En realidad, ni BP, ni el gobierno de Estados Unidos podrán cubrir el costo de esta tragedia que muchos comparan equivocadamente con el derrame del Exxon Valdez en Alaska en 1989. Desgraciadamente, por sus alcances y duración, el parámetro de comparación más adecuado es Chernobyl. […] Por cierto, BP deberá recoger la factura del costo de las operaciones, pero ¿quién pagará el daño de los ecosistemas dañados? […] La autonomía energética de Estados Unidos no va a venir de abrir nuevos campos al desastre ambiental.
Muy atinado el comentario es. El Valdez de la Exxon del 1989 fue un solo buque, un solo derrame, de cantidad limitada. No se sabe realmente cuánto petróleo queda por salir de esa brecha en el Golfo de México. Si andaban taladrando ahí es porque son miles de millones de barriles, y no hay manera hasta ahora de detener la fuga. Las consecuencias … eso es un tema que no se toca …
Hay que insistir: la búsqueda persistente de la explotación de los mismos combustibles dominantes es suicida. Hacen falta otras opciones, y esas no llegan a partir de una lógica sencilla de alguna racionalidad científica abstracta, imaginada y deseada (desde arriba). Eso no existe. Las tecnologías y las investigaciones que las producen siempre se imponen, tarde o temprano, a través de las prioridades de producción y consumo de los capitales. Las fuerzas de producción no existen fuera de los procesos de explotación que las ponen en juego.
Es la hora de otro cálculo que no sea el de las ganancias de las grandes corporaciones, sino el de los beneficios de todos los otros (nosotros) afectados por las políticas persistentes que tienden con mayor frecuencia a producir desastres ambientales que nos tocan en lo cotidiano, y mucho más inmediatamente. Y hay que insistir: no es posible separar una crisis ecológica de todas las otras crisis ecológicas. El clima y su crisis es algo así como una síntesis, y todo apunta a los modos de producción y consumo de las energías que nos imponen los grandes capitales de la energía (y sus gobiernos y sus Estados), y ello a su vez es parte de las producciones y consumos que seguimos aceptando …
Un cambio posible, algún otro cálculo de prioridades, pasa por lo político. Tiene que conquistarse, y entonces defenderse para que pueda sostenerse.
Mientras tanto, vemos cómo las cadenas de noticias principales comparan la situación actual con el incidente del Valdez de la Exxon, insistiendo en que todo aquello se ha (más o menos) restaurado y reparado en Alaska. Eso habría que verlo … (1). El Valdez de la Exxon del 1989 fue un buque, un derrame, de cantidad limitada.
Esto, lo del Golfo de México ahora, es otra cosa. Marca un umbral que hay que tomar muy en serio.
Mientras tanto, nos entretienen con las tragicomedias de los terrorismos hechos a la medida de los poderes …
http://www.jornada.unam.mx/2010/05/05/index.php?section=opinion&article=028a1eco
British Petroleum: la sombra de ChernobylAlejandro Nadal
British Petroleum asegura que pagará los costos del desastre en el Golfo de México. Pero el pozo sigue sin control, expulsando diariamente miles de barriles de petróleo y generando el peor desastre petrolero en la sucia historia de esa industria. En realidad, ni BP, ni el gobierno de Estados Unidos podrán cubrir el costo de esta tragedia que muchos comparan equivocadamente con el derrame del Exxon Valdez en Alaska en 1989. Desgraciadamente, por sus alcances y duración, el parámetro de comparación más adecuado es Chernobyl.
Cuando un buque tanque encalla y comienza a derramar su carga, por lo menos se sabe cuántos miles de barriles transporta. Pero en el caso del desastre de la plataforma Deepwater Horizon se ignora la cantidad que será derramada. Todo va a depender de las operaciones para cerrar el pozo que, según datos de BP, emite unos 5 mil barriles diarios. Otras estimaciones quizás más realistas sitúan esta cifra en unos 25 mil barriles diarios. Los esfuerzos por controlar la catástrofe han sido inútiles hasta hoy y dominar el pozo puede tardar semanas. Aún con el dato conservador de la petrolera, el derrame del Golfo de México se encamina velozmente a superar el del Exxon Valdez (250 mil barriles).
