Nuestros estudiantes nos están pariendo como país. […] Los estudiantes que vencen el miedo a los fantasmas que han arrinconado a otros, nos salvan a todos de la muerte. Nos regalan un futuro que no teníamos hace tres o cuatro semanas y que esperamos ya con impaciencia. Por esto, los estudiantes nos están pariendo como país. Si no queremos seguir estudiando funerales vayamos todos al alumbramiento en los portones de la Universidad. No vaya a ser que faltemos a esta cita y tengamos que encontrarnos cabizbajos y perdidos en alguna plaza.
Pues sí. Nos están pariendo. Hoy (27 de mayo) marchan todos ellos juntos, desde dentro y fuera de la universidad, otra vez, exigiendo y repitiendo lo que ya se ha pedido y repetido, eso que no se quiere escuchar ni aceptar desde arriba: “Diálogo. Negociación. Conocimiento. Educación. Libertad. Transparencia. Democracia. Participación. Éstas fueron nuestras banderas en la madrugada del 21 de abril de 2010; éstas son hoy nuestras exigencias”
Eso lo han dicho, reiterado y hasta gritado porque no se les escucha, no se les quiere escuchar, porque se descarta en los juegos descarados del poder. Se les califica de “extrema izquierda”, a ellos y a cualquiera otra persona que los apoye, a cualquiera que coincida con su revuelta. El problema es que, para la extrema derecha de los neoconservadores neoliberales, cualquier planteamiento que no sea el suyo es de extrema izquierda. Miran a la derecha, y no ven a nadie, pues ellos son la esquina derecha extrema. Entonces, cuando miran a la izquierda ven a tanta gente que solo pueden concluir que todos esos otros son una izquierda extrema, la extrema izquierda. Diálogo. Negociación. Conocimiento. Educación. Libertad. Transparencia. Democracia. Participación. ¿Eso es ahora de extrema izquierda? Ay bendito. Si eso es de extrema izquierda, entonces los que dicen que eso es de extrema izquierda son fascistas primitivos y fundamentalistas atrincherados en su Estado (y gobierno) impermeable, ese mismo Estado y gobierno que sigue hablando de democracia mientras desmantela toda posibilidad de participación. El problema es que el neoliberalismo requiere ese Estado (y su gobierno). Entonces …
Esa es la soledad voraz, violenta y paranoica del poder actual, que pretende seguir con sus imposiciones, a pesar de todo y en contra de todos que no sean los de arriba, y para ello resucitan los miedos eternos, los que han fabricado desde siempre cada vez que sienten amenaza. Para ello tuercen y manipulan lo que en otra época fueron las consignas que buscaban el reconocimiento de las libertades que hemos llegado a creer que son nuestras, las que se conquistaron con luchas sostenidas y difíciles. Tal vez estamos ahora en el comienzo de alguna época como esa, la de las luchas por las libertades necesarias que hay que actualizar.
Lo cierto es que ellos, los de arriba que ocupan los puestos de gobierno, deberían sentirse amenazados, porque las amenazas que han impuesto ellos desde arriba, con sus consecuencias inmediatas insoportables, ahora estallan en una revuelta universitaria que tiende a recoger todos los otros desengaños. Han desmantelado ellos la vida cotidiana de la gente, han descartado la esperanza. La única esperanza que pretenden que sea la nuestra no es la de nosotros, pues esa es la esperanza suya, la esperanza de que pueden ellos seguir acumulando sus riquezas y sus privilegios a pesar en contra de todos los otros (nosotros, la gente).
Piden que los que no son “universitarios” queden fuera del teatro político que ellos quieren ahora desde arriba. Pero es que con sus actos y políticas neoliberales nos han convertido a todos en universitarios. Todos somos universitarios en este momento. Los universitarios han logrado en los hechos una representación amplia para todos los de abajo, para la gente. Esa lucha es la de todos nosotros, pues lo que está en juego son las prioridades fiscales y de desarrollo de la isla, lo cual no es otra cosa que nuestra vida cotidiana.
Ahora quieren a un obispo como mediador. A ver si un obispo es capaz de revelar y denunciar los siete pecados capitales que se han convertido en estilo, proceso y programa de gobierno: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia, soberbia. Si acaso se logra eso, entonces hay que reconocer que esos pecados se concentran en los comportamientos de los de arriba y de su gobierno y Estado neoliberal, pues su intención de ellos es la expropiación y la rapiña, el privilegio y el beneficio inmediato sin que importen las consecuencias (sociales, “naturales”, de todas las ecologías …).
Ya veremos. Marchan hacia el Capitolio, ese palacio de la prepotencia y del privilegio. Lo mismo es la Fortaleza, parapeto de gobierno (¿para quién?) del desafortuñado de turno (todos son lo mismo).
Ya veremos. Todo esto anda junto. Todos somos universitarios. La única salida posible viene desde abajo. Ya hemos visto cómo nos dicen que no se puede negociar con los estudiantes porque no son sindicato, y entonces piden buena fe en las negociaciones … ¿En qué quedamos? Juegos de espejos entre cortinas de humos … La única salida posible viene desde abajo. La “huelga” es un hecho, un evento y un proceso que es revuelta. Existe. A ver hasta donde llega. Hacen falta otras fichas, otro juego que no sea el de ellos los de arriba.
