En el ámbito interno, la FBI instaló en 1997 un software conocido como Carnivore (DCS1000) para monitorear los intercambios de correo electrónico en territorio estadunidense. Tres años más tarde la Electronic Frontier Foundation presentó un documento al Congreso, en el que señalaba los peligros del sistema y la respuesta de la FBI fue que no había motivos de preocupación, porque el programa permitía a las autoridades distinguir “entre las comunicaciones que pueden ser legalmente interceptadas de las que no”. Durante el gobierno de George W. Bush, Carnivore fue remplazado por NarusInsight, software desarrollado por una subsidiaria de Boeing de origen israelí.
Resulta que la Electronic Frontier Foundation (EFF) tiene una demanda en proceso para que se libere información sobre nuevos programas de vigilancia del FBI relacionados con la colección y centralización masiva de material de reconocimiento facial (facial recognition), huellas digitales, ADN y otros identificadores biométricos, y ello de la población en general. Solicitudes previas de información presentadas por la EFF ante el Departamento de Justicia se han ignorado (1). Esto es ahora, en 2013. Ya sabemos que tales esfuerzos de colección y clasificación -que empatan directamente con los más recientes– datan al menos desde finales de la década de los 90 del siglo pasado. Pero esa historia es larga y oscura, y si hurgamos un tanto por lo menos hasta la época de Nixon, vemos cómo el programa de Cointelpro ya mezclaba la vigilancia con el hostigamiento y sabotaje de los movimientos potencialmente anticapitalistas y antigubernamentales del momento (2). Eso nunca desapareció por completo a pesar de investigaciones en el congreso (en varios aspectos ha continuado). Cabe recordar que a partir del 11 de septiembre estadounidense, desde 2001, se acelera y consolida la vigilancia que ya ocurría. Desde 2001 aflora como vigilancia extendida y profundizada, legitimada con el ensamblaje legal del Patriot Act (ampliado varias veces desde entonces). A partir de esa oportunidad el Estado paralelo y oculto que se venía gestando desde los albores de la Guerra Fría asume presencia explícita y dominante, abiertamente como Estado de Seguridad Nacional (ya se le conocía como tal, desde Truman, cuando se instalan sus primeros aparatos). Está en su proceso actualmente acelerado de fascistización neoliberal. Ese umbral del 2001 marca el establecimiento sistemático de la normalización de las excepciones, y abre lo que podría reconocerse como una crisis constitucional de largo plazo en los Estados Unidos.
No hay que dudar que los designios de la llamada seguridad nacional incluye la previsión de los descontentos y desestabilizaciones inevitables propias del neoliberalismo y sus crisis. No hay que dudar tampoco que los objetivos de las recolecciones y clasificaciones de los “datos” de la nueva demografía política, y de las vigilancias, así como los de las acciones policíacas que las acompañan, se concentran en las poblaciones nacionales, incluida la estadounidense (de lo contrario, ¿por qué hacerlo?), pues el Estado nacional sigue siendo el espacio privilegiado y principal donde se intenta regular la lucha de clases. Su paranoia, su despliegue obsesivo de vigilancias, supervisiones y restricciones, no se puede concebir fuera de la tendencia larga que irrumpe acelerada -desde 2001- en sus consolidaciones autoritarias como fascistización neoliberal actualizada del Estado de Seguridad Nacional. Los delirios de ese Leviatán no son sino la lógica profunda de la razón de ese Estado que marca nuestra época.
http://www.jornada.unam.mx/2013/06/25/opinion/026a1mun
Estado paranoico
Pedro Miguel
Uno no querría describirlo así porque suena desorbitado, pero ahí están las pruebas: entre las administraciones de George W. Bush y las de Barack Obama, Estados Unidos se ha vuelto el gobierno más paranoico del mundo y hoy lo es mucho más que en los tiempos del macartismo y de la guerra fría, cuando poseía, al menos, argumentos verosímiles –aunque no necesariamente verdaderos– para mantener a millones de personas, estadunidenses o no, bajo un régimen de vigilancia estrecha y secreta: en aquellos tiempos la confrontación entre las superpotencias tenía entre sus perspectivas la del cataclismo nuclear o destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) y era propagandísticamente fácil dividir al mundo en buenos y malos. Ese telón de fondo dio a Washington pretextos para espiar y hostigar a individuos tan ajenos a una bomba atómica como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, por ejemplo.
