones ciegas y de corto plazo, y ya vemos las consecuencias, pues todas las ecologías siempre andan juntas. Y hay que saber que no basta con reclamar “oportunidades” desde dentro los procesos de las explotaciones que buscan recuperarse ahora.
Más de lo mismo, reciclado, conduce a más de lo mismo. Las formas viejas tienden a reaparecer en formas nuevas y continuadas, a menos que no se reconozcan esas formas viejas y se corten en su fuente, en su raíz. Eso es lo radical, que ahora es reclamo mínimo para subsistir. Ya veremos si somos capaces de lograr lo alternativo como proceso de búsqueda y encuentros, ahora, a pesar de nosotros y entre todos, y en contra de los poderes que siguen existiendo. Lo radical es, también, la dimensión multinacional inmediata de las resistencias. Esto es global, por eso es cotidiano, eso de lo de los poderes. Las resistencias tienen que serlo también.
Lo último que hay que recordar: lo que tenemos ahora, el neoliberalismo en su crisis (que quiere ser crisis de reconstitución neoliberal), es nuestra culpa y responsabilidad. Ese neoliberalismo se ha instituido como posibilidad, desde arriba, como consecuencia de las derrotas de las luchas de resistencia que brotaron en las décadas de los ’60 y ’70 del siglo pasado. Eso lo hemos heredado. ¿Cuál legado hemos de dejar ahora, a partir de las resistencias que siguen buscando existir a pesar de lo que tenemos?
Ya veremos, dijo el ciego. Cosas veredes que no crederes. Hay que atreverse. Ellos desde arriba lo hacen y lo siguen haciendo, eso de atreverse porque no hay quien los detenga, y por eso estamos como estamos, porque no tenemos todavía suficientes atrevimientos contrarios que sean capaces de conquistar otra cosa, lo diferente. Pero puede que sí aparezca otra cosa. Ya aparece en muchos lugares (vean el movimiento de los indignados). Ya veremos. Buena suerte nos deseo, en contra de todas las trampas que siguen. Ya veremos.
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/031a1eco
Impedir la restauración neoliberal
Alejandro Nadal
Una de las interpretaciones más populares sobre los orígenes de la crisis en Estados Unidos es que se produjo al estallar la burbuja especulativa en los bienes raíces. La bursatilización y la opacidad de los vehículos de inversión sembraron el caos en el mercado interbancario. Los grandes bancos empezaron a abrigar dudas sobre la solvencia de los demás, y eso congeló el crédito de corto plazo entre bancos, una de las piezas clave de una economía monetaria. El corolario de esta narrativa es que la crisis se hubiera evitado con un sistema regulatorio eficaz. Eso hubiera sometido la voracidad de los agentes en el sector financiero y el problema se hubiera prevenido.
El problema con esta interpretación es que faltan dos elementos importantes: los fenómenos en el sector real (no financiero) de la economía y las medidas de política macroeconómica. Lo cierto es que la economía estadunidense ya venía sufriendo un triple proceso de estancamiento de salarios reales, acompañado de sobrendeudamiento privado y un deterioro inexorable de las cuentas externas. La política macroeconómica impuesta desde los años ochenta fue la respuesta a estos problemas estructurales de la economía de Estados Unidos.
Desde esta perspectiva, la crisis tampoco proviene de los errores en la aplicación de la política monetaria bajo la férula de Greenspan en la Reserva Federal. Es cierto que a partir de la recesión de 2000 Greenspan instrumentó una política monetaria demasiado laxa, lo que provocó el colapso de 2007. Pero las raíces de la crisis se encuentran más allá de los errores de este personaje: la economía estadunidense estaba ya en malas condiciones y la respuesta de Greenspan en 2001 era la única que se podía aplicar para prolongar la vida de un esquema basado en el sobreconsumo y la recesión crónica. Desde esta perspectiva, la conducción de la política monetaria à la Greenspan permitió sacarle todavía más kilometraje a un vehículo ya condenado a malograrse.
La crisis es resultado directo de las contradicciones del neoliberalismo. Y aquí es importante especificar que el neoliberalismo corresponde a una fase de la evolución del capitalismo, en la que la expansión del sector financiero es consecuencia de la lucha para mantener los márgenes de rentabilidad que se habían experimentado en la décadas de los años “dorados” del capitalismo (años de la posguerra). Además, el neoliberalismo entraña la destrucción del acuerdo político salido de la década de 1930, un acuerdo que había atemperado el poder de la clase capitalista. Sin un análisis más preciso de estos dos procesos, es imposible entender la crisis actual y tampoco será posible encontrar una salida.
En los años setenta, las principales economías capitalistas comienzan a experimentar problemas en la tasa de ganancia. Ese fenómeno ha sido bien documentado, aunque la mayoría de los economistas lo ignore. La tasa de ganancia evolucionó desfavorablemente desde 1970 y eso provocó una respuesta doble. Por una parte impulsó la eliminación de todas las barreras a la colocación y desplazamiento de los capitales a nivel internacional y en el plano doméstico. Los años ochenta fueron testigo del desmantelamiento de las restricciones sobre flujos de capital heredadas del sistema de Bretton Woods. También se inició la desregulación que hasta entonces había controlado los peores excesos del sistema financiero a nivel nacional.
La otra respuesta vino por el lado de la reducción de los costos laborales. Para ello fue necesario imponer una férrea disciplina sobre la clase trabajadora. Los derechos laborales fueron atacados, y todo lo que representaba cierto poder sindical fue perseguido y estigmatizado políticamente. La globalización y la apertura comercial colocaron a las masas trabajadoras del mundo entero en competencia para ver quién trabaja por menos salario. El resultado fue una transferencia de ingresos hacia los estratos superiores, nunca antes visto en la historia del capitalismo.
Las respuestas a la crisis aceleraron el desmantelamiento del acuerdo social y político que emergió de los años treinta. Se busca a toda costa restaurar el proyecto hegemónico anterior a ese acuerdo. El objetivo es abrir todos los espacios para incrementar la rentabilidad y utilizar todo el poder del Estado para lograrlo.
En su afán, la clase capitalista ha podido sacar provecho hasta de la catástrofe. Pero le será muy difícil resolver las contradicciones de un sistema económico basado en la expoliación y propenso a la inestabilidad. Desde la izquierda queda claro que se debe buscar una salida que no sea la de rescatar un sistema enfermo, so pretexto de que no hay alternativas. Tanto en las economías capitalistas maduras, como en las (mal) llamadas emergentes, existen opciones diferentes que no sólo son factibles, sino que se han revelado como indispensables si se quiere evitar lo peor. Y hoy lo peor es la restauración del proyecto político del neoliberalismo.