Nuestros estudiantes nos están pariendo como país. Yo digo que nos están pariendo como isla, como sociedad y comunidad, como gente. A ver si somos capaces de nacer. Ya veremos qué sale de la marcha, de la protesta. Esto apenas comienza. Seguimos, o fracasamos. Eso lo hemos aprendido de los de arriba. Que no culpen a otros. La inspiración es y ha sido la persistencia testaruda de lo inaceptable, de lo que no podemos aceptar, y eso es culpa de ellos.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106397
Los estudiantes están pariendo un país
Anayra O. Santory Jorge
RebeliónLa Universidad del Estado en Puerto Rico cumplió ayer 30 días de huelga. Esta huelga ha paralizado 11 recintos a los que asisten 65.000 estudiantes. El jueves, por vez primera en el siglo que lleva fundada la institución, se reunieron más de 1.000 docentes para aprobar un voto de huelga en caso que se repriman a los estudiantes o no se logre una salida negociada. Los 1.000 docentes reunidos ayer representan el 20% de la plantilla de 5.000 profesores(as). El siguiente texto es una reflexión sobre lo que esta huelga ha representado para los sectores progresistas del país. Una versión de 3 párrafos ha circulado como un llamado urgente a la movilización.
Hebe de Bonafini, líder fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, ha dicho en repetidas ocasiones que a ellas sus hijos las parieron. A pesar de haber engendrado, parido y criado a los miles de estudiantes, obreros, y jóvenes profesionales asesinados por la sangrienta Junta Militar que gobernó a Argentina en los 80, fueron sus hijos e hijas desaparecidos(as) los que le dieron vida a ellas como ciudadanas, primero de su país, eventualmente del mundo.
Atribuladas por el dolor y la incertidumbre, nacieron a la vida pública preguntando con insistencia por sus hijos, por su paradero, por los motivos que pudieron llevar a un país a negarse a sí mismo el futuro matando a los más valientes, a los más tiernos, a los más sensibles y generosos.
Nuestros estudiantes nos están pariendo como país. Con su generosidad que no ha hecho cálculos individuales sobre lo que pierden o lo que arriesgan, nos han obligado a mirar por encima de nuestros agobios y derrotas, por encima de nuestras agendas abarrotadas o tristes y enfrentar el desolado estado en el que un buen día nos encontraron.
Nuestros estudiantes, a diferencia de sus contrapartes de otras épocas, simultáneamente cercanas y remotas, afortunadamente no han comenzado a desaparecer. Están ahí todos los días. Aparecen por todas partes tras portones que han cobrado nuevos significados. Se asoman, nos miran y nosotros tímidamente correspondemos. Nos hemos quedado atónitos, como si estuviéramos delante de una aparición. Se repiten con diversos nombres en la radio y los periódicos –Giovanni, René, Arturo, Adriana, Ian, Fernando, Jorge, Gabriel– con rostros sin señas y nombres sin títulos, espepitándonos sin más lo que piensan, con el único aval de lo mutuamente acordado.
Quienes tienen el deber de hablarles, de persuadirles, incluso de rendirles cuenta, llevan muy mal lo que consideran insolencia. ¿Qué se han creído estos chicos? ¿Que pueden ir por ahí dándonos el fatigoso espectáculo de vivir a la altura de lo que se sueña?
Están más vivos que nunca, aunque algún célebre haya pegado el puño sobre la mesa y con su usual cara de malo comentara iracundo que las autoridades son muy blandas. Esto de amendrentarlos con la fuerza por varias madrugadas, de negarles agua y alimentos, de golpear enfurecidos a sus padres que se acercan con café y cigarillos, no ha sido, a todas luces, suficiente. Exudan aún demasiada juventud, demasiado optimismo. Abrazan su presente de lucha para reclamar por derecho propio el futuro que se les niega a otros.
Su lucha por una Universidad que abra de par en par libros y puertas y tienda la mano en la oscuridad a otros jóvenes como ellos, destinados desde pequeños a no llegar a los descampados universitarios que nuestros estudiantes han vuelto sus casas. Estos, los que no parecen tener miedo –los más valientes, los más tiernos, los más sensibles, los más generosos– convidan con su hazaña a otros inútilmente arrojados. A los que se juegan la vida en una esquina, a los que han asumido su condena, a los que miran de frente su muerte a diario y la adornan con rituales noveles, nuestros estudiantes los invitan a reinventar las maneras de ser jóvenes. Reclaman oportunidades para los que están, para los que aún no han llegado, para los extraviados. A todos nos debemos.
Los estudiantes que vencen el miedo a los fantasmas que han arrinconado a otros, nos salvan a todos de la muerte. Nos regalan un futuro que no teníamos hace tres o cuatro semanas y que esperamos ya con impaciencia. Por esto, los estudiantes nos están pariendo como país. Si no queremos seguir estudiando funerales vayamos todos al alumbramiento en los portones de la Universidad. No vaya a ser que faltemos a esta cita y tengamos que encontrarnos cabizbajos y perdidos en alguna plaza.
Anayra O. Santory Jorge, Ph D. Universidad de Puerto Rico, Mayagüez
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