En los años 90 del siglo pasado tuvieron lugar dos fenómenos que habrían debido reorientar en forma radical la política exterior y la estrategia de seguridad estadunidenses: la desaparición del bloque soviético y el inicio de la masificación de Internet. El primero hacía obsoleta tanto la fuerza armada como la enorme infraestructura mundial de vigilancia y espionaje montada por Washington y la segunda conllevaba dos reglas de signo contrapuesto: si por un lado la proliferación de nodos de Internet facilitaba la tarea de espiar a los usuarios, por otro colocaba en un nivel de gran vulnerabilidad una gran cantidad de secretos de Estado, toda vez que éstos, de una forma u otra, irían a parar a contenedores (servidores) conectados a la red mundial.
Pero, en vez de redimensionar a la baja sus fuerzas ofensivas y de vigilancia, la Casa Blanca, entonces a cargo de George Bush padre, optó por proyectar a Estados Unidos como superpotencia única, autoerigida en promotora de un “nuevo orden mundial” de matriz neoliberal. Esta decisión se tradujo, en el ámbito del espionaje electrónico, en la reorientación de los sistemas de “inteligencia de señales” (Signint) hasta entonces usados para espiar a la URSS y sus aliados, cuyo conjunto se conoce popularmente como Echelon. Operado por los integrantes del Acuerdo Ukusa (EU, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), actualmente es empleado para monitorear señales satelitales, telefónicas, celulares y de microondas, lo que pone a sus operadores en posibilidad de espiar el contenido de toda suerte de mensajes. En diversas ocasiones se ha señalado que Echelon es usado por sus socios como mecanismo de espionaje industrial y comercial que ha sido aplicado contra la Unión Europea. Ya en 2001 un informe del Parlamento Europeo recomendaba a ciudadanos y corporaciones del viejo continente que usaran sistemas de encriptación en sus telecomunicaciones, a fin de evadir la vigilancia ilegal por medio de Echelon (http://goo.gl/BVwRn).
En el ámbito interno, la FBI instaló en 1997 un software conocido como Carnivore (DCS1000) para monitorear los intercambios de correo electrónico en territorio estadunidense. Tres años más tarde la Electronic Frontier Foundation presentó un documento al Congreso, en el que señalaba los peligros del sistema y la respuesta de la FBI fue que no había motivos de preocupación, porque el programa permitía a las autoridades distinguir “entre las comunicaciones que pueden ser legalmente interceptadas de las que no”. Durante el gobierno de George W. Bush, Carnivore fue remplazado por NarusInsight, software desarrollado por una subsidiaria de Boeing de origen israelí.
Los programas de espionaje masivo dados a conocer el mes pasado por Edward Snowden se refieren a llamadas telefónicas dentro y fuera del territorio estadunidense (Verizon, Sprint y At&t), así como la intromisión mundial en correos electrónicos, chats, videos, fotos, videoconferencias y transferencias de archivos, e involucra a las compañías Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Paltalk, Youtube, Skype, Aol y Apple. De acuerdo con lo revelado por Snowden, el gobierno de Washington ha espiado por igual a estadistas, universidades, empresas y ciudadanos privados de un sinnúmero de países.
Uno de los problemas obvios de esa red de espionaje es que su operación requiere de grandes cantidades de personas. Hoy, casi 5 millones de personas –tanto empleados públicos como personal de empresas contratistas– tienen acceso a información “confidencial y secreta” del gobierno de Washington, en tanto que un millón 400 mil empleados gubernamentales tienen acceso a información clasificada como “ultrasecreta”. La debilidad estructural del sistema es evidente.
En cuanto a su debilidad política y moral, nada la ilustra mejor que el hecho de que el gobierno de Obama haya presentado contra Snowden cargos por… espionaje.
1) Vean: http://rt.com/usa/disclose-facial-program-recognition-387/
Además: https://www.eff.org/press/releases/eff-sues-fbi-access-facial-recognition-records
2) Buena reseña y conjunto de referencias sobre Cointelpro: http://www.counterpunch.org/2013/01/21/the-return-of-cointelpro/ Es recordatorio de lo que persiste en este juego permanente de regreso al futuro …