La plataforma Deepwater Horizon fue construida en los astilleros de Hyundai en Ulsan, Corea en 2001. Esta estructura flotante con pontones y tanques de balasto en sus gigantescas columnas fue diseñada para perforar en aguas ultra-profundas. Estaba dotada de un sistema de geo-posicionamiento dinámico que le permitía permanecer fija con respecto a un punto en el fondo del mar. Esta tecnología utiliza sensores de corrientes y vientos para activar los motores que permiten a la plataforma permanecer fija en el mar. La geo-referencia es proporcionada por uno o más giroscopios y todo el sistema es coordinado por computadora. En septiembre de 2009, la Deepwater Horizon perforó el pozo submarino más profundo del mundo, con unos 10 mil 700 metros (de los cuales mil 260 metros corresponden a la columna de agua). En pocas palabras ésta es la tecnología más avanzada en materia de perforaciones en aguas ultra-profundas.
Las empresas que operan plataformas en la zona económica exclusiva de Estados Unidos en el Golfo de México siempre han alardeado sobre su capacidad tecnológica y sobre las muy bajas probabilidades de accidentes con derrames. Por eso siempre insistieron en que aun en el caso de producirse un derrame los efectos ambientales y sobre otras actividades económicas (pesca, turismo) serían menores, temporales y fáciles de reparar.
Al ocurrir la explosión y el incendio, la plataforma operaba a unos 80 kilómetros al sudeste de la culminación del delta del río Misisipi. Su trabajo consistía en dar los toques finales al pozo, preparando el revestimiento de cemento que debía permitir su explotación comercial. Los orígenes de la explosión siguen siendo desconocidos, pero al igual que en Chernobyl, el reflejo inicial de los responsables (BP y entidades regulatorias) fue minimizar las consecuencias del accidente.
Apenas el 31 de marzo Obama anunció que su administración abriría millones de kilómetros cuadrados a la exploración y perforación submarina en el Golfo de México, el litoral del Atlántico de Estados Unidos y en el norte de Alaska. No se sabe cuánto petróleo crudo puede haber en los yacimientos submarinos en las zonas abiertas a la exploración, pero los datos geológicos indican que en el mejor de los casos apenas alcanzarían para cubrir el consumo estadunidense durante un año. Estamos hablando de una cantidad ridícula a cambio de un daño ambiental extraordinario.
En el litoral estadunidense del Golfo de México operan 3 mil 858 plataformas de perforación submarina. Pero todas esas plataformas petroleras apenas contribuyen con 1.6 millones de barriles diarios al consumo de Estados Unidos que rebasa los 19.5 millones de barriles diarios. La autonomía energética de Estados Unidos no va a venir de abrir nuevos campos al desastre ambiental.
El paralelismo con la industria nuclear tiene otro componente: la limitación de la responsabilidad de los responsables de un desastre. La legislación federal en Estados Unidos establece que BP deberá pagar los costos de la reparación, pero limita su responsabilidad por daños económicos a sólo 75 millones de dólares, una migaja. Por cierto, BP deberá recoger la factura del costo de las operaciones, pero ¿quién pagará el daño de los ecosistemas dañados?
El Torrey Canyon, el primer buque tanque que encalló y derramó su cargamento en 1967 frente a las costas de Inglaterra transportaba 120 mil toneladas de crudo. El barco partido a la mitad hasta fue bombardeado con 3 mil galones de napalm en un intento por quemar el petróleo y evitar el derrame. Todo inútil, por supuesto, pero un bonito ejercicio de tiro al blanco para la Royal Navy. Un edificante ejemplo de cómo siempre se pueden resolver los problemas que nos plantea la tecnología moderna.